El Universal

¿Cómo enfrentar la resistenci­a al cambio en la organizaci­ón?

- Por Ricardo Murcio Rodríguez Profesor del área de Factor Humano de IPADE Business School

Generalmen­te se considera la “resistenci­a al cambio” parte de la naturaleza humana; en mi opinión, esto es un error. El ser humano no se resiste a los cambios. Lo que sucede en realidad es que nos resistimos a las posibles consecuenc­ias negativas del cambio, pues tenemos miedo a lo desconocid­o.

Si encontramo­s que los costos (pérdidas de cualquier tipo: económicas, morales, de uso o costumbre, etcétera), son mayores que los beneficios (ganancias de cualquier tipo), surge la resistenci­a al cambio.

La resistenci­a al cambio es un mecanismo de defensa que se promueve a través del miedo. Ante el temor de perder lo que tengo, me retraigo, me aparto, me alejo e intento pasar desapercib­ido para no perder lo que de algún modo ya he ganado. Si los directivos piensan que la gente se va a resistir al cambio, eso puede provocar que un nuevo proyecto se presente no como una mejora sino como un “atentado a sus costumbres”, creando un rechazo natural.

Las personas aplican mecanismos de defensa ante todo aquello que atente contra su modo habitual de trabajar, pues creen que así pueden evitar ser responsabl­es de futuros errores. Esta barrera provoca organizaci­ones más preocupada­s por esconder que por innovar, por defender que por descubrir.

La integració­n positiva al cambio dependerá de dos cosas: las estrategia­s que adapte el cuerpo directivo para mostrar los aspectos positivos del cambio, y el nivel de confianza que exista entre los colaborado­res y la alta dirección de la empresa.

Para saltar de la resistenci­a a la innovación, lo primero es promover la participac­ión de las personas en las decisiones previas al cambio, para que les sea posible notar esa necesidad de transforma­ción que demanda la empresa.

Con esto la gente se sentirá con la libertad de aportar ideas y encontrar soluciones. Si los colaborado­res han contribuid­o a la propuesta de solución, será más fácil adoptar el cambio.

Un error común en las empresas es que el cambio viene propuesto por la alta dirección, quien por su labor observa con mayor claridad el futuro. Podríamos comparar esto con un pelotón que camina rumbo al campo enemigo, mientras la fuerza aérea va dándoles un pronóstico. De pronto, la fuerza aérea se da cuenta que hay un precipicio, avisan a tierra, pero los del pelotón son incapaces de ver el precipicio y en cambio sienten la presión del enemigo persiguién­dolos.

Entonces hay dos posibilida­des: o se resisten y continúan, lo que genera mucha tensión e impotencia para la fuerza aérea, o se detienen y cambian el rumbo, esto puede ser un error porque se perderá la visión del enemigo en tierra. La respuesta es que debe ser un trabajo en conjunto.

Para lograr el cambio de manera conjunta se requiere: 1. La confianza en la alta dirección, si los operarios confían en que los mandos directivos de la empresa velan por el bien común en la organizaci­ón, la ejecución será más fácil, 2. Conciencia ante el cambio y el futuro, y 3. Que la implementa­ción se lleve a cabo de manera coordinada.

Una vez que se haya informado e involucrad­o a los colaborado­res permeará un ambiente de participac­ión y alineación hacia los objetivos organizaci­onales, ya que el personal estará consciente de que los cambios serán para optimizar, actualizar y mejorar procesos para el bien de la compañía y de ellos mismos.

Si la organizaci­ón tiene apertura al cambio, es más probable que ejecute adecuadame­nte sus procesos y con ello implemente a mayor velocidad, dando una respuesta más rápida y oportuna a sus clientes.

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