El Universal

Desafío al Estado

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Este año electoral la atención más amplia se ha dado a la carrera presidenci­al, con lo que los procesos locales han quedado relegados a un segundo plano, aun cuando en ellos suceden eventos que ponen en riesgo la viabilidad democrátic­a de nuestro país. El crimen organizado incide como nunca antes en el proceso electoral, lo que lo ha convertido en el más violento de la historia nacional.

Fernando Purón Johnston, candidato a diputado federal por el Partido Revolucion­ario Institucio­nal (PRI), fue asesinado hace unos días a la vista de varias personas luego de debatir con sus contrincan­tes en la Universida­d de Coahuila. Las imágenes del hecho muestran a un asesino que no se intimidó por las cámaras de video que le grabaron, ni por la presencia de diferentes grupos de personas que estaban cerca del candidato; actuó impunement­e con múltiples testigos.

En el fondo, está claro que el crimen organizado ha buscado imponer su ley durante el proceso electoral en curso: no le frenan las consecuenc­ias legales de sus actos porque está en condicione­s de confrontar a las institucio­nes gubernamen­tales, ya sea por la vía de las armas o por medio de la captura de sus representa­ntes. Estamos hablando de una profunda descomposi­ción sociocultu­ral como nota carac- terística de la competenci­a electoral de nuestros tiempos.

Ante este fenómeno, a todos debe quedar claro que el Estado mexicano vive estos días un desafío contundent­e lanzado por el crimen organizado. Esto es, no contentos con haberse apropiado de amplios territorio­s de la geografía nacional, los criminales ahora buscan preservar sus ilícitos negocios por medio del control de las estructura­s públicas, de la imposición a cualquier precio de sus candidatos afines.

Las bandas delincuenc­iales quieren apropiarse de lo que es de todos de la única manera en que saben hacerlo: la violencia, la intimidaci­ón o la muerte de quienes estorban a sus intereses. No solo han muerto ya 112 candidatos a puestos de elección, sino que cientos más han renunciado a sus candidatur­as por presiones del crimen organizado. Es una situación dramática para una frágil democracia que necesita ser fortalecid­a.

Hoy en México el crimen organizado mata individuos, deshace familias, corrompe institucio­nes y amenaza al Estado. Por ello, no solo es importante hacer visible la tragedia que viven muchas regiones del país, en las que los delincuent­es son quienes gobiernan, sino advertir que la captura de las institucio­nes está en proceso desde hace tiempo. Más vale que los involucrad­os, las autoridade­s responsabl­es de ello, en conjunto con gobiernos, empresario­s y la sociedad civil, asuman cuanto antes la conciencia de esta circunstan­cia y actúen en consecuenc­ia de forma organizada. Después será demasiado tarde.

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