Los fotógrafos de acera de San Juan de Letrán
Hace décadas era común ver en San Juan de Letrán, hoy Eje Central, a un personaje que fotografiaba a transeúntes para después venderles esas imágenes como recuerdos
Hoy es muy fácil tomarte una foto en la calle. Pero no siempre fue así, hace 100 años la fotografía apenas se estaba inmiscuyendo en la vida de los capitalinos.
Poco a poco, la foto se fue popularizando y los retratos de personalidades o de personas “comunes” dejó de ser en cuartos y salió a la calle. Sergio González Rodríguez escribió en la revista Luna Córnea que alrededor de los años treinta y cuarenta del siglo pasado, surgieron los fotógrafos de “acera” o de “instantáneas” que iban equipados con una cámara “maltrecha” que trataba de igualar la calidad de las profesionales.
La característica principal de este personaje, que solía encontrarse en San Juan de Letrán y los alrededores de la Alameda Central, era su invisibilidad en la multitud: lograba escabullirse entre peatones, comercios, puestos y bolsas para encontrar el ángulo perfecto e inmortalizar al transeúnte, sin importar si iba solo, acompañado o en familia.
Por las noches, los fotógrafos salían un poco de su anonimato ya que tanto los flashes como los cables de corriente para el mismo evidenciaban su presencia. A modo de “paparazzi”, los dueños de las cámaras retrataban a la gente que iba saliendo de cantinas, restaurantes y demás locales de entretenimiento, con la cantaleta de “¡¿Foto, joven?, ¿foto, señorita?!”
Sergio González comentaba que “la fotografia de acera formó parte del nuevo folclor urbano, que surge en la capital cuando los prestigiosos cosmopolitas comienzan a dejar atrás la calle Francisco I. Madero a inicios del Siglo XX (aquella que desde la Colonia hasta el Porfiriato fue conocida como “Plateros”) para instalarse en la nueva avenida San Juan de Letrán”, un tramo del hoy Eje Central.
En el siglo XX, San Juan de Letrán era la avenida que evidenciaba el progreso, era la entrada a la “modernidad” de las calles del Centro. Estaba repleta de puestos de comida, ropa, libros, vestidos y otras “chucherías”, cines, cafés, cantinas, teatros, restaurantes; contaba con una vida intelectual y nocturna muy activa.
Sobre San Juan de Letrán, decenas de parejas o individuos fueron retratados muchas veces en un ángulo que iba de la calle -la acera- hacia arriba, dándoles un toque de magnanimidad. Muchas veces, estas fotografías mostraban a una señorita o a un joven caminando entre la multitud y otras, a parejas tomadas de la mano o sólo caminando, estas instantáneas se convertían en pruebas que afirmaban un noviazgo o una infidelidad.
Después de capturar una imagen, los fotógrafos -o algún ayudante- se acercaban a sus retratados y les extendían un talón numerado, donde venían los datos del local donde se revelaría la toma: todas serían impresas en formato postal y la mayoría eran verticales, lo que las diferenciaba de las también populares “fotografías de agüita”. El precio era de dos pesos por postal y de tres por dos fotografías.
Se dice que una de las sedes donde se imprimía este tipo de fotografías, era frente al desaparecido Edifico Cook, a un costado de la actual librería Juan José Arreola del Fondo de Cultura Económica.
La postal se convertía así en un souvenir que la persona podría enviar a cualquier parte de la República. En aquella época tanto las cámaras como las sesiones en estudios fotográficos eran costosas, por lo que una de estas fotografías instantáneas permitían acreditar no sólo que estabas en la ciudad, sino que eras parte de ella.
Las personas eran retratadas sin autorización y uno podía saber que había sido fotografiado gracias al talón o inspeccionando los negativos al interior de los estudios.
Las instantáneas - llamadas así por la rapidez con la que eran impresascongelaban no sólo a la persona, sino también las formas en las que la ciudad cambiaba, es decir, al tenerla como escenografía principal, las fotografías mostraban la calle, los anuncios, la estética de los comercios.
Ana Enríquez cuenta que su abuela y una amiga, durante su juventud, fueron retratadas por un fotografo de acera: “me dijo que iban caminando por Eje Central y le dieron el talón, al parecer no las sacó de onda porque era algo que pasaba en ese entonces, fueron juntas por la foto y la compraron. Me llamó la atención que alguien le había tomado la foto, porque pensé ¿acaso las conocía, las estaba siguiendo o qué? Claro, hoy es raro”, dice.
Esta práctica surgió en los años 30 y terminó en los 60. Se extinguió debido a la popularización de la fotografía y a la baja de precios en los equipos. Se desconocen nombres de los fotógrafos de acera; pero su oficio quedó registrado por cronistas de la ciudad, como Héctor de Mauleón quien escribió sobre el actual Eje Central: “Desaparecieron también los fotógrafos del peatón: hubo un tiempo en que caminar por San Juan de Letrán era formar parte de una estética metropolitana, volver a casa con un souvenir: la fotografía que daba cuenta de la experiencia urbana”.