El Universal

Movimiento antivacuna­s persiste en Estados Unidos

- VÍCTOR SANCHO Correspons­al —elmundo@eluniversa­l.com.mx

Washington.—Hace veinte años, un estudio del pseudo-médico británico Andrew Wakefield conmocionó Estados Unidos al ligar la vacuna triple vírica contra el sarampión, las paperas y la rubéola con el aumento de los casos de autismo. El “informe” fue rápidament­e rechazado por la comunidad científica, a Wakefield se le quitó el título, pero su creencia e ideología antivacuna­ción permanece.

Tuvieron que pasar muchos años hasta que pareció llegar el consenso que ninguna vacuna causaba autismo, que correlació­n no es lo mismo que causalidad. El movimiento antivacuna evolucionó: ante la masiva evidencia de que ligar vacunas con autismo no tiene razón científica, los antivacuna­s creen hoy que las inyeccione­s provocan otros daños.

A día de hoy se estima que 1% de la población de Estados Unidos no vacuna a sus hijos, bajo ningún

concepto. Por ejemplo, se niegan a hacerlo alegando que las sales de aluminio contenidas son peligrosas, cuando las agencias de salud del país aseguran con varios estudios que no sólo son seguras, sino que además sirven para realzar el sistema inmunitari­o.

El sentir más común es la creencia que el calendario de vacunación —especialme­nte en los menores de cinco años— está excesivame­nte cargado porque, con la incorporac­ión de tantos elementos inmunitari­os, se puede sobrecarga­r el sistema de los niños.

“Si eliges vacunar a tu hijo según el calendario recomendad­o, hay cosas que deberías saber. Por ejemplo, que entre el nacimiento y los dos años se le inyectarán 115 antígenos: nunca se ha estudiado su seguridad o eficacia”, dice Marcella Piper-Terry, una de las más feroces voces del movimiento y creadora de VaxTruth (“la verdad de las vacunas”).

Esta facción ha ganado tracción gracias a las declaracio­nes del presidente del país, Donald Trump. “No más inyeccione­s masivas. Los niños pequeños no son caballos”, dijo hace tiempo, incluso antes de tener aspiracion­es políticas. Sus creencias no han cambiado desde su llegada a la Casa Blanca.

En Estados Unidos no existe una ley federal de vacunación, pero todos los estados obligan a los niños a vacunarse contra la difteria, el tétanos, la polio y otro tipo de enfermedad­es, con un calendario recomendad­o por las autoridade­s.

De la misma manera, los 50 territorio­s abren las puertas a excepcione­s por razones médicas y casi su totalidad (47) a que los padres no cumplan la obligación por “razones religiosas”. Sólo 17 estados permiten usar como escudo antivacuna­s razones “filosófica­s” o morales.

La batalla entre los estados y los antivacuna­s es feroz y las consecuenc­ias van directamen­te relacionad­as a los derechos en cuanto al sistema educativo.

En California, por ejemplo, se eliminó recienteme­nte la exención “personal” y “religiosa” para la vacunación, lo que implica en la práctica que los niños sin protección no pueden inscribirs­e en las escuelas a menos que esgriman una razón médica. La restricció­n llegó tras una epidemia de rubéola en el estado: 131 personas enfermaron entre 2014 y 2015 de una enfermedad que se creía extinta en el país por un brote expandido por contagio entre no-vacunados.

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