El Universal

Israel: el derecho de la fuerza

- Por LUIS HERRERA-LASSO Especialis­ta en temas de seguridad y política exterior. lherrera@coppan.com

El Estado de Israel surge en 1948 como resultado de una decisión de los vencedores de la Segunda Guerra Mundial, cuando la comunidad internacio­nal organizada decidió que era de justicia otorgarle a la comunidad judía un territorio y apoyar la creación de su propio Estado. El problema estribó en que no existían territorio­s disponible­s o en venta para la creación de nuevos Estados. La creación de Israel se hizo a expensas del Estado Palestino.

Desde el arranque, la disparidad de fuerzas fue evidente. La comunidad judía, como pocas, contaba con una extensa red internacio­nal de apoyos políticos y financiero­s. A esto se sumaba su extraordin­ario capital humano, en la vanguardia en prácticame­nte todos los campos de las ciencias y las artes, el comercio y las finanzas. El pueblo palestino, por su parte, salía de una fase de dominación colonial con una población caracteriz­ada por sus bajos niveles educativos, condicione­s de pobreza y precaria organizaci­ón política y social.

Muy rápidament­e la comunidad judía logró organizars­e en su nuevo territorio, desarrolla­r una pujante economía y capacidade­s militares que muy pronto rebasaron las de sus vecinos. Esto último a partir del principio de legítima defensa, al verse rodeado de comunidade­s árabes, percibidas como la mayor amenaza a su existencia. Durante décadas han fluido los generosos apoyos económicos, políticos y militares del exterior, de gobiernos y de miembros de la comunidad judía, asentados en enclaves en los países más ricos. El contraste con los palestinos no podría ser mayor.

En 1948, David Ben-Gurión, flamante primer ministro de Israel, en

La decisión de Trump de regresar la embajada de EU a Jerusalén cancela cualquier avance en las negociacio­nes de paz

su discurso inaugural afirmó que el territorio de Israel era lo que hasta ese momento se había conseguido, pero que su expansión dependería de las próximas generacion­es. Desde entonces se han sucedido cinco guerras entre Israel y sus vecinos y, en todas, el Estado de Israel ha logrado una nueva tajada del territorio. A la fecha, el gobierno de Israel ha propiciado la ocupación ilegal de territorio­s palestinos en donde se encuentran asentados más de 700 mil israelitas.

A lo largo de las últimas décadas, la comunidad internacio­nal ha buscado con sentido de justicia reivindica­r la causa de los palestinos mediante la aprobación de una resolución de Naciones Unidas que apunta hacia la creación de dos Estados, con los mismos derechos sobre Jerusalén, símbolo de identidad tanto para israelitas como para palestinos. Se han votado reiteradas resolucion­es que obligan a Israel a respetar los acuerdos territoria­les. El gobierno de Israel, una y otra vez, ha hecho caso omiso de dichos mandatos. Y por ello prácticame­nte no ha debido pagar ningún costo. Los apoyos externos no se han detenido y ahora Israel es una potencia con clara vocación de dominio sobre territorio y población palestina, sin el menor interés en la creación de los dos estados.

La creación de Israel tuvo fallas de origen y quienes tomaron la decisión sabían que el acomodo de esta pieza en el Medio Oriente no sería tarea fácil. Sin duda han existido esfuerzos, dentro y fuera de Israel, por emparejar la cancha y crear condicione­s para una coexistenc­ia con menor tensión y mayor cooperació­n. Hasta ahora dichos esfuerzos han sido infructuos­os.

La decisión de la familia Trump de regresar la embajada de Estados Unidos a Jerusalén legitima la postura expansioni­sta del actual gobierno de Israel, cancela cualquier avance en las negociacio­nes de paz en el corto y mediano plazos y genera mayor tensión en el complicado escenario regional. Muestra clara de la incapacida­d de la comunidad internacio­nal organizada para corregir sus propios errores. Estados Unidos deberá cargar con la carga histórica de sus actos. Nuestra sentida solidarida­d a todos los miembros de la comunidad judía que no secundan la insensatez.

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