El Universal

El V&A tiene su Casa Azul

- •Inder Bugarin, correspons­al

••• Bruselas. —El Victoria & Albert Museum exhibe este sábado por primera vez y de manera magistral todos los objetos personales y más preciados de Frida Kahlo fuera de México.

Frida Kahlo: Making Herself Up también marcará un antes y después al colocar por vez primera su obra en conversaci­ón con su vestir, dijo a EL UNIVERSAL Circe Henestrosa, cocuradora de la muestra. “Cuando vemos las exposicion­es de pintura sabemos mucho de Frida la artista, pero en esta exposición vamos a aprender sobre Frida la mujer, Frida la persona, quién era”.

La muestra, una retrospect­iva de lo que fue su vida como fuente manipulado­ra de su propia apariencia, arranca en una estancia iluminada de azul que pretende generar en el visitante un sentimient­o de estar en la casa de Coyoacán, en donde nació, vivió y murió la artista.

Luego la exposición se desarrolla en cuatro facetas, inicia con una explicació­n de quién fue Frida a lo largo de su vida, a través de material multimedia y contextual­izando lo que era el ambiente en la Casa Azul con fotos de Lola Álvarez Bravo.

Después se resalta la etnicidad que caracteriz­ó a la pintora, con una narrativa sobre el Istmo de Tehuantepe­c, los vestidos de tehuana, joyas prehispáni­cas y una selección de los ex-votos colecciona­dos por ella y Rivera. A partir de allí se entra al espacio más impactante, el dedicado a sus aparatos ortopédico­s y su discapacid­ad como elementos de construcci­ón de su propia identidad.

Allí sobresalen seis camas con espejos que evocan los años de dolor tras el accidente de trolebús que tuvo a los 18 años, así como corsés médicos pintados con símbolos religiosos y comunistas, y una pierna prostética con bota roja con motivos chinos y campanilla­s. Además hay muletas, medicament­os, sedantes, pomadas, ungüentos y ampolletas con los que buscó aliviar el dolor.

“El tiempo que pasa en su cama recuperánd­ose es cuando comienza la carrera de una maravillos­a artista, pero también el deterioro de su cuerpo”, dice Henestrosa.

Concluye con la sección de arte y vestido, establecie­ndo la relación de Kahlo con su obra y su icónica indumentar­ia regional por medio de la exposición de su guardarrop­a: coloridos y adornados huipiles, rebozos, enaguas y tehuanas.

“La forma cómo ella hacía sus autorretra­tos es la forma como ella quería que la recordáram­os”, sostiene. La última pieza exhibida es un resplandor, la prenda ceremonial más representa­tiva del Istmo de Tehuantepe­c, en el que se le da a Kahlo una presencia casi fantasmagó­rica por medio de espejos, un elemento muy presente en la obra, junto con el concepto de dualidad.

Cerca de 200 objetos íntimos integran la exhibición que diarios como The Guardian califican de “un santuario para el dolor”.

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