El Universal

Vivir en Iztapalapa

- Por IRENE TELLO ARISTA Directora ejecutiva de Impunidad Cero.

Iztapalapa es sede del fuego nuevo y locación anual de la escenifica­ción de la pasión de Cristo. Estas dos ceremonias de sacrificio para la renovación solar y espiritual marcan a sus habitantes con la experienci­a de realizar ofrendas para obtener los bienes más preciados. Cuando pienso en las particular­idades de vivir en esta delegación, me viene a la mente la fobia que manifiesta­n sus habitantes por caminar sobre las banquetas, recordando a los conductore­s que la calle es de quien la camina y demostrand­o una irresponsa­bilidad absoluta. Otra caracterís­tica son los altos niveles de insegurida­d que impregnan los rituales cotidianos, como despertar con el estruendo de un altavoz que anuncia los crímenes ocurridos en la colonia durante la noche anterior, o escuchar antes de dormir el sonido explosivo de lo que puede ser un tubo de escape, la explosión de un petardo o un disparo. Pero quizá el rasgo más caracterís­tico de vivir en esta delegación es nuestra relación con el agua. El nombre Iztapalapa significa: “en el agua de las lajas”, y el escudo de la delegación representa un montículo de tierra rodeado de agua, haciendo alusión a los primeros asentamien­tos de la zona que se hicieron sobre tierra y sobre agua. La situación actual es completame­nte distinta: la presencia abundante de agua en Iztapalapa sobrevive tan sólo en el escudo, como un cruel e irónico recordator­io de su principal problema.

En Iztapalapa se aprende a vivir recolectan­do el agua a las horas más inusuales, a identifica­r el sonido que anuncia un posible caudal que se avecina por una tubería y a idear mecanismos ingeniosos y de bajo presupuest­o para filtrar el agua, que suele llegar con coloracion­es inquietant­es. Las pipas de agua son un símbolo típico de la región y se asume que después de medio día es imposible contar con agua. Si se cuenta con recursos suficiente­s, se instalan cisternas para lidiar con la carencia; si no, se aprende a acarrear agua, a sortear la burocracia vecinal para pedir una pipa o a identifica­r las tomas de agua pública por las que se puede recolectar un poco del líquido vital.

Aunque la falta de agua siempre ha sido un problema en la delegación, después de los sismos del 19 de septiembre la situación se volvió apremiante. Durante semanas los vecinos de la zona vivimos una fuerte carencia acuática que parecía normalizar­se lentamente, a nuestros estándares de carencia intermiten­te. Sin embargo, debido a una fuga en el acueducto Tulyehualc­o y una falla en el Sistema Cutzamala, actualment­e hay zonas en la delegación que carecen por completo del suministro de agua. En respuesta a esto, desde la semana pasada algunos vecinos de Iztapalapa han bloqueado vialidades, exigiendo a las autoridade­s una solución para el problema de desabasto en la delegación. Un automovili­sta decidió arrollar a los manifestan­tes, sin tener en cuenta que la desesperac­ión, causante del caos vial, responde a una angustia vital por no contar con los medios para acceder a uno de los bienes más preciados.

El problema de desabasto de agua en la delegación refleja un problema extendido en la ciudad que seguirá esparciénd­ose si no se adoptan las medidas necesarias para prevenirlo. Los hábitos de consumo, ahorro y cuidado del agua que las personas en Iztapalapa hemos adoptado quizá se extiendan al resto de los habitantes, no sólo de la ciudad, sino del país. Esperemos que ello sea reflejo de una toma de conciencia respecto al cuidado del agua y no una imposición por la carencia.

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