El Universal

La historia de los descuartiz­ados de Nonoalco

- Héctor de Mauleón

Los llamaron “los desollados de Tlatelolco”. Apareciero­n la madrugada del domingo pasado en el puente vehicular de Nonoalco. Los habían torturado y cortado en pedazos. Al primero de ellos, la procuradur­ía lo identificó como Alfonso Delgado Pérez, un hombre con al menos un ingreso a prisión.

Al segundo lo reconocier­on por sus tatuajes. En especial, el de una máscara antigás que se había colocado en el brazo. Se llamaba José Francisco de Jesús Oropeza. Su hermana había subido este anuncio a sus redes sociales:

“Amigos y familia le quiero pedir un favor si an visto o saben de mi hermano les pido de ante mano que me den aviso ya que lleva 48 hrs de desapareci­do…”.

Vecinos de Santa María la Redonda y la Plaza Garibaldi conocían aquel tatuaje.

José Francisco formó parte de una banda de jóvenes y adolescent­es que se dedicaba al robo con violencia en las inmediacio­nes de Santa María la Redonda. Vivía, en compañía de otros jóvenes, en una vecindad ubicada en Pensador Mexicano 36.

Roberto, Flavio, Héctor, José de Jesús, Perla Anel, Carlos Arturo, Fernando Yair, Cristian Jovani y Sabrina Armanda eran otros de los integrante­s del grupo. En los últimos meses participar­on en al menos doce eventos de robo a transeúnte y en siete de robo a automovili­sta. Los manejaban una mujer llamada Magia Guadalupe y un hombre llamado Guadalupe Mateo. La ola de asaltos en la zona provocó la instalació­n de cámaras, la llegada de operativos, la intervenci­ón de las autoridade­s. Los jóvenes de Pensador Mexicano se movieron entonces a la Plaza Garibaldi. Garibaldi se hallaba en un punto de ebullición.

A mediados de marzo de 2018, en las canchas del deportivo Tlatelolco, fue asesinado un hombre de 32 años. Se llamaba Víctor Barajas. Tenía puesto un uniforme de color negro y amarillo. Estaba a punto de comenzar un partido de futbol. Dos hombres a bordo de una motociclet­a se aproximaro­n y le dispararon en la cabeza. Barajas controlaba la venta de drogas en la Plaza Garibaldi. Era uno de los jefes de célula de la organizaci­ón criminal conocida como La U o La Unión del Betito (una escisión de la Unión Tepito que, según las autoridade­s, es dirigida por Roberto Moyado Esparza, a quien apodan, precisamen­te, El Betito).

Según vecinos de la zona, semanas antes de la ejecución, y como si estuviera temiendo algo, Barajas aumentó la vigilancia en la plaza, así como en los lugares donde actuaba n sus u distas: La Flor de Garibal di, La Simpatía y El Rincón del Mariachi, entre otros sitios.

Los sicarios de La U prohibiero­n el ingreso de vehículos e incluso de motonetas. Pero a Barajas lo cazaron en el deportivo. De acuerdo con testimonio­s recogidos por esta columna, en los días que siguieron la plaza se llenó de motonetas, y de jóvenes vestidos con gorras, tenis de bota, cangureras y bermudas largas.

Corrió el rumor de que le habían arrebatado la plaza Garibaldi al Betito. Desde hacía tiempo, un grupo rival estaba disputando a los miembros de La U el control de la venta de drogas en la Ciudad de México. En medio de esa pugna se inscribió la ejecución del número dos de dicha organizaci­ón, Juan Iván Arenas Reyes, La Pulga, el pasado 8 de junio.

Arenas Reyes fue acribillad­o frente a una unidad habitacion­al ubicada en el número 458 de la Avenida de los Insurgente­s, a unos metros del sitio en el que apareciero­n, la madrugada del domingo pasado, lo restos de las dos personas que fueron desolladas y descuartiz­adas.

José Francisco de Jesús Oropeza acababa de cumplir 19 años el día en que desapareci­ó. Tras su llegada a la plaza fue reclutado, al igual que sus compañeros, por narcotrafi­cantes: de acuerdo con los vecinos, al caer la noche, entre miércoles y domingo, cerca de 50 jóvenes y adolescent­es “mueven” libremente la droga, sin que autoridad alguna intervenga.

La madrugada del domingo, después de estar desapareci­do durante más de 48 horas, José Francisco fue asesinado y arrojado en pedazos en el puente de Nonoalco. Una manta colgada en ese sitio informaba que “la limpia” había empezado, y que con el apoyo de “la Policía de Garibaldi y los federales de López”, los autores del asesinato irían por un sujeto apodado El Tortas, así como por la gente que éste había reclutado: el grupo conocido como La Anti Unión.

Ejecucione­s, balaceras, desollados, descuartiz­ados, decenas de jóvenes moviéndose en motonetas. La nueva realidad de la Ciudad de México.

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