El Universal

DE OFICIO ALACRANERO

El viejo oficio que mantiene a cientos de familias en Durango

- Texto y fotos: FRANCISCO RODRÍGUEZ

Cientos de personas en Durango cazan al arácnido, para usarlo en artesanías y como alimento.

Personas de escasos recursos sobreviven cazando a los arácnidos y que son la base para artesanía y platillos exóticos que caracteriz­an a la región

Rosalío Gómez González, Chalío, sale solo a la sierra de Durango de cuatro a seis horas para recolectar alacranes como si levantara conchas en la playa; se dedica al viejo oficio de alacranero, como se les conoce en la región.

Estamos en Palos Colorados, en la parte baja de la sierra a 40 minutos de Durango. Los rayos del sol azotan como si estuvieran enfadados y alrededor no hay nadie que pudiera auxiliarno­s si nos pica uno de estos arácnidos que la gente caza desde hace más de dos siglos. El alacranero camina entre árboles con la agilidad de un adolescent­e. Con el gancho mueve las piedras para buscar debajo. “Se esconden del sol, cuando salen más es cuando llueve”, explica de 46 años.

Todos los días, el caza alacranes viaja de tres a cinco horas en bicicleta para llegar a la sierra. En un día bueno llega a recolectar hasta 200. Pero normalment­e junta de 70 a 100.

Esta tarde, se queja, ha encontrado pocos. “Hay días que no se halla nada y hay otros en los que me va bien”, menciona. Si alcanza, al final del día acude al mercado Gómez Palacio, en el centro de Durango, y vende los animales en 2.5 pesos cada uno, pero lamenta que a veces le quieren pagar sólo un peso.

Hace años los alacranero­s cazaban para el gobierno por necesidad, pero en décadas recientes lo hacen para los artesanos y para las personas que saben cocinarlos. Hasta abril de 2018, la Secretaría de Salud de Durango registró 564 víctimas por picaduras de alacrán.

Oficio antiguo

Hace 34 años, cuando era un chamaco de 12,

Chalío comenzó a cazar alacranes allá en su pueblo de Jesús González Ortega, Pericos ,a2 mil 300 metros de altura, una comunidad de Durango donde actualment­e viven menos de 200 personas.

Su papá era alacranero y según Chalío, sigue recogiendo arácnidos a sus 86 años. En aquel entonces le pagaban a 20 centavos el alacrán. En su pueblo la gente vivía del maíz y frijol, pero asegura que casi no se da, es “mejor juntar alacrancit­os”.

Chalío a veces trabajaba de albañil, pero dice que si busca trabajo y no halla, pierde un día de buscar alacranes. “Mejor me voy a buscar porque vivo al día”. Del oficio de alacranero, aclara, le gustó porque le da para comer y vestir a sus cuatro hijos.

El alacranero es un oficio que data en el estado desde 1760. El cronista de la ciudad Javier Guerrero Romero señala que en ese año se tiene identifica­da una partida del ayuntamien­to de Durango llamada “matanza de alacranes”, donde pagaba a los pobladores a cambio de que entregaran alacranes vivos. Es entonces que nacen los alacranero­s, gente que se dedica a capturar estos animales para vendérselo­s al gobierno, porque desde aquellos años son considerad­os una plaga y un problema de salud.

A la par de la partida gubernamen­tal surgió la figura del “veedor de alacranes”, que era un regidor cuya función era dar fe de la cantidad de alacranes que una persona atrapaba. “Les cortaban la cola y tiraban a los alacranes muertos a un arroyo. El veedor daba fe y hacía un pagaré para que la persona cobrara por los alacranes”, describe el cronista.

Actividad no regulada

Chalío no para. Voltea las piedras con el gancho y encuentra una alacrana con sus crías. Después de más de 30 años, la vista del hombre es infalible. Toma el animal con las pinzas, lo sacude sobre la piedra y lo mete al bote y sigue. En esta zona los alacranes son pequeños. Más adentro de la sierra son más grandes, los cuales en el mercado se llegan a comprar hasta en 100 pesos. En Durango existen cuatro especies principale­s, Hudrudus Aztecus, Centruroid­e Vaejous, Centruroid­e Suffusus y Centruroid­e Noxius; este último también se halla en Nayarit y es el más venenoso del país.

Miguel Correa, profesor investigad­or de la academia de Entomologí­a del Instituto Politécnic­o Nacional (IPN) de Durango, afirma que la especie Suffusus sí está considerad­a como una plaga en la ciudad porque tiene mayor facilidad de adaptarse. Además, es el segundo alacrán más venenoso de México y muchas veces se halla en las partes viejas de la ciudad.

El investigad­or explica que el alacrán no está protegido y por lo mismo no existe una regulación para su caza y recolecció­n y reconoce que hay pocos arácnidos protegidos y los que están son normalment­e tarántulas.

Chalío platica que hace años llegaba a rellenar todo el frasco, unos 300 alacranes llegaba a levantar en un día. De esos tiempos sólo tiene el recuerdo.

—¿Por qué cree que hay menos? —Por el desempleo, la gente se dedica a esto porque no hay trabajo.

Sin embargo, nadie en Durango tiene un censo de alacranero­s. No es una actividad regulada. La realidad es que cualquier duranguens­e se integra a este oficio, pues todavía aparecen animales en las casas.

El hombre correoso levanta otra piedra y encuentra dos arácnidos. Un macho y una hembra. “La alacrana es más gorda y el alacrán más delgado”, explica como especialis­ta.

Chalío camina entre las ramas, mueve las piedras y encuentra otro alacrán. Le pregunto por qué están como enconchado­s y dice que cuando los agarra, buscan picar. Lo mete al bote y sigue levantando piedras, así hasta entrada la tarde.

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 ??  ?? Chalío, de 46 años, viaja de tres a cinco horas en bicicleta para llegar a la sierra. En un día bueno llega a recolectar hasta 200 alacranes. Pero normalment­e junta de 70 a 100. Cuenta que empezó en su oficio desde hace 34 años.
Chalío, de 46 años, viaja de tres a cinco horas en bicicleta para llegar a la sierra. En un día bueno llega a recolectar hasta 200 alacranes. Pero normalment­e junta de 70 a 100. Cuenta que empezó en su oficio desde hace 34 años.
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Guadalupe García coordina el alacranari­o del Museo de la ciudad.
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Según expertos, el alacrán no está protegido y no existe una regulación para su caza.
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Los animales se pueden condimenta­r con especies, con sal, pimienta, chile y limón.
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El hombre indica que su papá sigue recogiendo arácnidos a sus 86 años.
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Adentro de la sierra los animales son más grandes y se llegan a comprar hasta en 100 pesos

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