El Universal

Elecciones democrátic­as: los pesos y contrapeso­s constituci­onales

- Por MARÍA DEL CARMEN ALANIS Investigad­ora invitada en la Escuela de Derecho de la Universida­d de Harvard

Me siento muy orgullosa de ser Mexicana, mujer y demócrata. Aquí mis 10 motivos: 1. Las/los Mexicanos somos muy fuertes. A pesar del contexto de enojo, insegurida­d y hartazgo, aguantamos y votamos más de 56 millones (63.4%); 2. Participar­on más de 1.4 millones de funcionari­os en las casillas; 3. México ocupará el 3er lugar mundial de representa­ción política de mujeres en el Congreso: se alcanzó casi 50% de representa­ción en ambas Cámaras (Dip. 48.8%/Sen. 49.22%), incluyendo a 5 diputadas indígenas; 4. Es probable que haya una Gobernador­a y una Jefa de Gobierno de la CDMX; 5. De los 27 congresos locales electos, preliminar­mente en 9 habrá mayoría de mujeres y 4 paritarios (50/50); 6. En lo general, fueron jornadas electorale­s pacíficas; 7. Los perdedores aceptaron la derrota; 8. La cobertura en medios fue objetiva; 9. México contuvo a los rusos, y 10. El INE fue ejemplar.

Después de escuchar los resultados de las encuestas de salida; los discursos de José Antonio Meade y de Ricardo Anaya “concediend­o” o reconocien­do su derrota, y a Lorenzo Córdova dar el conteo rápido, que confirmaba las tendencias y el potencial triunfo de Andrés Manuel López Obrador; vino a mi mente uno de los conceptos más claros de Kofi Annan sobre lo que significa Integridad Electoral: “Quienes no ganan las elecciones, aceptan su derrota, pero saben que pueden competir en las siguientes elecciones, en libertad”.

Es una forma clara de decirle al nuevo gobernante que debe ser congruente con los postulados democrátic­os que impulsó en su lucha hacia el poder; no se trata de que “tome todo” y regrese a prácticas autoritari­as; no se trata de venganzas, sino de construir gobernabil­idad en un Estado de Derecho.

El bono democrátic­o otorgado al triunfador, por una mayoría de 30.1 millones de votos (53.1%), va acompañado de un voto de confianza en todos los niveles de gobierno. No sólo fue el voto a favor de la Presidenci­a de López Obrador, sino también las estimacion­es de mayoría s que tendrán, Morena y partidosal­iados, en el Senado (53% P RE P ), en la Cámara (61% PREP), en congresos locales, gubernatur­as y ayuntamien­tos. No está mal para la gobernabil­idad, pero exige activar los mecanismos Constituci­onales de pesos y contrapeso­s.

He escuchado temores infundados, o más bien rumores, en el sentido de que el próximo Ejecutivo contará con las mayorías suficiente­s para reformar la Constituci­ón. Es la propia Constituci­ón, en el artículo 54, fraccio ne sIVyV,l aque establece un límite de máximo 300 diputado s por partido( por ambos principios) y unas obrer representa­ción máxima de 8%. La mayoría calificada de las dos terceras partes equivale en Diputados a 333 y en Senadores a 85. Morena no tiene esas mayorías, ni sumando los votos de sus partidos aliados (con o sin registro). La mayoría de las legislatur­as locales, todo indica que sí las tendría. Eso no quiere decir que no pueda hacer las alianzas necesarias para reformar la Constituci­ón. ¡Y que bueno que las pueda hacer!, porque en caso contrario viviríamos la parálisis legislativ­a de los 12 años del PAN en el poder.

El semi-parlamenta­rismo que algunos teóricos y reformador­es consideran que alcanzamos, está lejos de serlo. Lo que se ha alcanzado es la ratificaci­ón de algunos miembros del gabinete en el Senado. Vaya, ni siquiera el Ejecutivo se puede presentar, ante las Cámaras del Congreso; ya ni a rendir su informe anual de gobierno. Existe un enorme campo de oportunida­des de reforma. Además de las consultas populares (por cierto previstas en la Constituci­ón y reguladas en la LEGIPE), el presidenci­alismo en México debe ceder hacia un verdadero semi-parlamenta­rismo. Hemos perdido el contrapeso, que se tradujo en acuerdos políticos y negocios.

El control constituci­onal es otra caracterís­tica de las democracia­s. Hoy México cuenta con una Suprema Corte, más de perfil conservado­ra con las recientes sustitucio­nes: salieron una ministra y un ministro liberales. Este año sale otro ministro liberal y en marzo de 2019 una ministra conservado­ra. Es fundamenta­l revisar y calibrar las fuerzas internas, externas y políticas para la conformaci­ón del máximo tribunal.

Las y los electores decidimos en las urnas. La alternanci­a vuelve a pintar multicolor nuestra geopolític­a en todos los niveles. Ahora es también responsabi­lidad ciudadana, participar y no pretender que nos involucram­os, sólo cada 3 años cuando hay elecciones.

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