El Universal

La muerte tiene permiso

- Por LOURDES MORALES CANALES Coordinado­ra de la Red por la Rendición de Cuentas. Profesora asociada del CIDE

El asesinato de Juan Carlos Andrade Magaña, alcalde con licencia de Jilotlán de Dolores, Jalisco, vino a sumarse a la ola de violencia que hace de este proceso electoral el más complejo y el más sangriento de la historia reciente. Bajo los colores de Movimiento Ciudadano, Andrade Magaña, de 47 años de edad, se separó del cargo para buscar la reelección. Sus aspiracion­es por aumentar la transparen­cia y mejorar la producción local de este municipio de tradición agrícola y ganadera fueron cortadas de tajo a balazos.

Su caso no es el único. Un estudio realizado por Etellek Consultore­s y difundido por la Universida­d de las Américas Puebla registra que desde el inicio de las campañas electorale­s han existido 173 agresiones directas contra políticos y 78 asesinatos (no se incluyen los dos casos más recientes). Las agresiones no solo se han limitado a políticos en funciones y a candidatos, sino que también se han extendido a familiares y colaborado­res amenazados e intimidado­s. Ningún partido está libre de bajas.

El mapa de violencia política no sólo es la expresión de las fallas de nuestro sistema de justicia, sino que permite rastrear enclaves autoritari­os en los que parece que la muerte tiene permiso. Los municipios son los más vulnerable­s. Sin contrapeso­s, ni vigilancia social, sin posibilida­d de un acceso efectivo ala justiciay con capacidad es institucio­nales limitada s se amenaza, se intimida y se elimina aun rival político sin que haya mayores consecuenc­ias.

En estos enclaves pareciera estarse produciend­o lo que Edward Gibson describe como zonas de poder parroquial en las que normas, reglas y prácticas están diseñadas para favorecer a grupos políticos que ahora tendrán posibilida­des de perpetuars­e con la reelección. Para Gibson, en países con sistemas federales como México, estos enclaves autoritari­os pueden prevalecer en el tiempo si logran una representa­ción nacional —como curules en el Congreso— y si establecen formas de comunicaci­ón efectiva con el poder federal.

Es entendible el reclamo de agrupacion­es como la Asociación de Autoridade­s Locales de México, la Asociación Nacional de Alcaldes y la propia Comisión Nacional de Derechos Humanos. Todos ellos han hecho un llamado por mejorar la seguridad y los protocolos de atención de los alcaldes en zonas de riesgo como Oaxaca, Guerrero, Michoacán, Veracruz, Edomex y Tamaulipas.

El estudio de Etellek arroja otro dato interesant­e: la violencia parece disminuir una vez iniciadas las campañas. Si el problema es quitar a los rivales del camino, la pregunta obvia es ¿después de la elección quién y cómo estará gobernando?

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