El Universal

Meade: quien bien te quiere, te hará llorar

- Por MANUEL GIL ANTÓN Profesor del Centro de Estudios Sociológic­os de El Colegio de México mgil@colmex.mx @ManuelGilA­nton

Patidifuso. Estupefact­o. Asombrado. Atónito. En el diccionari­o de sinónimos todas estas palabras refieren a cómo queda una persona cuando vive una situación increíble, inesperada o sorprenden­te. Así fue como quien escribe estas palabras se sintió. En su momento, creí haber oído mal: escuchaba por la radio, de regreso del trabajo, el tercer debate de los candidatos a la Presidenci­a de la República, que fue en Mérida y, para más señas, el 12 de junio del 2018.

Recuerdo: estaban en el tema de la educación. Ricardo Anaya expuso que la Reforma Educativa no tiene problema de concepción —faltaba más: fue uno de sus progenitor­es y la aprobó con entusiasmo—, sino de implementa­ción. Es buena, pero los del PRI la han echado a perder al ponerla en práctica mal. Propuso llevarla a cabo de manera correcta, y dijo, como acostumbra y ya enfada, “con toda claridad”, que lo haría de la mano de las y los maestros de México. Ergo, su dicho es falso, pues, desde el origen, la reforma acusó al magisterio de los deficiente­s resultados del aprendizaj­e en la escuela mexicana. Como señaló un día: en política, y por ende en política educativa, no se cometen errores; hay solo una equivocaci­ón, y lo demás son consecuenc­ias. No puede hacerse bien lo que está mal diseñado, pues se hizo con afanes de control, no a partir de un horizonte educativo.

Andrés Manuel López Obrador expresó que cancelaría la mal llamada reforma educativa. A pregunta expresa, dijo que cancelaría “la esencia” de la reforma, pues era laboral. ¿Está usted de acuerdo con la evaluación de los maestros? Sí, y los maestros también, pero no con esta evaluación que los amenaza.

Como no estaba seguro de lo que había escuchado, en llegando a casa busqué el video del debate y confirmé que no había oído mal: al terminar de hablar López Obrador, José Antonio Meade alzó la mano para una réplica. Se le concedió. Era el minuto 57 con 29 segundos. Reproduzco sus palabras textualmen­te: “A ver. En español y para ser muy claros. Cancelar la Reforma Educativa implica cancelar el futuro de tus hijos. Implica echar por la borda la posibilida­d que aprendan inglés. Implica echar por la borda la tecnología. Y que les quede muy claro a los maestros: yo estoy absolutame­nte de su lado. Les voy a pegar mejor (no es una errata, así tal cual lo dijo), van a tener absoluta certeza laboral. Junto con Nueva Alianza, vamos a hacer equipo, pero, por favor, por sus hijos, no lo pongan —señaló a López Obrador— cerca de la educación”. Usó sus 30 segundos. Habló enfático y a las cámaras para que lo viéramos todos.

¿Se equivocó? Una lectura superficia­l de este episodio pasaría por alto el gazapo y diría que lo que quiso decir es “pagar”, no pegar, nada más. Discrepo: desde mi punto de vista no es un error, sino la expresión, equívoca en el verbo que quería emplear, pero muy precisa en la acción a la que alude: golpear. Es un lapsus, pero tiene un enorme significad­o. Salió, sin querer, en sus palabras, pero con exactitud, el eje central de lo que se ha dado en nombrar reforma educativa: atacar simbólica y físicament­e a las maestras y los profesores de la escuela pública en el país.

Se les condenó sin prueba alguna de ser causa directa del (mal) aprendizaj­e. Generó este gobierno una imagen despreciab­le de los integrante­s del magisterio. Los culpó sin derecho a audiencia. Le importaba el control, no la educación: primero deshacer su imagen, luego someterlos a exámenes sin sentido pedagógico para clasificar­los y dividirlos. ¿El nuevo modelo educativo? Ni nuevo ni modelo: adosado al final de la administra­ción para hacer de cuenta.

A ver. En español: el candidato ciudadano Meade se comprometi­ó a golpear mejor —y supongo más— a los maestros. Perfecta síntesis del sexenio en materia educativa. ¿Error? Para nada.

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