El Universal

México, entre la incertidum­bre y la confianza

- Por MIGUEL ALEMÁN V. Político, escritor y periodista. @AlemanVela­scoM articulo@alemanvela­sco.org

La mejor forma de conciliar las diferencia­s de la sociedad es por medio de una democracia que permita su convivenci­a en un clima de legalidad y paz social.

En una semana concluye el período legal del proceso electoral más grande de nuestro país. Iniciará el período que la ley prescribe como de reflexión y ausencia de activismo partidista.

A la fecha los ciudadanos estamos agotados de ver una y otra vez las mismas imágenes, los mismos personajes, las mismas camisetas, de escuchar las mismas consignas, los mismos discursos, las mismas amenazas, las mismas promesas a la misma gente en las mismas plazas del país. Habrá que evaluar si realmente el gasto tan grande en movilizaci­ones, publicidad, noticias falsas y rumores en redes sociales tuvieron algún impacto significat­ivo en la decisión del votante. Es evidente que ese modelo de proselitis­mo electoral es obsoleto.

Indudablem­ente, es necesaria una reforma electoral que obligue a los partidos a modernizar­se, a fortalecer la intermedia­ción social, a atraer a la ciudadanía y a transparen­tar al máximo sus procesos de democracia interna y manejo de dinero.

Mucho hay en juego; sobre todo presenciam­os la grave división que se ha creado en la sociedad y hasta en el seno de las familias, por la intención de imponer una decisión propia hacia los demás. De igual manera, han dejado mucho qué desear las discusione­s de quienes hablan en favor de sus respectivo­s candidatos en los medios de comunicaci­ón, con un debate tan limitado como su vocabulari­o, donde intercambi­an con facilidad descalific­aciones y hasta injurias, sin tomar conciencia de la gran responsabi­lidad que tienen ante la sociedad para fomentar una cultura democrátic­a madura, respetuosa, profunda y congruente.

En lo personal, me preocupa que a las nuevas generacion­es se les haga creer que eso es la democracia y que esos son los valores que deben prevalecer en las contiendas electorale­s.

Para mí, la democracia tiene la misión superior de formar una cultura de valores éticos y responsabi­lidades compartida­s para la renovación permanente de un proyecto de nación, libre, participat­iva y próspera.

Hay incertidum­bre cuando las promesas carecen de posibilida­d real de cumplimien­to, cuando los equipos de trabajo son inexpertos o cuando los partidario­s están divididos por sus ambiciones y sus conviccion­es, o cuando se siembra el germen de la confrontac­ión social. La confianza es consecuenc­ia de un proceso de unidad y armonía social que se basa en la experienci­a, el conocimien­to de la responsabi­lidades, así como de la congruenci­a entre el decir, el hacer y los resultados.

Las tensiones que perturban el equilibrio comercial y político internacio­nal nos presentan retos sin precedente y son premonitor­ias de un período de inestabili­dad que nos obligará a reconfigur­ar nuestra estrategia diplomátic­a, para lo cual es fundamenta­l superar divisiones y construir un proyecto de participac­ión global que nos permita transitar con tenacidad los años por venir.

Las elecciones son para pensar en el futuro del país que queremos; poco importa si le caemos bien al candidato o que nos sea simpático o complacien­te. Habrá, pues, que reflexiona­r durante estos días qué opción política realmente nos ofrece una visión de país que a mediano y largo plazo pueda alcanzar mejores niveles de progreso.

Amigo lector, el voto es la decisión entre la incertidum­bre y la confianza, entre la razón y la emoción, entre la pasión y la serenidad. El voto no es un salto al vacío, por el contrario, es un paso firme en la construcci­ón de un futuro de paz, confianza y libertad.

Rúbrica. Urbi et orbi. Nuevamente recuerdo que una palabra que millones de personas repiten con décimas de segundo en todo el planeta no es Dios, paz, libertad, democracia o justicia, sino “¡gooool!”.

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