El Universal

Donación de órganos

- Por ARNOLDO KRAUS Médico

Mis admirados Kafka y Bretón se sentirían muy cómodos en el México contemporá­neo. Con buenos médicos, si llegasen a ser nonagenari­os, tendrían suficiente materia para escribir cada día. Lo kafkiano y lo surreal es asunto mexicano y alma de nuestros políticos. A principios de mes, el Senado aprobó reformas a la Ley General de Salud en materia de donación de órganos y tejidos. El Pleno del Senado de la República aprobó, con 70 votos a favor, cero en contra y una abstención, el dictamen de las comisiones unidas de Salud de Estudios Legislativ­os, en donde se incluye el término “consentimi­ento presunto”.

Imposible dudar: el vasto conocimien­to de los senadores es abrumador; si no fuese por una abstención, la unanimidad hubiese sido absoluta. Mucha envidia deben sentir Putin y Xi Jinping: aunque la inmensa mayoría de los electores y políticos rusos y chinos votaron por ellos, ni en sueños hubiesen pensado granjearse tantos votos como sucedió en el Senado mexicano.

La definición más sencilla sobre consentimi­ento presunto proviene de la Ley General de Trasplante­s de España. Copio: “La extracción de órganos de fallecidos podrá realizarse con fines terapéutic­os en el caso de que estos no hubieran dejado constancia expresa de su oposición”. Los senadores mexicanos se animaron, supongo, a aprobar la ley, tras leer los resultados en naciones como España —a la cabeza en donación de órganos—, Bélgica, Noruega, Francia, Finlandia y otros países europeos donde el consentimi­ento presunto ha funcionado adecuadame­nte. Una de las diferencia­s entre las naciones enlistadas y México es económica; mientras que en nuestro país más de la mitad de la población vive en condicione­s de pobreza o miseria, en las europeas el porcentaje es infinitame­nte menor.

Pobreza significa desinforma­ción, desconocim­iento y falta de argumentos para rechazar leyes, sobre todo cuando no se conocen —Kafka, ¿estás ahí?—. Parangón adecuado es la indefensió­n de las mujeres indígenas encarcelad­as en algunos estados por abortar, incluso cuando la pérdida fetal no haya sido voluntaria. ¿Se extraerán más órganos a los pobres que a las personas adineradas? Los senadores saben la respuesta.

Mi reflexión tiene otro cariz. Al carecer de voz y desconocer sus derechos, y no tener idea del concepto consentimi­ento presunto, no dudo que quienes “aportarán” más órganos serán pobres. Recalco: el decreto avalado por el Senado establece que las personas mayores de edad, en automático, serán donadores tras su muerte, a menos que hayan dejado por escrito su voluntad expresa para no ser donadores. De nuevo el mexicano kafkiano: ¿los senadores difundirán la informació­n a la sociedad para que se inclinen por una u otra opción incluyendo a las clases más desprotegi­das y a la población analfabeta? Quienes no formamos parte de la maquinaria política conocemos la respuesta: donde privan injusticia y pobreza imposible difundir informació­n.

El consentimi­ento presunto debería vincularse con el principio de “reciprocid­ad”, como sucede en Singapur e Israel, dinámica cuyos resultados han sido positivos: las personas que no se opongan a donar sus órganos, automática­mente, por el principio de reciprocid­ad, encabezará­n las listas para recibir órganos en caso de que lo requieran. ¿Conocen nuestro senadores el sano vínculo entre dar y recibir?

Si bien los datos del Centro Nacional de Trasplante­s son alarmantes, la dinámica senatorial debería ser ratificada por expertos. En la actualidad hay 21,809 personas en espera de donación de órganos, la mayoría por insuficien­cia renal. Los trasplante­s salvan vidas —renal, hepático— o mejoran la calidad de vida —córneas—. Nuevamente asaltan dudas. Asfixiado y rebasado el sistema de salud, donde con frecuencia problemas elementale­s no pueden resolverse por falta de material básico, y, tomando en cuenta los gastos derivados de los trasplante­s y los enormes costos de los medicament­os para mantenerlo­s viables, es necesario que los senadores expliquen cómo confrontar­án esa realidad.

No me opongo a los trasplante­s. Me opongo a la modificaci­ón de leyes sin consultar a los expertos. Francisco López Brito, presidente de la Comisión de Salud, expresó: “Debemos sensibiliz­ar a la población de la situación que se vive en esta materia, para evitar la resistenci­a hacia la donación de órganos después de la muerte y fomentar esta práctica digna de una sociedad con alto compromiso social”. Dos acotacione­s. Primera. Imposible sensibiliz­ar a una población donde más de la mitad son pobres. Segunda. El compromiso de la población, diezmada y humillada por el gobierno, carece de compromiso­s sociales con los políticos en ejercicio. Los detestan. El compromiso a flora en situacione­s graves como terremotos, pero nunca con la (in)justicia.

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