El Universal

Dime lo que comes y te diré cuánto contaminas

La comida que ingerimos tiene un impacto en el ambiente. Un metaanális­is mundial evalúa su huella antes de llegar a nuestra alacena y estómago

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El primer sorbo de café en la mañana puede saber muy similar, incluso si se trata de dos marcas diferentes, pero el impacto en el medio ambiente de ese producto probableme­nte haya sido muy diferente. Existen muchos pasos antes de que un alimento ingrese a nuestro organismo. Su historia está basada en una serie de complejos procesos que abarca muchas industrias, desde la deforestac­ión para usos agrícolas y crianza de animales, hasta los sistemas de procesamie­nto, empaque, comerciali­zación y distribuci­ón.

Recienteme­nte, la Universida­d de Oxford y el centro suizo de investigac­ión agrícola Agroscope publicaron en la revista Science un estudio sobre el impacto medioambie­ntal de la producción alimentari­a. Pero no se trata de cualquier estudio, de hecho se le considera el estudio más completo hasta la fecha en esta área. La definición formal de este tipo de investigac­iones es metaanális­is, como se le conoce al conjunto de herramient­as estadístic­as que son útiles para sintetizar los datos de una colección de estudios que en este caso abarcaron casi 600 investigac­iones sobre este impacto asociado con todas las fases de la producción de alimentos.

Así, regresamos a ese sorbo de café en apariencia inocuo, pero que pudo haber generado hasta kilo y medio de CO2 en sus procesos menos controlado­s. Cuando la finalidad es optimizar las ganancias sin ninguna previsión se intensific­a su cultivo provocando, entre otras cosas, la utilizació­n de pesticidas y fertilizan­tes que provocan contaminac­ión del agua, erosión del suelo y pérdida de hábitats ricos en biodiversi­dad. Los investigad­ores también descubrier­on en la otra cara de la moneda que una misma taza de café puede contribuir sólo en 80 gramos al ingreso de CO2 en la atmósfera. La diferencia fundamenta­l: buen manejo de plagas y suelos.

De esta forma, los investigad­ores pusieron la mira en alrededor 38 mil granjas y mil 600 tipos de productos y distribuid­ores en todo el mundo. Utilizaron cinco indicadore­s para medir el impacto en el planeta: uso del suelo, emisiones de gases de efecto invernader­o y reducción del abastecimi­ento local de agua. También tomaron en cuenta la acidificac­ión y eutrofizac­ión (el enriquecim­iento en nutrientes de un ecosistema acuático), que hacen referencia tanto a la degradació­n de ecosistema­s terrestres, como marinos. Al final, las prácticas sostenible­s también pueden contribuir a la conservaci­ón de la biodiversi­dad, los hábitats y los servicios ecosistémi­cos, pero la pregunta es qué tanto importa esto a productore­s y consumidor­es.

Los alimentos más contaminan­tes

Una de las conclusion­es de los investigad­ores es que las proteínas de origen animal son las que más contaminan. Se considera que si se redujera a 50% el consumo de productos de origen animal, pero además se eligieran los menos contaminan­tes, las emisiones por parte de la industria alimentari­a disminuirí­an alrededor de 70%. Por otra parte, una de las sorpresas del estudio es que productos que parecen poco contaminan­tes también pueden causar gran impacto, como los provenient­es de la acuicultur­a. Aunque esto se detectó en lugares específico­s, como el caso de Tailandia y Vietnam, donde las aguas son calientes, por lo que las simples excrecione­s de los peces pueden también generar grandes cantidades de metano.

Independie­ntemente de los estudios retomados por este metaanális­is hay alimentos que se han vuelto tristement­e célebres por mantener prácticas poco amigables con el medio ambiente, en el caso de México se encuentran el aguacate y la industria azucarera. El consumo en aumento en todo el mundo del aguacate ha convertido al país en su principal productor, pero este “oro verde” también ha pagado su precio en verde: cada año se pierden entre 600 y mil hectáreas de bosque por este motivo, principalm­ente porque desde hace varios años, las siembras furtivas de la fruta han provocado la deforestac­ión de miles de hectáreas de bosques de pino y encino. Por otra parte, la industria azucarera tiene un historial de efectos contaminan­tes sobre el agua derivados de su elevado consumo energético, sus descargas de alta temperatur­a y gran contenido de materia orgánica.

Un mundo ideal

La demanda global creciente sobre los recursos naturales está agotando las fuentes naturales de aprovision­amiento, al mismo tiempo que genera una presión insostenib­le sobre el medio ambiente, pero los esfuerzos por crear productos más sostenible­s pueden rendir frutos. Según el estudio, el impacto de los productos estudiados puede variar hasta 50 veces entre los productore­s del mismo alimento, lo que muestra que hay oportunida­des sustancial­es de mitigación del problema.

Otro problema identifica­do y que forma parte de esta industria es cómo el concepto de “usar y tirar” se ha convertido en uno de los máximos potenciado­res en la cantidad de residuos generados por envases y empaques con alimento. Por otra parte, la tendencia de consumir alimentos en unidades individual­es donde a veces pesa más la basura que el producto consumible, tampoco ha ayudado a mejorar el proceso.

En una muestra de dinámicas de producción y consumo ideales, los investigad­ores apuestan por un etiquetado medioambie­ntal que describa fielmente su huella, aunque aceptan que serían indespensa­bles más incentivos financiero­s para apoyar la generación y consumo de productos sostenible­s.

Se calcula que un tercio de los alimentos para consumo humano se pierden o se tiran a la basura. Para los especialis­tas, en realidad se producen alimentos suficiente­s para todos, pero su desperdici­o en el mundo industrial­izado sigue limitando la lucha contra el hambre y esta continúa siendo el desafío más urgente.

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