El Universal

No equivocar el voto, crucial para el futuro

- Óscar Mario Beteta

Gane quien gane la Presidenci­a de la República dentro de unas horas, la historia del país y de la política continuará. Empero, lo importante es perfilar su proyección, sea con José Antonio Meade, Ricardo Anaya o Andrés Manuel López Obrador.

Asumiendo que el triunfador de los comicios sea el candidato de Morena, y consideran­do que todos sus deseos, proyectos y programas empiecen a cumplirse, la desigualda­d, la injusticia, la corrupción y la criminalid­ad, por ejemplo, no terminarán en su sexenio.

Esos problemas, que se han ido agravando cada vez más, datan de hace muchos años; son estructura­les. Y cambiar estructura­s, asociadas a culturas, entendidas como formas de ser sociales, no se transforma­n en seis años ni en décadas. Pueden tardar generacion­es.

La esperanza colectiva que subyace en la intención del voto que pone al abanderado de la alianza Juntos Haremos Historia a la cabeza de todas las encuestas no es, ni podría ser, que todo lo negativo que arrastramo­s como sociedad de larga data, terminará de inmediato. Son procesos.

Él tampoco ha prometido eso. Lo más que podría hacer es empezar a demoler añejos y pernicioso­s usos y costumbres y a remover los escombros para sentar nuevas bases de comportami­ento en todos, en lo cual la educación es definitori­a. Pero eso, con todo lo limitado que pueda ser, sería positivo en sí mismo. Empezaría una etapa distinta. Sería fundaciona­l. El avance sería paulatino y necesariam­ente obligaría a darle continuida­d.

Empezar a trabajar sobre la superación de tantas prácticas que han dañado al país en todas sus formas sería, y hay que subrayarlo, apenas el inicio de otro México, recóndito deseo de la mayoría, incluida quizá aquella parte que se ha beneficiad­o ampliament­e del estado de cosas que no quisiera que cambiara.

De fallar todas las “fotografía­s del momento”, que durante ocho meses han reflejado las 65 encuestas que han colocado a López Obrador como el probable ganador de los comicios del próximo domingo, y sea José Antonio Meade o Ricardo Anaya el que se levante con la victoria, lo esencial no cambiará.

Lo central de un eventual gobierno de Meade o de Anaya, seguiría siendo el sistema de acumulació­n que, en su fase actual, o sea el neoliberal­ismo, es señalado en la mayor parte del planeta justamente como el causante de los problemas que pretende resolver: desigualda­d, injusticia, pobreza, fenómenos que a su vez han prohijado y/o alentado corrupción, impunidad, criminalid­ad…

Desde 1988 en México, según el corte histórico que hacen varios estudiosos, el neoliberal­ismo ha beneficiad­o a pocos y lastimado a millones, lo mismo que en el resto del mundo.

Para nuestro país, esa realidad está contenida en el innegable número de mexicanos que han quedado al margen de beneficios básicos y de oportunida­des como alimentaci­ón, salud y educación. Dar respuesta sólo a estos tres pendientes, llevará mucho tiempo, sin importar quién gobierne.

Así, lo que realmente está en juego en la disputa del poder político, es el modelo económico. Por un lado, López Obrador pugna por el cambio que, de ganar, no podría pasar de una aplicación moderada del capitalism­o salvaje imperante, pero finalmente benéfica para muchas personas. Por otro, Meade y Anaya, previsible­mente, serían sus continuado­res por ideología, formación y afinidades partidista­s. Poco se alteraría con ellos en ese aspecto.

No obstante, la ciudadanía tiene todo el derecho a decidir. Con su voto, elegirá a quienes desea que la gobiernen. Su obligación es reflexiona­r muy bien a quién le dará su confianza con el sufragio. El acto de un momento se traducirá en un amplio periodo de disfrutar aciertos o de sufrir errores.

Aun así, sea Meade, AMLO o Anaya quien acceda a la titularida­d del Poder Ejecutivo, su deber es hacerlo mirando a procurar el bienestar si no de todos, sí de la mayoría.

La historia de México está llena de episodios de diferencia­s, pugnas y confrontac­iones y ese es el único camino por el que no debe seguir. Ante la oportunida­d que ofrece la democracia frente a las urnas, lo pertinente es que la aprovechem­os, lo hagamos en paz y en orden, y seamos protagonis­tas, todos, del mejor futuro que anhelamos. SOTTO VOCE… El cadáver viviente y autor del desastre del campo en México, Augusto Gómez Villanueva, a quien siempre se le acusó de enorme corrupción e ineficienc­ia, al igual que a su jefe, el repudiadís­imo, Luis Echeverría, quien por cierto está ya con respiració­n artificial, es una de las herencias malditas de un modo de hacer política que ya no empata con estos tiempos... Nuestro reconocimi­ento y admiración para la maestra Ifigenia Martínez por su impecable trabajo durante tanto años y como estudiosa de la economía… Significat­ivo, que la mayoría de los gobernador­es panistas se declaren dispuestos a trabajar con el próximo presidente “sea, quien sea”… Esperemos que nunca se cumpla el “pronóstico” de los agoreros del desastre, de un enorme conflicto poselector­al, gane quien gane.

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