Las perlas del noroeste
Resulta que los miembros de la Asociación Joyeros MX viajaron de Hermosillo a San Carlos y, de ahí, a Guaymas, para conocer la famosa granja de las perlas cultivadas en el Mar de Cortés. Mucha gente no lo sabe, pero en México tenemos las perlas más bellas del mundo, mucho más que las chinas o las de Tahití.
La cosecha se realiza en junio y una buena recolección alcanza hasta cinco mil piezas. En realidad, es poca producción si se compara con la de otras partes del mundo, pero ninguna tiene su color azulado y rosado.
Los diseñadores llegaron de diversos puntos de la República Mexicana. Ahí estaban Mauricio Serrano, Samuel Burstein, Leticia Llera, Diana Solís y María Eugenia Sánchez, de la CDMX. De Yucatán: Víctor Sabido; de Puebla, Tania Mazurka y Ángeles Loaiza; y, desde Monterrey, Claudia Rojo. Susana Orozco canceló de último momento pues, lamentablemente, su madre, Carlota López de Orozco, acababa de fallecer.
La verdad, fue un viaje mágico en el que coincidieron con las gemólogas más importantes del país: Diana Benoit y Tania María, ambas acompañadas de sus esposos e hijos.
Entre las anécdotas: la camioneta en la que viajaban hacia Guaymas se quedó varada a 40º centígrados en plena carretera. Afortunadamente, al final, llegaron con bien.
Primero tomaron un paseo en yate y, posteriormente, decidieron cenar en uno de los restaurantes más emblemáticos: Los Arbolitos de Cajeme, donde degustaron callo de hacha, camarones, ostiones, carne de Sonora y, por supuesto, chicharrón de rib-eye, camarones Boston y ceviche mitotero.
Al día siguiente, a las 8:00 AM ya los esperaban en la granja los biólogos Douglas McLaurin y Guillermo Soberón, quienes encabezaron el recorrido.
Después de escuchar un bellísimo mensaje en una lancha a mitad del mar, fue muy emocionante presenciar la ceremonia de agradecimiento de recolección: cada diseñador lanzó al mar unas 10 perlas, para regresar al mar un poco de lo que se nos brindó con la cosecha.
Finalmente, después de la explicación y la ceremonia, procedimos a abrir las ostras donde estaban las perlas más hermosas que hemos visto en la vida.
Cada vez que un joyero encontraba una, tocaban las campanas anunciando que este año hubo una buena cosecha.
Después, procedimos a degustar una de las comidas más ricas que he probado. Un menú sencillo y natural, pero con un sabor único.
Para concluir un día maravilloso, nos despedimos de nuestros anfitriones para emprender al día siguiente nuestro regreso a la CDMX, no sin antes visitar las Líneas Ley, unas líneas de energía en el Cosmos que solamente se encuentran en puntos ceremoniales del mundo.