Las lecciones aprendidas
La cancelación de la cumbre del 12 de junio en Singapur parecería ser resultado inmediato de los comentarios de la vicecanciller norcoreana y jefa nuclear negociadora, Choe Son-hui, amenazando a Estados Unidos con un enfrentamiento nuclear e insultando al vicepresidente Mike Pence, quien dijo que Corea del Norte podría tener un destino igual al de Libia luego de su desnuclearización.
Sin embargo, y a pesar de que Corea del Norte ha suspendido sus pruebas nucleares, liberó a tres estadounidenses de prisión y participó en la cumbre intercoreana, con Corea del Sur el 27 de abril, la cancelación de la cumbre era algo que ante una atenta mirada se veía venir. Durante la reciente visita a Pyongyang el 9 de mayo del secretario de Estado norteamericano Mike Pompeo, el gobierno norco- reano no ofreció propuestas logísticas para la propia reunión cumbre de Singapur. Posteriormente, Pyongyang canceló las conversaciones de alto nivel con Seúl y amenazó con retirarse de la cumbre de Singapur si Corea del Sur y Estados Unidos no suspendían el ejercicio conjunto Max Thunder, programado para este 26 de mayo. Más aún, la demolición de tres de los cuatro túneles nucleares de Pyunggye-ri —horas antes del anuncio estadounidense sobre la cancelación de la cumbre— ocurrió sólo con la presencia de periodistas extranjeros y sin la participación de inspectores de la Organización Internacional de Energía Atómica (OIEA) o de la Organización del Tratado de Prohibición de Armas Nucleares (CTBTO), capaces de su verificación.
Así, todo parecía indicar que ambas partes necesitaban de un pretexto para reconsiderar la abrupta cumbre, evento diplomático que no contaba con las condiciones políticas ni la voluntad probada de las partes y sí, en cambio, fue resultado de decisiones abruptas tomadas por líderes por demás temperamentales.
Para Washington, la desnuclearización es condición sine qua non para la normalización y la eliminación de armas, debe ser verificable e irreversible. Para Corea del Norte sigue siendo carta de negociación para un tratado de paz, para obtener concesiones económicas y dictar la agenda de la península coreana. ¿Cuánto tiempo tardará el régimen de Pyongyang en restablecer sus instalaciones subterráneas?
El camino a seguir seguirá siendo difícil, aunque con la lección por parte de casi todas los involucrados de ejercer más cautela al involucrarse con el régimen de Pyongyang en diplomacia de paz. La administración Trump ha convocado a Corea del Sur y Japón para enfrentar cualquier represalia y ha regresado a la habitual amenaza de destruir a Corea del Norte si lo pone a prueba.
Pyongyang, ante la confirmación de que se le puede aplicar el modelo libio —como lo expresaron el asesor de Trump John Bolton y el vicepresidente Mike Pence—, tiene aún margen de acción diplomática con China (Kim Jong-un ha visitado ese país dos ocasiones en menos de dos meses), puede emprender medidas para resarcir la ahora frágil relación con Seúl, y podría intentar dividir a los aliados con negociaciones bilaterales con Japón en temas pendientes, esperando ganar tiempo para avanzar en sus programas nuclear y de misiles. Pero sobre todo, el gobierno surcoreano debe ser más cauto, tanto con Pyongyang como con Washington. Olviden el Premio Nobel en esta ocasión, hay que aprender, en cambio, la amarga lección recibida.
Todo parecía indicar que ambas partes necesitaban de un pretexto para reconsiderar la abrupta cumbre