Juárez. Un trayecto obligado en la capital
En los años 50 era la avenida de compras más prestigiada de la Ciudad, con tiendas de pieles y joyería. Hoy, es más bien un paseo sin pretensiones que lleva el nombre del Benemérito de las Américas, Benito Juárez.
Al recorrerla se aprecia una aglomeración de personas, muy pocas curiosean con lo que hay ahí, como el poema escondido que Efraín Huerta dedicó a este sitio en 1956: “Uno pierde los días, la fuerza y el amor a la patria...”.
Plazas y restaurantes rodean la zona dando un toque cosmopolita, como La Cervecería de Barrio, donde preparan bebidas artesanales.
Una buena manera de apreciar el recorrido es sentarse en la Alameda Central —considerado el parque más antiguo desde 1592 y donde Juárez hizo su entrada triunfal tras derrocar al gobierno de Maximiliano—.
Aquí, familias y amigos disfrutan de proyecciones de películas y como parte de conservar lo clásico; parejas de la tercera edad bailan ritmos como el bolero y el danzón en aquel Bésame mucho.
Es imposible transitar por esta vía y no admirar la belleza del Palacio de Bellas Artes. Monumento que alberga exposiciones como Híbridos, donde se expone la creatividad del hombre al mezclar mundos distintos en un solo ser; también está el Museo Memoria y Tolerancia que tiene muestras con temas que apelan por una conciencia social como “LGBT a favor de la diversidad sexual”.
Es normal caminar con la vista al cielo, ya que su paisaje se compone de edificios de gran tamaño y los extranjeros son las principales víctimas de maravillarse con ellos. Hawaba Kebet, por ejemplo, viajó desde Washington para admirarlos, como al Hemiciclo a Juárez, construido desde 1910. Dice que vale la pena.