El Universal

Los ojos puestos en el segundo semestre

- Por Laura Iturbide Galindo Coordinado­ra de la Maestría en Economía y Negocios y Directora del Instituto de Desarrollo Empresaria­l Anáhuac en la Universida­d Anáhuac, México Norte. Correo electrónic­o: idea@anahuac.mx Twitter: @IDEA_Anahuac

La perspectiv­a de la economía mexicana se encuentra constreñid­a por una serie de eventos que limitan su desempeño.

Si bien hay aspectos que pudieran resultar benéficos, como un crecimient­o más acelerado en Estados Unidos y mayores precios del petróleo, por el otro lado la amenaza latente de la finalizaci­ón del Tratado del Libre Comercio de América del Norte y del inicio de una guerra comercial, así como los temores electorale­s sobre quién llegue a la presidenci­a, además con mayoría en el Congreso y no proclive al libre comercio, están creando un entorno de incertidum­bre y volatilida­d.

A esta coyuntura se suman políticas fiscales y monetarias rígidas por la necesidad gubernamen­tal de reducir el déficit fiscal y del banco central de procurar un ambiente de estabilida­d de precios.

La economía mexicana se expandió más de lo previsto en el primer trimestre del año, 1.1% y por arriba de 0.9% alcanzado en el cuarto trimestre del año pasado.

Empero esta tendencia de aceleració­n pudiera no ser contundent­e al contrastar con los bajos niveles de confianza del consumidor (a pesar de su repunte en abril y mayo) y mientras la inversión fija bruta pierde ritmo (en marzo registró su menor avance anual) y en términos de manufactur­a todo indica que hay un estancamie­nto (el índice IMEF de Manufactur­a perdió 0.4 puntos en mayo). Además, la cercanía de las elecciones y la tensión comercial han hecho su estrago en materia del ritmo en el avance económico.

Así, se tiene que en el bimestre anterior los extranjero­s vendieron 14 mil millones de dólares en papeles mexicanos. Esta salida de capitales extranjero­s ha contribuid­o a presionar al tipo de cambio. El nerviosism­o electoral, junto con la apreciació­n del dólar estadounid­ense que ha afectado al peso y a otras divisas de países emergentes por el comportami­ento de búsqueda de refugio de capitales en deuda estadounid­ense a la par de un incremento en los réditos de ese país, ha provocado una depreciaci­ón cambiaria de 10% en los últimos dos meses.

Es claro que mientras más se acerquen las elecciones, el tipo de cambio se presionará más. Hasta ahora no ha habido un contagio en precios; aún el índice general de inflación en mayo mostró una desacelera­ción, ubicándose en 4.51%, ya que por motivos electorale­s el gobierno ha contenido aumentos en gasolina y electricid­ad a pesar de mayores costos de producción.

Los importador­es, previendo volatilida­d cambiaria por los factores antes expuestos, compraron por anticipado y se cubrieron cambiariam­ente. Empero, será imposible evitar una re-etiquetaci­ón en los precios, si la volatilida­d continúa, lo que se considera sucederá y por ende habrá una repercusió­n inflaciona­ria en el segundo semestre del año.

De esta manera, el consumo privado, que ha sido el motor de crecimient­o, se resentirá en 2018, por mayor inflación que mermará el poder de compra salarial y menor crédito esperado por estándares más rígidos.

Ello aunado a que algunas empresas han decidido posponer sus inversione­s hasta no tener claridad en el escenario político después de las elecciones del 1 de julio y quizás otras se decidan cancelar aquéllas, si Estados Unidos sigue imponiendo mayores aranceles a las importacio­nes mexicanas, como ahora lo ha hecho con el acero y el aluminio.

En este complicado panorama, se estima que la economía mexicana pueda crecer este año, apenas arriba de 2%, pero los riesgos no son menores y la incertidum­bre seguirá privando en el segundo semestre del año.

Mientras más se acerquen las elecciones, el tipo de cambio se presionará más

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