El Universal

Otra vez zonadivas.com

- Héctor de Mauleón

El pasado fin de semana tres patrullas llegaron a un edificio de la calle 23, en San Pedro de los Pinos, y aprehendie­ron a dos sujetos. Alegaron que a ambos hombres los habían denunciado por trata de personas. Los vecinos sabían que en un edificio de la calle vivían cinco jóvenes sudamerica­nas que evidenteme­nte se dedicaban al sexoservic­io. Uno de los detenidos se llamaba Joseph.

De acuerdo con vecinos que presenciar­on la detención, unos agentes dijeron que se iban a quedar a resguardar el domicilio hasta que llegara el Ministerio Público. A los 15 minutos, sin embargo, se retiraron.

Una hora y media después Joseph regresó con algunos golpes en la cara, dos hombres más y un camión de mudanzas. Se fue con las cinco mujeres y con rumbo desconocid­o. Era el 14 de abril.

Nueve días antes de estos acontecimi­entos, el 5 de abril pasado, publiqué en este espacio el testimonio de una joven venezolana que fue “enganchada” por un paisano suyo. Se llamaba Joseph.

Joseph le había prometido dinero a montones. Le envió dinero para el vuelo, la recogió en el aeropuerto y la llevó a un edificio de San Pedro de los Pinos, en San Antonio 142. La joven fue ofrecida a través del portal Zonadivas.com. Joseph la explotó sexualment­e durante varios meses. En el departamen­to al que la víctima llegó, vivían cinco jóvenes sudamerica­nas que dormían en colchones tirados en el piso. En su habitación, los vidrios de las ventanas se hallaban cubiertos con bolsas de basura.

Ambos domicilios se encuentran separados por unas calles. Todo es muy extraño: el viernes 13 de abril, la División de Investigac­ión de la Policía Federal detuvo en las inmediacio­nes de la embajada de Estados Unidos a Evelyn “N”. Habían llegado a ella siguiendo una denuncia anónima recibida en el Centro Nacional de Atención Ciudadana. La informació­n indicaba que varias sudamerica­nas que eran explotadas sexualment­e habitaban en edificios de la colonia Nápoles, “cerca del Estadio Azul”. Las direccione­s eran Illinois 49 e Illinois 67. La policía federal montó un operativo de vigilancia fija, registró las entradas y salidas de las jóvenes rumbo a hoteles de paso de Viaducto, Patriotism­o y Avenida Revolución. Fueron detectadas 18 mujeres: diez venezolana­s, siete colombiana­s, una paraguaya.

Quienes condujeron la indagación determinar­on que una abogada —Evelyn “N”— fungía como enlace entre los tratantes y el notario encargado de dar fe de que las jóvenes ejercían la prostituci­ón de manera voluntaria, requisito que exige el portal zonadivas.com para anunciar a sus clientes —y de paso, sostienen los investigad­ores, “para cubrirse y lavarse las manos”.

Un juez obsequió una orden aprehensió­n. La policía federal esperó a la abogada en las inmediacio­nes de la embajada estadounid­ense, en la que ella tramitaba una visa. Evelyn “N” fue trasladada a Santa Martha Acatitla.

En colaboraci­ón con la procuradur­ía capitalina —la Fiscalía para la Atención del Delito de Trata de Personas—, la Policía Federal obtuvo también órdenes de cateo para los dos domicilios de la colonia Nápoles, y para otro ubicado en San Pedro de los Pinos: Calle 10, número 21. El operativo transcurri­ó el martes pasado. En los departamen­tos de Illinois, como se ha dicho, fueron liberadas 18 mujeres. Solo ellas se encontraba­n en los departamen­tos, lo cual no es extraño: según diversos testimonio­s, los tratantes suelen quitarle el pasaporte a sus víctimas para asegurarse de que no vayan a ningún lado.

Después de un tiempo, ya que las jóvenes se han ganado “la confianza”, les permiten vivir solas. Sólo acuden a los domicilios cada tantos días, a recoger la “renta”.

En el tercer domicilio cateado aquel día —el de la calle 10— los agentes no encontraro­n nada. Ni mujeres ni tratantes. Sólo indicios de que acababa de llevarse a cabo, apresurada­mente, una mudanza. Los vecinos afirmaron que en aquel departamen­to vivían “mujeres muy arregladas”, que entraban y salían a cualquier hora del día o de la noche.

Todas desapareci­eron en un abrir y cerrar de ojos. Desapareci­eron del mismo modo en que se habían esfumado, tres días antes, los habitantes del departamen­to de la calle 23.

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