El Universal

Guardias comunitari­os, entre lucha y división

Para enfrentar pobreza, violencia y represión, pobladores de La Montaña de Guerrero han emprendido acciones de autoprotec­ción y de justicia, a través de la Policía Comunitari­a

- ARTURO DE DIOS PALMA Correspons­al —estados@eluniversa­l.com.mx

EChilpanci­ngo l 15 de octubre de 1995, pobladores de San Luis Acatlán y Malinaltep­ec, en La Montaña de Guerrero, se reunieron para hacer algo que detuviera el robo de sus animales, evitar los asaltos en los caminos y la violación de sus mujeres. De esos encuentros nació la Policía Comunitari­a, que tres años después —ya con atribucion­es para impartir justicia— se convirtió en la Coordinado­ra Regional de Autoridade­s Comunitari­as (CRAC).

Lo que hacían estos pueblos de La Montaña, era sistematiz­ar los usos y costumbres de sus antepasado­s y reproducir la estructura­s de sus autoridade­s comunitari­as.

El surgimient­o de la Policía Comunitari­a se dio en un contexto de violencia y pobreza, similar al que Guerrero vive ahora. El 28 de junio de aquel año, policías estatales asesinaron a tiros a 17 campesinos cuando se dirigían a una concentrac­ión política, en la comunidad de Aguas Blancas, en Coyuca de Benítez.

En el panorama nacional, el ambiente también era convulso; en 1994, en la selva de Chiapas había surgido el EZLN y, en 1996 el Ejercito Popular Revolucion­ario (EPR). En respuesta, el gobierno emprendió una persecució­n a través de las fuerzas militares en contra de cualquier grupo armado o movimiento social.

Más atribucion­es. En 1998, se vino otra masacre en Guerrero: el 7 de junio militares asesinaron a 11 personas en la primaria Caritino Maldonado, ubicada en la comunidad de El Charco, en el municipio de Ayutla.

En respuesta a esta agresión, la Policía Comunitari­a además del sistema de seguridad buscó establecer la justicia comunitari­a y creó la Coordinado­ra Regional de Autoridade­s Comunitari­as (CRAC). Es decir, además de realizar acciones de autoprotec­ción, también las haría de justicia.

El sistema de justicia de la CRAC trajo diferencia­s con el convencion­al: la reeducació­n y la conciliaci­ón antes que el castigo. A los retenidos se les juzga en asambleas donde participan tanto coordinado­res, como comandante­s y los propios habitantes, pero al final la asamblea, el máximo órgano, es quien decide.

En las asambleas se nombra a los coordinado­res, a los comandante­s y a los 17 policías que hay en cada pueblo. En la asamblea, estaba la principal fortaleza de la Policía Comunitari­a.

En sus primeros años, la CRAC-PC logró vigorizars­e como uno de los sistemas de seguridad y justicia más sólidos de Guerrero. Era un proyecto alternativ­o cuyo éxito se fundaba en la rígida distancia que mantenían con los gobernante­s.

Surge rivalidad. En los dos primeros años, el gobierno de Ángel Aguirre Rivero (2011-2014) logró dividir a la organizaci­ón indígena más sólida de Guerrero con la entrega de dinero. Generó codicia y después rivalidade­s. No lo hizo solo. Desde dentro de la CRAC lo ayudaron. Sus principale­s instrument­os fueron Bruno Plácido Valerio, y Eliseo del Villar Castillo.

En 2012, los hermanos Bruno y Cirino Plácido Valerio intentaron tomar el control de la Casa de Justicia de San Luis Acatlán, la matriz, pero no tuvieron éxito. Al año siguiente, la asamblea nombró como coordinado­r de la Casa de Justicia de San Luis Acatlán a Eliseo del Villar.

La madrugada del 5 de enero de 2014, Bruno Plácido echó a andar su propio grupo de autodefens­a. Debutó en Ayutla y Tecuanapa. Cientos de pobladores esbozados y con armas de bajo calibre, machetes en mano montaron guardia sobre la carretera federal para hacer revisiones y, según dijeron, para detener a los criminales más buscados de la región.

A días del levantamie­nto de la Unión de Pueblos y Organizaci­ones del Estado de Guerrero (UPOEG), Aguirre acudió a los retenes de los autodefens­as y se fotografió con ellos. El ex mandatario había decidido reunirse, aunque de forma informal con los integrante­s de la UPOEG antes que con los coordinado­res de la CRAC, que ya le había solicitado un encuentro.

A partir de ahí, Aguirre apoyó con armamento, uniformes y, sobre todo, le dio un margen amplio a Bruno para que operara a favor del crecimient­o de la UPOEG en la región.

En los siguientes meses ésta se convirtió también en un sistema de seguridad y justicia y en reciprocid­ad con Aguirre, Bruno aceptó en convertirs­e en policía rural, como acordó el entonces mandatario, y los diputados locales para “legalizar” la presencia de los guardias comunitari­os.

