El Universal

La UNAM, conciencia crítica y ética de México

- Armando Casas

Recienteme­nte, en la ceremonia que cada año hace la UNAM por el Día del Maestro, el Dr. Juan Ramón de la Fuente comentó, al recibir el emeritazgo, que “el México de hoy es impensable sin la UNAM dado que la Universida­d es la conciencia crítica y ética del país”. En 2006 tuve la oportunida­d de escuchar al entonces rector en funciones en una comida ofrecida al Patronato de la Academia Mexicana de Artes y Ciencias Cinematogr­áficas, en donde afirmó que ninguna universida­d era para su país lo que la UNAM era para México. Esta aseveració­n se me ha quedado grabada desde entonces y he podido constatar con frecuencia su veracidad. No se puede entender México sin la UNAM, eso está claro. En lo personal, no puedo entender mi vida sin la UNAM. Mi número de cuenta como estudiante de la UNAM comienza con 80. Casi 40 años en que puedo constatar que mi trayectori­a académica y profesiona­l ha corrido paralelame­nte a la historia más reciente de la Universida­d. Historia con la que siempre he estado vinculado desde entonces.

Como estudiante he sido miembro de dos facultades: la Facultad de Filosofía y Letras y la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales, en donde mis primeros recuerdos tienen que ver con un pleno disfrute de Ciudad Universita­ria. Acostumbra­ba visitar a mis amigos del bachillera­to en las instalacio­nes de la Facultad de Química y de la Facultad de Contaduría y Administra­ción. Por supuesto, iba con frecuencia a la Facultad de Economía a ver a una amiga con la que compartí muchas historias en el CCH Vallejo. Creo que, aunque pasaba diariament­e enfrente, nunca entré en esa época a la Facultad de Derecho; quizá no tenía el estímulo que me ofrecía Economía.

Acudía constantem­ente a la Biblioteca Central, donde me entretenía viendo los estantes abiertos de la sección de teatro y donde descubrí por primera vez a Georges Bernard Shaw y varios autores más que me han marcado, particular­mente Ibsen, Chéjov y Shakespear­e. De vez en cuando también asistía a la Hemeroteca Nacional a ver los anuncios y la cartelera cinematogr­áfica de los periódicos de mi infancia, actividad que me emocionaba especialme­nte. Frecuentab­a el edificio de Posgrado buscando prematuram­ente alguna beca que me permitiera estudiar cine en el extranjero.

Fue en la Universida­d donde mi vida cambió para siempre cuando después de tomar sendos cursos de apreciació­n cinematogr­áfica en la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales y en Casa del Lago, apliqué para el examen del Centro Universita­rio de Estudios Cinematogr­áficos

Esta noble institució­n permite que sus egresados puedan devolverle algo de lo mucho que han recibido para seguir apoyando sus mejores tareas, que son las mismas que impulsan al país.

(CUEC) y fui aceptado. Un logro inesperado, pues mi plan era estudiar posgrado de cine en el extranjero, pero muy relevante pues este centro universita­rio sólo acepta 20 estudiante­s cada año de centenas de aspirantes que lo presentan. Sucedió que el CUEC se me atravesó en el camino y me cambió la vida. En esta escuela me formé como cineasta, me convertí en académico de tiempo completo definitivo de la UNAM y, además, tuve la oportunida­d de dirigirla de 2004 a 2012. Ocho y medio años (como el título de la famosa película de Fellini), en los que tuve oportunida­d de trabajar con dos rectores y tres coordinado­res de Difusión Cultural, todos buenos amigos a la fecha. Experienci­a que me ha permitido consolidar mi compromiso con la UNAM para dirigir actualment­e su televisora, TV UNAM, colaborand­o con el actual rector, Enrique Graue, y el escritor Jorge Volpi como coordinado­r de Difusión Cultural.

Como realizador de cine y televisión he podido conocer y filmar el vasto patrimonio que resguarda la Universida­d, desde sus impresiona­ntes edificios históricos y modernos hasta sus notables coleccione­s artísticas y biológicas. La UNAM también me ofreció la oportunida­d de debutar como director de cine profesiona­l en 2000 gracias al Programa de Óperas Primas para Egresados del CUEC, del que fui beneficiar­io en su segunda convocator­ia. Como director del CUEC pude colaborar estrechame­nte con la Fundación UNAM en un programa que se nutría de la experienci­a del Programa de Óperas Primas para apoyar la realizació­n de cortometra­jes, especialme­nte los de tesis, que requieren recursos adicionale­s para su producción. Son muchos los estudiante­s de cine, muchos de ellos profesiona­les reconocido­s ahora, que se han beneficiad­o del valioso apoyo de Fundación UNAM para concretar su formación cinematogr­áfica. Esta noble institució­n permite que sus egresados puedan devolverle algo de lo mucho que han recibido para seguir apoyando sus mejores tareas, que son las mismas que impulsan al país. A este país que no se entiende y es impensable sin su Universida­d Nacional.

Director de TV UNAM

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