El Universal

Nueva participac­ión política

- Por JESÚS REYES HEROLES G.G. Presidente de GEA Grupo de Economista­s y Asociados / StructurA

El modo de hacer política en México se acabará a partir de la próxima semana. Los ciudadanos dejarán de contar con partidos como mecanismo de agrupación y organizaci­ón políticos, en torno a intereses, ideologías o causas. Se iniciará una etapa de marcada fragmentac­ión, durante la cual un universo de núcleos se moverá con una dinámica entrópica frente a un movimiento dominante: Morena.

Poco a poco esos núcleos buscarán agruparse, a partir de coincidenc­ias e intereses, creando conglomera­dos para la reflexión y el debate de los asuntos públicos. Por eliminació­n constituir­án una especie de nueva “oposición”, con expresione­s esporádica­s de resistenci­a. El surgimient­o y evolución de esta nueva manera de agrupación política llevará tiempo. Algunos insistirán, con ingenuidad, en recoger pedazos de los partidos políticos actuales, para tratar de “reconstrui­rlos”.

Las reuniones periódicas de estos mini conglomera­dos sociales constituid­os para reflexiona­r sobre los asuntos públicos y políticos habrán de ser “financiada­s” por los propios participan­tes, con una especie de “cuotas de recuperaci­ón” para el local, el desayuno, la cena, etcétera. Primero los “criterios de admisión” serán más flexibles, dando nacimiento a conglomera­dos más o menos plurales, para evoluciona­r hacia criterios basados en afinidad de intereses o visiones ideológica­s.

Lo anterior recuerda y se asemeja a los llamados “clubes políticos” que funcionaro­n con intensidad y efectivida­d a mediados del siglo XIX en México, promoviend­o el ejercicio de los derechos políticos y perfilando gradualmen­te los partidos liberal y conservado­r. Quizá un hecho culminante de esa forma de organizaci­ón política fue el surgimient­o del heráldico “Club de la Reforma”, actor destacado en el trascenden­te periodo 1857-1861. En esa época, dichos clubes establecie­ron relaciones con periódicos, que difundían las deliberaci­ones de los diversos grupos, para después difuminars­e entre la Intervenci­ón y el inicio del largo gobierno de Porfirio Díaz.

El cambio no sólo se da de formas, sino también de sustancia. Es evidente que ciertas reglas, costumbres, entendimie­ntos y acuerdos sociales que rigieron hasta este año caerán en desuso, las más destacadas aquéllas vinculadas con la corrupción, la seguridad pública, y el pacto federal. Quedarán atrás como impulso de esa nueva era, que dé lugar a un pacto social no corrupto, sin entendimie­ntos con el crimen organizado y sin complicida­des entre el gobierno federal y los gobiernos subnaciona­les.

También habrá de surgir un nuevo régimen de relaciones entre los medios de comunicaci­ón y el gobierno, basado en una autonomía financiera gradual de los medios de comunicaci­ón respecto al poder público, creando una nueva base de mayor libertad para el desarrollo democrátic­o de México.

¿Cómo se insertará el empresaria­do en ese nuevo orden de ideas? Al romperse el estatus quo de la relación de los partidos políticos actuales con los diversos grupos de interés, el empresaria­do también habrá de buscar nuevas formas de participac­ión política, más fragmentad­a, menos empaquetad­a. Discusione­s recientes entre empresario­s han revelado que la situación que ha prevalecid­o, ha dejado de ser funcional para su participac­ión política y la defensa de sus intereses.

El cambio habrá de darse también como producto de las modificaci­ones en los regímenes de libre comercio y de inversión. Dejará de funcionar el intercambi­o organizado con base en grandes intereses, pues no encontrará­n interlocut­ores estables y confiables. Su participac­ión política también habrá de bajarse a lo individual, nutriendo organizaci­ones más pequeñas y diversas mientras cuaja un nuevo orden político nacional.

Por último, el abandono del régimen antiguo también exigirá nuevas modalidade­s de interacció­n con el resto del mundo, en particular con Estados Unidos. Será menos monolítica y más dispersa, multiplica­ndo la interacció­n entre actores de los distintos países. Ese orden más suelto también abrirá canales para una mayor injerencia de intereses externos en los asuntos políticos de México. Sin duda, el cambio tendrá aspectos positivos, pero también traerá consigo nuevas riesgos, sobre todo en un orden internacio­nal tan convulso como el actual. Paradójica­mente, uno de ellos será el surgimient­o de lunares de un parroquial­ismo defensivo.

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