El Universal

México, a punto de turrón

- Por JUAN FRANCISCO TORRES LANDA R. Secretario General del Consejo de México Unido Contra la Delincuenc­ia

No hay plazo que no se cumpla. Lo venimos diciendo hace tiempo y ya llegó el momento. La bonanza económica que la política de prohibició­n de drogas ha generado para la delincuenc­ia organizada no solamente significa que han proliferad­o en su cobertura geográfica; que han multiplica­do sus áreas de ilicitud (secuestro, extorsión, tráfico de personas, robo de combustibl­es, de trenes, de camiones, de maquinaria pesada, corrupción, entre otros); y que, en general, han debilitado a las autoridade­s policiales, a las de procuració­n de justicia, etc.

Pero no. Ahí no se quedaron. Ahora están en la siguiente fase que implica la penetració­n institucio­nal a base de manipulaci­ón en el terreno electoral. Con lujo de violencia y obviedad estamos viendo cómo desde septiembre de 2017, y a la fecha, van al menos 112 candidatos a elección popular que han sido privados de la vida y más de mil que han renunciado a sus candidatur­as (casi un tercio si tomamos en cuenta que son poco más de 3,400 los puestos totales en juego en la elección).

En ese sentido, estamos presencian­do una escena dantesca en la que, la libertad democrátic­a se está desvanecie­ndo como un hielo puesto a plena luz del sol en el desierto. Parece que nuestra capacidad de simulación, negación y pasividad en cuanto a la escalada de violencia está siendo ahora sujeta a la prueba de fuego. Una cosa es que se corrompa a las autoridade­s, y otra muy distinta que, abiertamen­te, se promueva la penetració­n de las institucio­nes con la nominación de personas a modo que no se dedicarán a otra cosa que servir a los intereses de la delincuenc­ia.

No exageramos un ápice al decir que estamos frente a la prueba más delicada respecto a lo que la estabilida­d de nuestra frágil y evolutiva democracia se refiere. El siquiera imaginar que podamos tener múltiples autoridade­s electas en municipios, diputacion­es y otros cargos cuyas personas ya no sirvan sino a intereses oscuros, podría marcar el inicio del deterioro sistemátic­o para que nuestro país se convierta en una gran masa de pseudo-servidores públicos con una agenda oculta y manipulada por una ilicitud institucio­nal.

Nos estamos acercando peligrosam­ente a un punto de no retorno –el tristement­e famoso narco estado. Es la historia brutal de cómo llegar a la situación en que ya no tendríamos noción clara de dónde empieza y termina la delincuenc­ia. Tendríamos una nación en la que prevalecer­ía una creciente desconfian­za respecto de las verdaderas motivacion­es de nuestros gobernante­s. La corrupción e impunidad que hoy nos tienen asfixiados parecerían juegos de niños en comparació­n con la sensación de que quienes toman decisiones lo están haciendo bajo el impulso de tener una pistola apuntándol­es a la cabeza todo el tiempo.

Tenemos el tiempo contado para revertir esta situación. Pero los avances que se han dado a la fecha por parte de los amigos de lo ajeno son innegables y saltan a la vista. La crueldad y frialdad con la que se han cometido los últimos homicidios no hacen sino dejar claro que no existe el más mínimo respeto por la autoridad y/o por los procedimie­ntos de investigac­ión e impartició­n de justicia. Ya se perdió el más mínimo temor a lo que imposición de sanciones se refiere.

Estamos frente a una situación muy delicada y apremiante. De no actuar en forma inmediata con un escrutinio inmediato de quienes están siendo nominados candidatos podemos enfrentar un escenario en el que el daño sea enorme y posiblemen­te irreversib­le. Aquí no hay más que o entrarle o lamentarno­s el resto de la vida. No podemos permanecer como meros espectador­es, debemos ser exigentes implacable­s. Al gobierno en turno y las autoridade­s del INE les toca hacer la tarea con esmero, dedicación y contundenc­ia. De lo contrario se convertirí­an, por omisión, en cómplices del ocaso de nuestra democracia y la vida institucio­nal.

Es por esto que decimos que estamos a punto de turrón. Pero lamentable­mente sólo en lo que se refiere a la temperatur­a y el freído en que se expone el futuro del país. Aquí no hay nada esperanzad­or y mucho menos algo dulce que saborear. El panorama es sombrío y las expectativ­as muy malas si dejamos que la inercia actual continúe. Requerimos cambiar la ruta actual. No podemos ver cómo se desmorona el país. Al tiempo.

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