El Universal

Tribunal Electoral bajo la lupa

- Por LOURDES MORALES CANALES Coordinado­ra de la Red por la Rendición de Cuentas. Profesora asociada del CIDE

Aprincipio­s de este año, se dio a conocer la encuesta sobre confianza hacia las institucio­nes que desde hace trece años realiza anualmente Consulta Mitofsky. En ella se corroboró que las institucio­nes con más bajo nivel de confianza son los partidos políticos y el Congreso. Las cifras también mostraban la crisis de confianza de institucio­nes como las electorale­s que poco a poco han sido acotadas y vulneradas por los propios partidos políticos.

El caso del Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación es todavía más emblemátic­o porque su función es brindar certeza a los procesos electorale­s. Como órgano especializ­ado del Poder Judicial, el Tribunalde­be mostrar que sus decisiones se hacen conforme a Derecho y no con criterios que dependen del partido o grupo político en discusión. A mes y medio de realizarse la elección más compleja de la historia reciente, existen al menos tres factores que siembran dudas fundadas sobre la neutralida­d con la que actúa la instancia que dará la constancia de mayoría al próximo Presidente de la República.

El primero, es la forma en la que llegaron los magistrado­s a la Sala Superior. Nombrados sin mayor claridad sobre los criterios que predominar­on sobre su supuesta idoneidad para el cargo, el Congreso aprobó en 2016 una reforma a la Ley Orgánica del Poder Judicial cuya única finalidad era ampliar el periodod elabores de cuatro de los siete magistrado­s. Bajo el lema# Sin Cuotas ni Cuates, organizaci­ones sociales, más de 20 mil ciudadanos y una acción de inconstitu­cionalidad interpuest­a por Morena y el PRD ante la Suprema Corte trataron de frenar el inexplicab­le “premio” a los magistrado­s.

El segundo, es la diferencia de criterios con las que las autoridade­s electorale­s han definido reglas y bases de la contienda. El TEPJF ha echado abajo acuerdos del INE cuya única función era coadyuvar a la equidad y la certeza. Esto sucedió con “cancha pareja” que pretendía normar la operación y difusión de los programas sociales durante los procesos electorale­s y fijaba criterios en propaganda gubernamen­tal. También con la prohibició­n del reparto de monederos electrónic­os que procuraba frenar la compra y coacción del voto y evitar la violación de derechos políticos de los más pobres. El Tribunal no lo vio así. Pero quizás la decisión más desaseada es la que otorgó el registro a Jaime Rodríguez Calderón El Bronco, subiéndolo a la boleta de un plumazo aún a pesar de las muchas trampas y el incumplimi­ento de la ley.

Esto nos lleva al tercer factor: encerrados en su torre de marfil y escudados en la definitivi­dad e inacatabil­idad de sus decisiones, los magistrado­s poco hacen para dar la cara a la ciudadanía. En febrero de este año, el TEPJF firmó un convenio con el órgano nacional de transparen­cia para impulsar acciones de “justicia abierta”. Ésta requiere no solo cumplir con las obligacion­es de transparen­cia sino utilizar un lenguaje llano y emprender acciones que acerquen la impartició­n de la justicia electoral a la sociedad. En este contexto es de celebrarse el proyecto de observació­n electoral que desarrolla la organizaci­ón Borde Político. Con una reconocida trayectori­a en el campo de la observació­n electoral, esta organizaci­ón recibió en 2015 el premio nacional de transparen­cia por su plataforma de “Justicia Abierta”. Borde Político se dará a la tarea de analizar a fondo 120 sentencias del TEPJF (80 correspond­ientes a la elección presidenci­al) y tratará de traducir el críptico lenguaje de los magistrado­s a la ciudadanía en general. También, revisará la calidad de la informació­n, verificará la transparen­cia con la que se conduce y revisará el manejo de las redes sociales de la instancia electoral. Sin duda, es una oportunida­d para acercar la justicia a los ciudadanos. También lo es para que el Tribunal recupere un poco de su credibilid­ad perdida y demuestre en los hechos que no quiere mandar al diablo a los ciudadanos.

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