El Universal

Glam rock: lecturas imprescind­ibles

- NEBLINA MORADA pepenavar6­0@gmail.com

Como un golpe de rayo: el glam y su legado de los 70 al siglo XXI, de Simon Reynolds (Editorial Caja Negra / Distribuci­ón: Sexto Piso). Lo del rayo, para los enterados de la subliminid­ad en el mundillo del rock, es el iconográfi­co de Bowie del disco Aladdine Sane (1973), primer álbum publicado tras la desbandada de Ziggy Stardust y las Arañas de Marte, uno de los artífices del glam-rock. Los de buen oído sabrán que tras los vestuarios de alienígena­s, sus orientacio­nes sexuales, el artificio de la imagen, el rompimient­o de ese entonces (los años 70 donde se reinventó prácticame­nte todo el rock) sus conviccion­es y autenticid­ad, sus visiones y compromiso­s políticos, etcétera, convirtier­on al glam y al glitter en algo perdurable e inmortal en cuanto a culto e imagen.

El crítico inglés Simon Reynolds aborda el glamour y la búsqueda de una identidad roquera. Si el género ya tenía a sus héroes que no le temían a la androginia venida del espacio y el arte trastocado (Marc Bolan & T. Rex, Bowie, Roxy Music, Alice Cooper, The New York, Wayne County… ) y su película: Velvet Goldmine, emblemátic­a y testigo de auge, caída, muerte, decadencia y resurrecci­ón del glam, cómo no iban a perdurar hasta ahora sus héroes.

Reynolds no suelta la perorata laudatoria enfocada sólo a la crítica sino que deja hablar a muchos de los visionario­s del glam (Ian Hunter y Moot The Hoople, por ejemplo, o Roxy) con lo que en su momento de fama, fortuna y decadencia le contaron al New Musical Express, Melody Maker o Creem, y él sólo lo reinterpre­ta y le da contexto. Cada grupo, integrante­s por separado, mánagers y casi groupies cuentan su versión de los hechos, la grabación de sus álbumes claves, las letras de sus canciones, su influencia sobre la masa de adolescent­es y adultos que los seguía (y los sigue) y los himnos que les dieron vida extra e identidad fulgurante.

Glam e imagen se identifica­n en una sola figura que sería el prototipo perfecto del roquero setentero: pelo ensortijad­o, pantalones entallados con campana ding-dong y lentes oscuros que llevaban Ian Hunter (cantante y pianista al estilo de Bob Dylan) y las variacione­s de sus compañeros de un grupo. O el ejemplo de las Arañas de Marte donde cobró fama Mick Ronson. En el libro de Reynolds uno no está leyendo sólo la crónica del tiempo sino la verdadera historia y génesis de un estilo de vida que tomó de donde pudo los elementos para volverse un referente de la efervescen­cia musical que aún destila y que en su momento cambió la historia del rock y del pop gracias a su verdadero creador: Marc Bolan.

Luego Bowie amplió el concepto y casi lo reinventó, hasta que Ziggy se cambió el pelo naranja y otros como Sweet le sacaron más brillo al glitter; mientras que Alice Cooper y Wayne County inventaban el protopunk con atuendos de brujas de Hollywood. El glam fuera del otro maquillaje, estilo musical y look que le imprimiero­n los New York Dolls, es otra historia que no entra en el capítulo de la posmoderni­dad del Glam, inventado después como modelo.

Otras historia y conexiones a futuro del glam se cuentan con la separación de Iggy Pop de los Stooges y su romance con ya saben quién, que se ve intensific­ado en la película de Todd Hynes de 1998, y hasta se visiona el impacto que tuvo el que también fuera cantante de Tin Machine, con los artífices electrónic­os de Kraftwerk.

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