Cuando la fiesta de 15 años se volvió popular
La celebración llegó a los barrios capitalinos en los 50, pero se piensa que surgió mucho tiempo atrás, cuando las élites latinoamericanas celebraban al estilo de las cortes europeas
Suenan trompetas, los instrumentos musicales levantan la voz en el disco de acetato comprado para la ocasión. La aguja del tocadiscos danza con la marcha triunfal. Avanzan a la pista de baile 14 damas y 14 chambelanes, detrás de ellos aparece la niña que cumple 15 años con vestido larguísimo, flotante.
En las calles chilangas esta escena era común en los 60. Si las posibilidades económicas eran buenas se cambiaba el acetato por una orquesta; los sándwiches por comidas de tres tiempos; la cerveza y el pulquito por whisky o brandy. Incluso se rentaba una carroza con forma de calabaza para transportar a la señorita y en vez de chambelanes había militares.
La historiadora Mayavel Saborío explica que, aunque se suele asociar el origen de esta celebración a un pasado prehispánico —cuando los mexicas realizaban un rito para explicar a las jóvenes las responsabilidades propias de su edad— ésta se relaciona más con las presentaciones de las señoritas en las cortes europeas. Luego, a mediados de los 50 estos bailes llegaron a los barrios populares, cayeron en desuso en los grupos sociales que inicialmente los hacían y se nutrieron de las culturas de América.
Con este rito de paso, la niña comienza a ser vista como mujer. Para la antropóloga Lorena Favier también representa un ascenso socio-económico metafórico a la aristocracia.
Tiempo de vals.
“Imagínate en traje negro, en un salón, con corbata y guantes blancos, se veía hermoso”, describe Raúl Molina, quien fue chambelán por primera vez en los 60. Su bigote se mueve pulcro al compás de su boca al recordar, por 20 años enseñó coreografías para estas fiestas.
Poco a poco las damas fueron menos usuales: “las quinceañeras ya no querían a las 14 damas porque a veces lucían más”, relata. A su parecer ya poco se “valsea”, ahora se bailan canciones románticas a ritmo del vals.
A principios del siglo XX entre las élites urbanas se realizaban estos festejos “para presentar ante la sociedad a la joven núbil y casadera”, asevera la antropóloga Cristina Oehmichen.
Esta edad también es significativa para organismos como la Organización Iberoamericana de la Juventud, la cual cataloga como personas jóvenes a quienes tienen entre 15 y 29 años. Según datos del Inegi, en el 2014 en México el 62.3 por ciento de las mujeres inició su vida sexual en este periodo. Para el 2015 el 55.3 por ciento de las jóvenes dentro de este rango eran solteras y el 40.1 por ciento estaban unidas o casadas.
Cuando Eugenia Navarrete festejó sus 15 años, en los 80, no pensaba en el matrimonio, para ella la ocasión fue una bonita reunión familiar. “Era como lo esperado, no importaba el nivel social que fuera, eran los quince años, algo había que hacer”, cuenta después de quitarle el polvo a sus fotografías y, de paso, a las historias. Seis meses antes de la fecha su familia trabajaba unida para tener todo listo.
Eugenia forma parte de la galería fotográfica de quinceañeras que adornan las salas mexicanas: después de la misa de acción de gracias se solía ir a un estudio fotográfico. Los escenarios han cambiado un poco, algunas adolescentes optan por hacerse eternas en lugares como el Ángel de la Independencia, o bien, pasean en limusina por la ciudad, como Daira Moreno, quien prefería irse a un crucrero de quinceañeras, pero su familia y amigos le hablaron de la buena experiencia de una gala.
Ella duda si ahora se siente diferente: “en cierto modo como que mi mamá ya me deja más responsabilidades, aunque no sea una gran edad, pero como tengo una hermana más pequeña pues ya me deja más responsabilidades”, dice.
“Yo pienso que es como una edad más (15 años), o sea, no pienso nada de que es como de ya ser mujer y todo eso, pero creo que nada más es un cumplir otro año más de vida”, expresa al contrario Lucero Martínez, quien está por llegar a esa mítico momento y ya tiene en la espalda la identidad de mochilera, desea conocer Italia cuando cumpla 18: “desde chiquita a mí me ha llamado la atención explorar o viajar por el mundo”.
Afirman que los 15 años sólo se viven una vez, pero para Luisa Villerías no es así: en su 50 aniversario su familia recreó para ella la tradicional fiesta, cerca de 50 invitadas con vestidos ampones fueron a una reunión que costó cien mil pesos. “Mi corazón lo tengo joven, me sentí otra vez una quinceañera, una princesa”, dice.