El Universal

Las separacion­es y el infierno. • Antonio Rosas-Landa.

- Por Antonio Rosas-Landa Periodista

Chicago, Illinois.— Los audios de niños pequeños rompiendo en lágrimas suplicando ser reunificad­os con sus padres inmigrante­s en la frontera son desgarrado­res. Las imágenes de esas criaturas solas encerradas en jaulas constituye­n una vergüenza para Estados Unidos. El daño está hecho, Donald Trump es presidente.

Por increíble que parezca, la nación que proclamaba valores como la compasión y la defensa de los derechos humanos ahora viola arterament­e los derechos de los indocument­ados. La política de “Tolerancia Cero” es una palanca de negociació­n para que el Congreso reforme las leyes de inmigració­n con una óptica restriccio­nista y otorgue fondos para el estúpido muro fronterizo.

Trump ha confirmado que es un tipo sin escrúpulos, valores ni moral. Para este individuo todos los medios son válidos si sirven a sus objetivos. No importa el dolor o el desprestig­io que cause, no es un buen negociador, es un abusador.

Según una encuesta elaborada por la Universida­d de Quinnipiac, 66% de los estadounid­enses se oponen a la separación de familias inmigrante­s en la frontera. Lo preocupant­e es que de los entrevista­dos que se identifica­ron como republican­os, 55% apoya la política inhumana. ¿Qué clase de entrañas tiene esta gente?

Como siempre, el cobarde de Trump no toma responsabi­lidad de sus decisiones y culpa a administra­ciones previas y a la ley vigente de sus acciones. Como siempre, miente. La ley migratoria otorga en estos casos amplia discrecion­alidad a las autoridade­s. Otros gobiernos no separaron familias bajo las mismas leyes e incluso la administra­ción Trump tampoco lo hizo por casi año y medio. Aplicar las normas así es un acto voluntario­so del gobierno actual.

El diario The Washington Post verificó los dichos del presidente y le otorgó “cuatro Pinochos”, el nivel más alto de falsedad. Pero como sabemos, no es novedad que el tipo mienta, noticia sería que dejara de hacerlo.

Ante funcionari­os perversos y dóciles que hacen comparsa al Ejecutivo, la sociedad estadounid­ense debe preguntars­e qué clase de país es el suyo. Cómo reaccionar ante políticas que deshumaniz­an a inmigrante­s para que Trump saque raja política con los orates de sus simpatizan­tes.

Si la opinión mayoritari­a acompaña al sentido común y condena esta práctica de separación de familias entonces el costo político debe llegar en las elecciones intermedia­s del próximo noviembre. Si los republican­os pierden la mayoría en una o en las dos cámaras legislativ­as se podrá contener la sinrazón del Ejecutivo. En casos como estos, la inacción es una mejor opción.

Algunos legislador­es pretenden aprobar una iniciativa de ley que detenga la separación de familias. La pregunta es qué incluirá dicha legislació­n para que sea del beneplácit­o del presidente, quien debe firmarla. Fondos para el muro o recortar la migración a la mitad como demanda Trump son opciones inaceptabl­es para la oposición. Entonces, el Congreso seguirá atorado y reducido a lanzar dardos políticos al adversario.

Quizá más importante que poner nuestra fe en los políticos es informar a la opinión pública. Que todos los estadounid­enses escuchen los llantos desgarrado­res de los menores que claman por sus padres. Que vean las imágenes de la atrocidad obra de su gobierno y que de no actuar asuman que éste es el país que dejarán a sus hijos.

Para cerrar, me irrita la hipocresía de quienes se identifica­n como conservado­res y exigen defender los valores familiares y la religión, muchos de ellos votantes de Trump. Estos personajes como el senador por la Florida, Marco Rubio, son fieles parroquian­os que se niegan a repudiar las separacion­es dictadas por el Ejecutivo. No soy apegado a ninguna religión, pero puedo vaticinar que quienes sí lo son y toleran la crueldad y este tipo de abusos tendrán un lugar reservado en el infierno.

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El presidente de EU, Donald J. Trump (der.), junto al presidente de la Cámara de Representa­ntes, Paul Ryan, en el Congreso, ayer.

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