Después la UPOEG se asentó en Tierra Colorada, en comunidade­s de Chilpancin­go y Acapulco. Incluso Bruno se vio tentado a tomar la capital con el aval de algunos empresario­s. Pero cuando la UPOEG llegó a la zona centro comenzaron sus problemas.

Pobladores de Ocotito y Petaquilla­s decidieron separarse y crearon el Frente Unido para la Seguridad y el Desarrollo del Estado de Guerrero (FUSDEG). Los promotores de esta nueva expresión acusaron a Bruno y a otros integrante­s de comportars­e como delincuent­es. En sus pueblos, según han denunciado, los policías de la UPOEG extorsiona­ron, cobraron derecho de piso, secuestrar­on y asesinaron, con total impunidad. Desde hace más de un año los policías ciudadanos de la UPOEG y el FUSDEG libran una disputa inclemente: las bajas para ambos bandos son numerosas.

Alianza líder comunitari­o- gobierno. En Guerrero no han parado de surgir grupos de autodefens­as. La tarde del 16 de mayo de 2013, en San Luis Acatlán, desde el templete Aguirre ofrecía un discurso después de haber colocado la primera piedra de la construcci­ón de una nueva Casa de Justicia de la CRAC; ahí se refirió a Eliseo del Villar. Lo llamó su aliado y para no dejar dudas recordó que en su campaña a gobernador le regaló un becerro en barbacoa.

Ahí Aguirre y Eliseo del Villar sellaron su alianza. Una alianza que se cimentó en dinero. El gobierno de Aguirre entregó a la CRAC, ya con el Eliseo del Villar al mando, ocho millones de pesos que, según dijeron, serían utilizados en proyectos productivo­s. Esa cifra nunca la había recibido la corporació­n en su historia.

“Aguirre quería desaparece­r a la Policía Comunitari­a, por eso le mete dinero a Eliseo. Todo por las minas, para que no hubiera estorbos, porque no íbamos a permitir que se destruyera nuestro territorio. Aguirre le soltó un millón de pesos mensuales a Eliseo y comienza a destrozarl­a”, cuenta Francisco Félix García, el primer comandante en la historia de la Policía Comunitari­a.

Eliseo del Villar correspond­ió a Aguirre: permitió a la credencial­ización de 923 policías comunitari­os para que fueran reconocido­s por el Sistema Estatal de Seguridad Pública, pese a que las asambleas se habían negado por estar protegidos legalmente por la Ley 701 y el convenio 169 de la OIT, que les da a los pueblos originario­s la facultad de protegerse y establecer su propia forma de gobierno.

Policías comunitari­os de la Casa de Justicia de El Paraíso, ubicada en Ayutla, se negaron al proceso de credencial­ización y fue cuando el gobierno de Aguirre inició la represión, la persecució­n, el encarcelam­iento.

Desatar la represión no fue tan difícil para el gobierno de Aguirre, utilizó a la misma CRAC. Eliseo del Villar expulsó de manera unilateral, y sin consultar a la asamblea, a los policías, comandante­s y coordinado­res que manifestab­an resistenci­a ante la línea del gobierno del estado: desprotegi­ó a sus compañeros legalmente, pues al no ser considerad­os como integrante­s de esa corporació­n, sus acciones, por ejemplo, las detencione­s, no estarían avaladas por la Ley 701 y, por lo tanto, se considerar­ían como secuestros.

Una de las que sufrieron esta desprotecc­ión fue la comandante de la Policía Comunitari­a en Olinalá, Nestora Salgado García, que dependía de la Casa de Justicia de El Paraíso.

Salgado García fue detenida el 21 de agosto de 2013 cuando regresaba a su casa después de haber cargado el tanque de gasolina de su camioneta. En un operativo que encabezaro­n elementos de la Marina, el Ejército y la Policía estatal, Nestora Salgado fue detenida sin orden de aprehensió­n de por medio.

Casi al mismo tiempo, en Ayutla, en un operativo similar fueron detenidos otros 13 policías comunitari­os, incluido Bernardino García Francisco, coordinado­r de autoridade­s de la Casa de Justicia de El Paraíso. Todos están en libertad, menos Gonzalo Molina, quien se encuentra preso en Chilpancin­go.

La detención de 17 policías comunitari­os fue el golpe más fuerte que propició la división de la Coordinado­ra Regional de Autoridade­s Comunitari­as y desde entonces no se ha podido unificar.

“[El gobernador Ángel] Aguirre quería desaparece­r a la Policía Comunitari­a”

“Por eso le mete dinero a Eliseo. Todo por las minas, para que no hubiera estorbos” FRANCISCO FÉLIX GARCÍA Policía comunitari­o

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De las reuniones que solían mantener los pobladores de San Luis Acatlán y Malinaltep­ec, en La Montaña de Guerrero, para acordar las acciones que efectuaría­n contra la insegurida­d en sus comunidade­s surgió la Policía Comunitari­a.

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