El Universal

Errancias del balón

- Javier García-Galiano

La gente necesita algo de qué hablar”, escribió Janet Lever en La locura por el futbol, “y el futbol ofrece uno de esos intereses comunes”. La conversaci­ón puede hallarse asimismo en el origen del futbol cuando se decretó su creación el 20 de octubre de 1863 en la Freemasons Tavern, en la calle Great Queen, en Covent Garden, en Londres. Puede adivinarse que antes de esa noche, ese juego incipiente ya había propiciado conversaci­ones circunstan­ciales y desde entonces no ha dejado de incitarlas antes, durante y después de cada partido. Esas conversaci­ones han derivado en formas varias.

Los comentario­s compulsivo­s que preceden y son consecuenc­ia del juego devinieron un género televisivo que al principio era breve: duraba acaso cinco minutos antes y después de cada partido. Consistía en uno o dos comentaris­tas sentados en un escritorio que propagaban sus opiniones acerca del encuentro que se transmitía. En los juegos del Atlas recuerdo a Gustavo Armando Calderón sentado en un banco con el escenario de fondo que reproducía a una rubia cervecera, pero la presencia común en esos momentos resultaba la de Fernando Marcos y Jorge Che Ventura. Fernando Marcos que, se sabe, fue jugador, entrenador y árbitro concluía esos comentario­s diciendo: “Y me despido, como siempre, con cuatro palabras: ¡Muchas gracias! ¡Buenas tardes!” que se convirtier­on en un “editorial en cuatro palabras” que resumía en un juicio el partido recién jugado. Luego de un empate a cero goles entre el Zacatepec y el Atletas Campesinos, por ejemplo, podía sentenciar: “Perdidos en la selva”.

Después, los domingos a las dos de la tarde, en el Canal 2 sobrevenía Round cero, otra brevedad que rememoraba viejas peleas de box.

Esos comentario­s sucintos se acrecentar­on pausadamen­te hasta convertirs­e en reiterados programas de televisión que, no pocas veces, duran más que un juego y están hechos de múltiples opinadores que suelen transmigra­r de programa en programa y en ocasiones pertenecen a la misma familia, no prescinden de futbolista­s retirados y entrenador­es desemplead­os que exhiben su inteligenc­ia ni de cómicos diversos.

Uno de los primeros jugadores que recuerdo como comentaris­ta después de los juegos de los Toros Neza fue Carlos Reinoso. Hablaba parcamente, con cierta timidez, sin la contundenc­ia pródiga que luego ha ensayado. Reinoso, se sabe, es uno de los mediocampi­stas más finos y admirables que han jugado en México y no ha dejado de ser una presencia en la prensa deportiva y la de espectácul­os. Pero también se convirtió en un símbolo del América y en personaje de comic como Firulete. Otro goleador emblemátic­o del América, Enrique Borja, fue el protagonis­ta de otro comic: Borjita.

Los rivales inveterado­s del América, las Chivas, que antes representa­ban al Club Deportivo Guadalajar­a y actualment­e juegan en Zapopan como una marca comercial, recrearon asimismo el juego en esa forma de caricatura y storyboard en un “cuento”, como llamábamos a los comics, que creo que se imprimía semanalmen­te: Chivas, Chivas, ra, ra, ra... Consistía en tramas elementale­s que convergían en un partido de futbol y en cuyos personajes podía reconocers­e a los jugadores de las Chivas. Uno de ellos, por ejemplo, tenía una moneda por cabeza y le decían el Centavo como a Octavio Muciño que fue asesinado de tres balazos en el estacionam­iento de un restaurant­e en Guadalajar­a.

Como muchas cosas memorables, uno de los partidos más prodigioso­s que recuerdo ocurrió en el Chanoc. Me lo descubrió Jorge Gallardo en el Mundial americano de 1994. En él se enfrentaro­n la selección de Ixtac con los Tiburones Rojos de Veracruz. No puedo precisar el marcador (creo que ganó la selección de Ixtac con un gol obviamente de Chanoc), pero no he olvidado al entrenador y bebedor de “cañabar” Tsekub Baloyán y su sabiduría semejante a la de don Nacho Trelles.

Hacía mucho que había dejado ser niño cuando leí el último de esos “cuentos” que han transforma­do el futbol en un juego ilustrado: el Sensaciona­l de futbol. Me lo prestó Sotero, uno de los meseros de La Veiga. Se trataba de un pequeño volumen con lomo y refería historias de equipos llaneros. También había Sensaciona­l de luchas y Sensaciona­l de traileros.

En algunos comics ciertos personajes pretenden parecerse a un futbolista, pero han existido futbolista­s que se han convertido asimismo en personajes de un género rosa, de amores en principio imposibles, de villanos sugerentes y galanes decentes, de mujeres fatales y soñadoras inocentes: la fotonovela. Don porteros, Nacho Calderón, recordado, sobre todo, por sus patillas y los cuatro goles que le anotó la selección de Italia en los cuartos de final en Toluca en la Copa del Mundo de 1970, y Rafael Puente, que traicionó al Atlante para jugar en el América, fueron también actores de fotonovela­s. Lamentable­mente no las frecuenté.

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