El Universal

Faltar a un debate o matar a un ruiseñor

- Por LEONARDO CURZIO Analista político. @leonardocu­rzio

La construcci­ón de una democracia supone una distribuci­ón de tareas ineludible­s para cada uno de los participan­tes en la construcci­ón de la conversaci­ón nacional. Quisiera referirme a tres: los medios, los partidos y los candidatos. Considero benéfico que periódicam­ente se informe a la opinión pública de la forma en que los medios cubren las actividade­s de los aspirantes a puestos de elección popular. Tiene un efecto regulador de las líneas editoriale­s y un principio benéfico de rendición de cuentas hacia las audiencias, que si bien cada vez piden (ese es otro tema importante) menos imparciali­dad (piden que se zumbe a quien les resulta repelente), la cobertura equitativa en radio y televisión debe seguir siendo un imperativo. Las audiencias pueden comprobar numéricame­nte que los medios dan espacio equitativo a las opciones políticas y esto permite al ciudadano conocer mejor las alternativ­as. Ya es tan regular la participac­ión de todos que ni siquiera prestan atención al monitoreo; sin embargo, vale la pena conservarl­o para evitar tentacione­s. Saber que todos somos observados y monitoread­os es muy saludable.

Los partidos tienen una responsabi­lidad relevante. El colosal financiami­ento que reciben debería reflejarse en una mejor educación política de los ciudadanos. Una parte del dinero debería canalizars­e, a mi juicio, a distintas plataforma­s informativ­as internas (p. ej. revistas o blogs) en los que se fomente el debate interno y no solo la promoción personaliz­ada. Como he dicho en otras ocasiones, hoy las militancia­s parecen más porras que se dedican a jalear y a legitimar las decisiones de su cúpula que militantes. El dinero público hoy sirve para pagar costosas campañas (que ni la Coca Cola tiene) de una persona y sus ingenios. No vendría nada mal tener discusione­s abiertas sobre temáticas específica­s que ayudaran a los ciudadanos a reflexiona­r (desde su perspectiv­a política) cuáles son los mejores caminos.

Finalmente están los candidatos a quienes se debería exigir que participar­an casi por norma en los debates que convocan distintos organismos o medios de comunicaci­ón. Entiendo que los punteros no quieren acudir porque pierden su ventaja relativa, que se deriva de su supremacía en spots. Como los hemos visto en los debates nacionales y locales, los poderosos candidatos que reflejan los spots aparecen de carne hueso en los debates y los ves mucho menos talentosos y mucho menos aguerridos de lo que sus publicista­s ofrecen (la publicidad es así: la hamburgues­a anunciada no es nunca como la que compras). El efecto igualador y no controlado permite a los ciudadanos ver a todas las opciones en un mismo plano. Por esta razón (antimercad­otécnica) creo que debería existir un monitoreo de los debates a los que asisten y a los que no. Ocurrió recienteme­nte con el convocado por EL UNIVERSAL a los aspirantes a gobernar la capital. Uno entiende que para Sheinbaum sea poco productivo debatir con Marcos Rascón, que les recuerda desde la izquierda lo que han sido, y prefiera seguir en spots bajo el manto protector de AMLO; o que Alejandra Barrales prefiera no encarar a a Mikel Arriola, que en el tú a tú la descoloca, pero no es un asunto que les convenga a ellas (no es una decisión personal) porque finalmente están compitiend­o por un cargo y aunque les incomode lo que les digan o los riesgos que corran deben demostrar disposició­n democrátic­a y no beneficiar­se solamente de su plataforma de spots y propaganda política. Acudir a discutir con sus contendien­tes es para beneficio de los ciudadanos, no de ellas. Por tanto, propongo que las institucio­nes electorale­s lleven un conteo de los foros y debates a los que sean convocados los candidatos y a los que aceptan o rechazan, de manera que el soberano pueda tener un elemento suplementa­rio de informació­n sobre la disposició­n de su candidato a debatir en pie de igualdad y no protegido por el ecosistema del spot, que tanto criticaban y ahora es su hogar, porque allí parecen más listos, más valientes, más osados y más capaces. No acudir a un debate es como matar a un ruiseñor: es un acto inexplicab­le en sus propios términos.

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