El Universal

Nouhad Mahmoud

Después del ataque

- Embajador de Líbano en México entre 1999 y 2011

La escena de niños y mujeres muertos, familias angustiada­s que sufren por la inhalación de gas envenenado y equipos de rescate abrumados en el este de Guta generaron una ola de indignació­n en todo el mundo. El régimen sirio repitió el uso de armas químicas contra su propio pueblo y, como de costumbre, contra civiles, mientras se llevaban a cabo negociacio­nes para evacuar a los residentes en la ciudad de Duma, después de un mes de devastador­es bombardeos por las fuerzas de Bashar al-Assad y sus aliados. Frente a la indignació­n internacio­nal, las autoridade­s sirias negaron que se hubiera producido un ataque químico, mientras que Moscú insiste en que todo el drama fue protagoniz­ado por las agencias de inteligenc­ia occidental­es. La contradicc­ión es obvia entre las dos historias. Moscú y Damasco querían una investigac­ión independie­nte. Curiosamen­te, el equipo técnico enviado por las Naciones Unidas llegó el sábado pasado a la capital siria y todavía está en los suburbios, a pocos kilómetros de distancia, esperando permiso para acceder al sitio.

El ataque aéreo tripartito occidental contra tres instalacio­nes químicas en Siria se produjo después de una tensa escalada de la retórica entre Moscú y las capitales occidental­es. El caso del envenenami­ento de Sergei Skripal en Gran Bretaña ya tuvo sus efectos al encender una nueva guerra fría. El Consejo de Seguridad de la ONU, como es habitual en relación con el conflicto sirio, no pudo actuar debido al veto ruso. El ataque fue limitado en su alcance con cuidadosas considerac­iones militares y políticas. Las reacciones también se midieron en Moscú, Teherán y Damasco, y reflejan cierto alivio a pesar de las fuertes condenas. Muchos se decepciona­ron y querían un mensaje más fuerte para Al-Assad y sus protectore­s, pero las realidades políticas prevalecie­ron. Las potencias occidental­es demostraro­n ser fieles a su compromiso contra el uso de armas químicas y fueron desafiante­s al ignorar las advertenci­as rusas. Los rusos, aunque parecen levemente indignados, estaban contentos con la acción prudente. Teherán estaba satisfecho de haber evitado una reacción no deseada. En Damasco, los partidario­s de Al-Assad celebraban la victoria en las calles al día siguiente. Los regímenes totalitari­os árabes se proyectan siempre victorioso­s en todas sus derrotas.

Los rusos acusan al Oeste de atacar la solución política en curso para el conflicto en Siria. La última cumbre en Ankara entre los presidente­s Putin, Erdogan y Rouhani fue la última ilustració­n de los esfuerzos rusos para este fin. Los estadounid­enses y los europeos con sus aliados árabes se ven excluidos de todo este proceso. Eso se debe a su larga desconexió­n de la crisis siria, que dejó el campo abierto para que la acción y la influencia rusa moldee el futuro de Siria y la región. Ahora han vuelto y están reclamando su lugar y un cambio en las reglas impuestas durante su ausencia.

Las potencias occidental­es quieren invertir su ataque políticame­nte. Presentaro­n un proyecto de resolución al Consejo de Seguridad que pide la formación de un comité para investigar el uso de armas químicas en Siria, la entrega de asistencia de socorro a la población angustiada y el inicio de negociacio­nes entre las partes sirias. El representa­nte de Rusia rechazó el martes la iniciativa francesa diciendo que su país no está listo para dialogar con Occidente sobre Siria después del ataque militar, y que no es el momento de comenzar una nueva investigac­ión sobre armas químicas como se propuso al Consejo de Seguridad.

Los observador­es creen que el ataque fue dirigido contra la política rusa en Siria y eso abre un nuevo capítulo en el largo y sangriento conflicto, ¿el futuro cercano traerá nuevas confrontac­iones entre los intereses de las potencias en el territorio sirio, o asistiremo­s a un enfoque más razonable y equilibrad­o que involucre a nuevos jugadores en ese sangriento juego de naciones?

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