El Universal

“A mi segunda niña la conozco sólo por foto”

• Luis Roberto fue condenado a 10 años de cárcel • En 8 meses saldrá para festejar con su familia, dice

- LEOBARDO PÉREZ Correspons­al —estados@eluniversa­l.com.mx

Villahermo­sa.— “A mis hijas les pido perdón por no estar con ellas, por no estar en sus cumpleaños”, dice Luis Roberto, padre de dos niñas a quienes desde el interior del Centro de Readaptaci­ón Social del Estado de Tabasco (Creset) sólo les habla por teléfono con la esperanza de abrazarlas en ocho meses y decirles que no están solas.

Luis Roberto, originario de Puebla, tenía cinco años cuando perdió a su padre, a los 14 años emigró a Estados Unidos, donde estudió la High School, cuenta a EL UNIVERSAL. Vivió 11 años en Nueva Jersey, donde comenzó lavando autos hasta llegar a ser el gerente de la empresa. Después de varias visitas a su estado natal, Luis Roberto conoció a una mujer por quien decidió dejar el sueño americano. Con el dinero que había ahorrado puso su propia lavadora de autos, pero con el paso de los años no le fue muy bien. A fin de reunir más recursos, porque ya tenía una hija, intentó regresar a Estados Unidos, pero no pudo porque su pasaporte quedó sin efecto.

Un día contactó a una persona que le ofreció conseguirl­e una visa para entrar por Canadá y luego ingresar a EU, así llegó a Comalcalco, Tabasco, donde lo citaron para dársela, entonces su vida cambió. En la casa donde le entregaría­n el documento un grupo de agentes federales hicieron un operativo en el que él y otras personas fueron detenidos, acusados de tener nexos con los cárteles de Los Zetas y Del Golfo. Estaba en el lugar y hora equivocado­s.

Sentencia y esperanza. A los siete años de estar recluido le dictaron sentencia, Luis Roberto debía pasar 10 años en el penal. Al principio lo visitaba su esposa, pero como volvió a quedar embarazada, le era más difícil viajar desde Puebla a Villahermo­sa y el dinero ya no alcanzaba.

“A mi segunda niña la conozco sólo por fotos (...) piensa que no la quiero porque siempre le digo que voy y nunca lo hago”, se duele.

En los primeros años en el penal Luis Roberto se dedicó a trabajar como morralero, a la semana reunía hasta 800 pesos que enviaba a su familia, no obstante, después de que lo sentenciar­on, no le permitiero­n trabajar en algunas áreas. Hoy su esposa es padre y madre, pero también lo apoya económicam­ente.

Ahora, la fortaleza de Luis Roberto es saber que en ocho meses podría salir, cuidar de su hijas y festejar —dice— muchos días del padre.

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Luis Roberto intentaba alcanzar el sueño americano cuando fue acusado de tener nexos con bandas criminales.

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