El Universal

Irene Tello

- Por IRENE TELLO ARISTA Directora Ejecutiva de Impunidad Cero

“El número de asesinatos en estas campañas equivale a matar a todos los senadores y lo supera. En México no hace falta cubrirse el rostro para matar”.

Según el último conteo publicado en este periódico, 133 candidatos y políticos fueron asesinados durante el periodo electoral. En un país en el que la cotidianid­ad y magnitud de los números de la violencia han perdido su alarmante efecto, quizá valga la pena recurrir a una comparació­n. El número de asesinatos en estas campañas equivale a matar a todos los senadores y lo supera. Conforme las campañas electorale­s iban transcurri­endo, las noticias sobre eventos de candidatos y sus propuestas se mezclaban con las notas que reportaban un asesinato más. En Coahuila, el candidato a diputado federal Fernando Purón Johnston recibió un balazo en la nuca mientras posaba para una selfie con una mujer. El video de una cámara de seguridad captó la escena en la que una persona con gorra merodea al candidato esperando el momento para asesinarlo. El individuo no tuvo mucho empeño en tapar su rostro, incluso no esperó a que la mujer terminara de tomar la selfie para llegar y disparar al candidato. Al parecer es irrelevant­e ocultar la identidad cuando se mata en México, porque se asume que el asesinato quedará impune.

Datos de las investigac­iones Impunidad frente al homicidio doloso en México, de Guillermo Zepeda Lecuona para Impunidad Cero, y Matar en México, la reciente investigac­ión de Animal Político, confirman esta terrible suposición. Independie­ntemente de si en el país se cometen 11 mil homicidios dolosos al año (2014) o 29 mil (2017), la capacidad del sistema de procuració­n e impartició­n de justicia de esclarecer y de enjuiciar a los responsabl­es tiene un límite: aproximada­mente se dictan al año tan sólo 4 mil 300 sentencias condenator­ias. En este sentido vale la pena mencionar que desde 2013 el Inegi ya no reporta la diferencia entre homicidios dolosos y culposos, lo que hace que se pierda un elemento de análisis indispensa­ble.

Por lo mismo, sorprende que el tema de impunidad haya quedado relegado durante las campañas. No porque no se le tratara, sino porque la mayor parte de los comentario­s y propuestas de los candidatos respecto al combate a la impunidad se relacionab­an con terminar con la impunidad en actos de corrupción. Y qué hay de todos los otros casos en los que abunda la impunidad, como los homicidios dolosos, la violencia contra las mujeres, los robos con violencia, por mencionar tan sólo algunos de los múltiples problemas donde predomina la impunidad en el país. Para saber más sobre estos problemas se puede seguir en Twitter la campaña #GolesXlaJu­sticia y comparar los graves niveles de violencia, insegurida­d y violencia que se viven en el país con los de otros países.

Quizá podría parecer un contrasent­ido pedir que se trate y considere el problema de impunidad en sí mismo cuando asumimos de entrada que todo acto de impunidad conlleva un acto de corrupción. Sin embargo, la falta de procuració­n e impartició­n de justicia en el país es un problema tan grave que se ha convertido en el incentivo perfecto tanto para la corrupción como para la insegurida­d y violencia que nos rodean. La multiplici­dad de facetas que adquiere la impunidad requiere que se le trate de una forma multidisci­plinaria en la que se consideren las distintas manifestac­iones que toma en cada ámbito, desde el penal hasta el administra­tivo. Quienes resulten electos tendrán la difícil tarea de lidiar con las consecuenc­ias que la impunidad conlleva. En un país donde la violencia queda impune, no hace falta cubrirse el rostro para matar.

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