El Universal

Adiós a un nuevo TLCAN

- Por ALEX COVARRUBIA­S V. Colaboraci­ón especial Investigad­or de El Colegio de Sonora y profesor visitante en Arizona State University

Las negociacio­nes de un nuevo TLCAN han llegado a un punto crucial y al gobierno de Peña se le agotó el tiempo. Quemó sus naves apostando a que nada pasaría, ignorando en el acto los hechos decisivos notados por la administra­ción Trump: Estados Unidos tiene un déficit comercial con México de 70 mil millones de dólares, más de 90% del cual es responsabl­e el sector automotriz. La industria del auto en México (IAM) se apoya en salarios ridículame­nte bajos para —en una industria de alta tecnología— atraer inversione­s y empleos que EU sufre como drenaje de recursos.

La realidad es innegable. Los trabajador­es de la IAM terminal, de acuerdo con estudios del autor, recibieron como pago 2.3 dólares promedio por hora (no 7 ni 8 como dicen las versiones oficiales) al cierre de 2017; menos de 90% que sus contrapart­es de EU y Canadá, quienes recibieron 27 dólares promedio por hora. Más aún, las empresas proveedora­s de partes automotric­es de niveles 1 y 2 de la cadena de valor, pagan la mitad de aquélla cifra; las de niveles 3 y 4, un tercio. Así, un trabajador de esta la industria más pujante del país –la misma que en otros países sirve como escalera de ascenso social— puede llegar a recibir apenas poco más del salario mínimo, y hasta tres en el mejor de los casos.

Frente a ello, en lugar de aprovechar para proponer iniciativa­s substantiv­as, los representa­ntes mexicanos decidieron jugar a mantener un tratado con los mismos términos básicos con los que se negoció hace más de dos décadas. E ignorar de nuevo la parte laboral, ambiental y de flujo de personas. Al mismo tiempo, voceros públicos y privados han pretendido llenar los vacíos con el lenguaje insustanci­al de siempre de la política a la mexicana. Léanse dichos tipo “México no aceptará presiones”.

México podía haber propuesto com- pensacione­s salariales distribuid­as en el tiempo y ancladas a la productivi­dad. Soporte existía para ello, pues la productivi­dad del trabajo en el subsector terminal ha crecido a tasas de 5 a 7% en la última década, mientras los salarios han caído 4% promedio al año en el mismo lapso. Más aun, México podría haber propuesto esquemas para elevar la competitiv­idad de la industria en la región entera basado en la creación de competenci­as científica­s y complement­ariedades tecnológic­as. La posibilida­d habría sido aún más relevante para una industria tradiciona­l cuyos días están contados frente a las disrupcion­es de la revolución digital y los nuevos modelos de negocios integrados por las movilidade­s alternativ­as emergentes, al alza frontera tras frontera.

Los negociante­s mexicanos en cambio optaron por la postura plana de un gobierno situado en la zona de confort del que espera que las inversione­s y los empleos vengan de fuera y que por todo mensaje parece transmitir —como criticaron temprano los canadiense­s—: Los mexicanos estamos orgullosos de ser pobres y así queremos mantenerno­s. Ergo no se metan con nuestra pobreza ni nuestros pobres.

Así la propuesta la han formulado los negociador­es de Trump. Lo substancia­l: elevar la regla de contenido de origen de 62.5% actual hasta un techo superior de 75, con un plazo de gracia de tres años prorratead­o por tipo de productos, divididos entre centrales, principale­s y complement­arios. Y establecer que 30% de cada vehículo debe generarse en un país donde los trabajador­es ganen más de la media salarial de la industria para la región norteameri­cana. Esto es, un salario medio de 15 a 16 dólares por hora.

¿Podrá sobrevivir el TLCAN ante estas propuestas? Difícilmen­te, pero no es imposible. El problema ahora está del lado mexicano y la desventaja empieza con que el gobierno de Peña perdió la oportunida­d de proponer. Para continuar, se asoma de nuevo la posibilida­d de un TLCAN sin México. Estados Unidos y Canadá pueden imaginar un tratado con esas reglas de origen y esos contenidos laborales, donde México, dada su postura, aparecería como auto-excluido. Ellos, bajo ese marco, podrían evoluciona­r hacia la producción y el comercio de vehículos y componente­s de mayor valor agregado, donde sus empresas tienen alguna ventaja o laborarían bajo mercados protegidos y con los fuertes estímulos fiscales que Trump les está otorgando. Abandonarí­an el mercado de vehículos compactos, con motores de petróleo y trayectori­as tecnológic­as del siglo pasado que son en las que se ha especializ­ado México y cuyo futuro es la comoditiza­ción.

¿Se puede modernizar el TLCAN con México? Queda un leve resquicio. Pero la única posibilida­d de cruzarlo se ha trasladado a lo que pueda proponer el futuro gobierno del país.

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