Reforma. Entre lo actual y lo clásico.
A primera vista los modernos corporativos que llenan Paseo de la Reforma parecen su mayor atractivo: con su arquitectura innovadora y cristales que reflejan la luz del atardecer.
Si se mira hacia arriba, destacan los 225 metros de la Torre mayor o los 234 de la BBVA, pero abajo hay historia.
Hoy ya no corren carruajes y aun así los paseantes pueden disfrutar de esos árboles teñidos de morado por las jacarandas.
Es imposible conocer en un día el Paseo de la Emperatriz —nombre con el que nació en 1866—, pero un domingo por la mañana es un gran pretexto para que las familias se reúnan a disfrutarlo en bicicleta: pasear por el Bosque de Chapultepec, los museos como Antropología, Tamayo y de Arte Moderno, retratarse en el Ángel de la Independencia, detenerse a visitar las tiendas de Reforma 222. Darse una vuelta por las calles de Zona Rosa y disfrutar de la diversidad cultural que a lo largo de los años ha dejado rastro en esta zona.
Uno de los lugares más recientes, y quizá desconocido, es el Centro Cultural Digital, ubicado en bajo la Estela de luz. Un lugar que parece una puerta al futuro: su sala totalmente blanca, con cubos de madera, que dependiendo del ritmo en que se mueva activa luces y sonidos es un lugar ideal que aprovechan las nuevas generaciones para retratarse en un escenario peculiar.
Otro sitio oculto es un mercado subterráneo que se encuentra en el puente para atravesar de Torre Mayor a la BBV. Ahí, puestos de flores con frases en sus fachadas como “Las flores de los enamorados” y pequeños locales con vendedores que gritan “¡Compra tu lunch Godín, llévalo, llévalo!”, hacen que más de uno se detenga y sonría.