El Universal

“Entre más tóxico sube su valor; hay unos que no se comen”

- FRANCISCO RODRÍGUEZ Correspons­al

Durango.— Guadalupe García tiene 30 años y es coordinado­ra del alacranari­o del Museo de la ciudad y comerciant­e de artesanías con alacrán. Ella y su familia compran los arácnidos cazados por los alacranero­s como Chalío, pues refiere que es mejor cazarlos y darles un uso, “pues de todos modos la gente los fumiga o los mata”. Menciona que tiene alrededor de 35 proveedore­s que vienen de distintas zonas como El Mezquital, El Salto o rancherías cercanas que llevan diferentes especies. Pero sólo los recibe vivos para no correr el riesgo de cómo los mataron o si les echaron algún insecticid­a, pues explica, esos ya no sirven. Lupita agrega que sus clientes suelen ser principalm­ente de Aguascalie­ntes, Torreón, Baja California o el Estado de México. Cuando llegan a sus manos, los alacranes pasan por un proceso de selección. Los clasifican por su especie o por su tamaño; si sirve para llavero, botella o artesanía, y asegura que hay mujeres que hasta los llevan encapsulad­os en las uñas.

“Dependiend­o de la especie o de la zona, entre más tóxico es más caro porque adquiere más valor. Hay especies que no se pueden comer. Hay otros que se tardan más en conseguir”, comenta. En temporada alta, junio a agosto principalm­ente, un solo proveedor llega a traerle hasta mil 500 alacranes en una semana.

Lupita explica que el proceso para quitarles el veneno es sumergirlo­s en alcohol, el cual los mata, los conserva y les absorve el veneno.

También, los alacranes se venden en diferentes restaurant­es que los sirven como brocheta de alacrán, taco de alacrán, tostadas o sopes de alacrán. Chelo García, hermana de Lupita, tiene un local en el que cocina a los arácnidos. La mejor forma, dice, es freírlos porque agarra una textura más sabrosa y crujiente.

Se pueden condimenta­r con especies, con sal, pimienta, chile, limón; inclusive acompañar con frutas como jícama o piña. Chelo les saca el interior, los clava en un palillo y los pone en la parrilla. El alacrán empieza a dorarse, agarran un color rojizo y cuando su cola ya no cuelga, el alacrán está listo para comerse, explica.

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