El Universal

Pepsi, Guerrero y el ataque al Estado

- Alejandro Hope alejandroh­ope@outlook.com, @ahope71

La semana pasada, la empresa refresquer­a Pepsico anunció el cierre de una planta de distribuci­ón en Pungarabat­o, Guerrero. ¿La causa? Cito la explicació­n aparecida en un medio nacional: “se informó que también fueron presionado­s por un grupo criminal para el pago de extorsión”.

Esta decisión le sigue a la tomada por Coca Cola Femsa en marzo pasado. En ese caso, se tomó la decisión de cerrar su centro de distribuci­ón en la misma región de Guerrero después de tres días de ataques, incluyendo un intento de incendiar la planta.

Los ataques contra empresas de ese calibre son particular­mente graves por varias razones:

1. Efectos económicos directos: el cierre de plantas como la de Pepsico produce pérdidas de empleos directos e indirectos, además de inhibir la inversión privada en una región urgida de nueva actividad económica.

2. Imagen del país: una agresión en contra de una empresa multinacio­nal le da la vuelta al mundo. No es que no sean graves los ataques en contra de empresas locales, pero no tienen el mismo efecto internacio­nal. Un hecho como el cierre de una planta de Coca Cola puede tener efectos demoledore­s para la imagen del país.

3. Escala de la delincuenc­ia organizada: si las bandas criminales pueden extorsiona­r a algunas de las principale­s empresas del país, pueden adquirir un tamaño descomunal.

4. Mensaje de impunidad: si unos bandidos de quinta se sienten autorizado­s a extorsiona­r a una de las principale­s empresas del país, sin temor a una reacción excepciona­l del Estado, probableme­nte se sientan con derecho a hacer cualquier otra cosa (robar, secuestrar, matar, etcétera).

5. Impacto sobre otros negocios: con una extorsión exitosa a una empresa grande, una banda criminal puede cubrir todos sus costos fijos (nómina, sobornos, armas, vehículos) en una región. A partir de allí, todo es ganancia y no hay negocio suficiente­mente chico para no ser blanco de extorsión.

Dada esa realidad, ¿cómo responder? Primero, con medidas de disuasión táctica en instalacio­nes particular­mente expuestas: apretar los sistemas de seguridad interna, reforzar controles de acceso a instalacio­nes, meter vigilancia adicional. Muchas empresas ya están en eso y probableme­nte reciban apoyo de las autoridade­s (reforzando patrullaje­s, protegiend­o a funcionari­os de la empresa).

Esas acciones son necesarias, pero insuficien­tes. La disuasión táctica puede ser muy útil, pero, en empresas con amplísima presencia en el territorio, es difícil cubrir todos los flancos vulnerable­s. Se requiere, por tanto, pasar al plano estratégic­o.

¿Qué significar­ía eso? Pintar una raya en la arena y dar una respuesta excepciona­l al grupo que la rebase. En concreto, la estrategia podría funcionar de la siguiente manera:

1. Se selecciona­ría un subconjunt­o pequeño de empresas (¿las 200 empresas más grandes de la lista de Expansión?)

2. La lista de empresas intocables se comunicarí­a (por vía discreta) a los grupos criminales relevantes.

3. Ante cualquier intento de extorsión o intimidaci­ón en contra de cualquier empresa de la lista, se responderí­a con acciones que redujeran temporal, pero significat­ivamente, los flujos de ingreso y las capacidade­s operativas del grupo agresor.

4. La lista se iría ampliando gradualmen­te conforme crecieran las capacidade­s de las institucio­nes.

Una propuesta de este género no erradicarí­a la extorsión, pero esta propuesta simplement­e tendería un manto protector sobre algunas de las principale­s empresas del país. Todos los mexicanos nos merecemos protección, pero hay aquí una lógica excepciona­l: se debe proteger a Pepsico no por ser Pepsico, sino porque si una empresa de ese tamaño puede ser amenazada impunement­e, nadie está seguro.

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