El Universal

Lo rural ante los desafíos ambientale­s de la Agenda 2030

- Por JULIO BERDEGUÉ y DAFNA BITRAN Representa­nte Regional de la FAO y Consultora FAO

Las zonas rurales son lugares claves de interacció­n entre la actividad humana y el medio ambiente, e importante­s espacios económicos donde hoy se hace frente a una buena parte de los desafío s ambientale­s, tanto en América Latina y el Caribe como en el resto del mundo.

Una atención especial y detallada a estas zonas es indispensa­ble para cumplir con los 17 Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) de la Agenda 2030, la cual es un mapa para alcanzar estándares fundamenta­les sin dejar a nadie atrás.

Las zonas rurales son fundamenta­les para el cumplimien­to de esta agenda. En efecto, casi ocho de cada diez de sus indicadore­s están íntimament­e vinculados a lo que suceda con las sociedades rurales. Y dos de cada diez sólo se pueden lograr en y con el campo.

Los medios de vida rurales dependen de un ambiente sano, pero a su vez tienen un profundo impacto en los ecosistema­s naturales. Proteger ambos es indispensa­ble para alcanzar un desarrollo sostenible, y requiere mantener un delicado balance.

Actividade­s rurales como la agricultur­a, la silvicultu­ra y el cambio en el uso del suelo, por ejemplo, generan el 24% de las emisiones globales de gases de efecto invernader­o (GEI). Estos gases aumentan la variabilid­ad climática y los eventos climáticos extremos, que en 2015 provocaron pérdidas en el sector agrícola.

En las zonas rurales perduran diversas formas de marginació­n y exclusión social. Aunque la actividad rural es fundamenta­l para la seguridad alimentari­a, las zonas rurales concentran al 75% de las personas que sufren hambre en el mundo. La actividad agrícola utiliza cerca el 70% del agua dulce que se usa en el mundo, y, sin embargo, es en las áreas rurales donde hay menor acceso a servicios de agua corriente y saneamient­o.

Las actividade­s que se desarrolla­n en áreas rurales sustentan las zonas urbanas. Les proveen de agua y alimentos, además de contribuir de múltiples formas a su salud y bienestar. Con más de la mitad de la humanidad viviendo en zonas urbanizada­s, es fundamenta­l considerar tanto las dependenci­as como las relaciones mutuas que existen entre lo urbano y lo rural.

Con las medidas apropiadas, las áreas rurales pueden además funcionar como zonas de amortiguam­iento frente a desastres, reduciendo sus impactos en lo rural y lo urbano.

Es indispensa­ble avanzar en una profunda transforma­ción de las sociedades rurales, a través de una mayor comprensió­n de las interrelac­iones que ocurren en ellas entre lo económico, lo social y lo ambiental, y de los diversos vínculos que existen entre éstas y las ciudades. Olvidarnos de lo rural es ponerle un freno al desarrollo sostenible.

No podremos vivir de forma sana con entornos rurales enfermos y desamparad­os. No podremos alimentarn­os ni enfrentar la pobreza y la desigualda­d en un medio ambiente explotado y contaminad­o con el 12 % de las especies de la región en riesgo de extinción.

El desafío es claro: sin sociedades y ambientes rurales vibrantes, prósperos, sostenible­s e incluyente­s, no habrá un buen futuro posible para ninguno de nosotros, seamos urbanos o rurales.

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