Ayutla: 14 meses sin derecho al agua
Un conflicto de tierras obliga a 3 mil habitantes a vivir de la lluvia
DSan Pedro y San Pablo Ayutla esde hace 14 meses los tres hijos de María Ramírez Ventura preguntan por el agua. Lo hacen cuando observan la llave seca que antes les traía el líquido fresco, pero sobre todo, preguntan por ella cuando tienen que acarrearla desde un pequeño chorro que escurre de la montaña.
Abraham y Jocelyn, los hijos mayores de María, son gemelos y tienen siete años. Todas las tardes ambos niños acompañan a su madre a realizar hasta siete viajes para acarrear agua. Para ello, usan carretillas o la cargan en la espalda con un mecapal.
Al igual que María y sus hijos, la rutina de los casi 3 mil habitantes de la cabecera municipal de San Pedro y San Pablo Ayutla, ubicada en la Sierra Mixe, cambió desde junio de 2017, cuando autoridades de Tamazulápam del Espíritu Santo, un municipio vecino, les negaron el derecho a acceder al agua potable, como resultado de un conflicto limítrofe en el que se disputan las 150 hectáreas de tierra donde está un manantial.
—Los niños sí preguntan cuándo acarrean, les decimos que tenemos problemas con otro pueblo que quiere quitarnos el agua. Preguntan, están espantados, tienen miedo, porque cuando nos quitaron el agua los niños escucharon todo.
Como resultado de este conflicto agrario, uno de los 364 que se mantienen activos en Oaxaca, los pobladores de Ayutla, ubicada a 100 kilómetros de la capital, viven como si el pueblo estuviera en una sequía que no termina. Las actividades cotidianas, como lavar ropa o bañarse, ahora dependen de que el cielo se cargue de lluvia y de que sus brazos no se venzan para seguir acarreando el agua.
—Es muy difícil, traemos pero no rinde, no alcanza para lavar ropa ni para bañarnos diario. Ya nos cansamos todos, lamenta María, quien se dedica a la elaboración de tortillas, una actividad que requiere grandes cantidades de agua.
María, por ejemplo, prioriza la higiene de sus hijos y procura bañarlos dos veces a la semana; como van a la escuela, el uniforme también necesita estar limpio. Para los adultos el baño se restringe a una vez a la semana, y el lavado de la ropa se logra llevándola a donde bajan pequeños chorritos. Ahí se acumula el agua y la gente se forma para transportarla en cubetas. La situación se complica porque en Ayutla abundan las familias grandes, por lo que no hay agua que alcance ni espalda que resista.
—El agua que ocupamos es de la lluvia, no viene clara. Ahí arriba se junta entre los árboles cuando llueve. Escarbaron un hoyito y ahí se junta, aunque no está limpia, explica.
Pero la sed de Ayutla no tiene otra forma de saciarse que con la lluvia acumulada, por lo que desde el despojo del manantial las enfermedades gastrointestinales se han disparado.
—Hace dos meses nos enfermamos de diarrea todos, ya no queríamos comer por una semana. Nadie quedó sano. Mi papá, mi mamá, yo, mis tres hijos y mi otro hermano.
El agua como rehén
La era de la sed que vive San Pedro y San Pablo Ayutla tiene sus orígenes en un conflicto que inició hace más de cinco siglos, cuando junto con Tamazulápam y otras tres comunidades mixes formaron una alianza política para defenderse de ataques externos de otros pueblos, pero manteniendo sus límites territoriales.
José Galván, un joven de Ayutla que se ha dedicado a documentar el conflicto, explica que esa unión política evolucionó en la figura de la mancomunidad, en la que se reconocía a estos cinco municipios mixes como pueblos autónomos con límites internos, la cual se oficializó en 1975 y se terminó de ejecutar hasta el año 2000, sin el consentimiento de varios de los pueblos mancomunados.
La negativa de los pueblos mixes de seguir como una mancomunidad se originó porque, desde los 90, Tamazulápam comenzó a invadir territorio de Tlahuitoltepec, otro de sus vecinos, lo cual se sumó al conflicto que históricamente arrastraba con Ayutla.
“Hasta 1943, la línea divisoria con Tamazulápam estaba a cuatro leguas, unos 20 kilómetros, ahora los tenemos a kilómetro y medio porque van invadiendo”, explica José. Es esa misma disputa de tierras, la que ahora ha escalado hasta el reclamo de las hectáreas del manantial sobre el que Ayutla tiene la concesión número 10OAX129282/28H0GR99, expedida por la Comisión Nacional del Agua (Conagua) en 1999.
Para este joven ayuuk, como prefiere el pueblo mixe que se le nombre, Tamazulápam usa el agua como un rehén y se trata de un pretexto para que Ayutla ceda la posesión de esas tierras, que se sumarían a la invasión histórica que, según han documentado, alcanza 20 mil hectáreas.
“La realidad es que ellos tienen suficiente agua de su comunidad, por eso siempre Ayutla se opuso, porque decía que era un pretexto para invadir tierras”, explica.
Las exigencias de Tamazulápam sobre el manantial de Ayutla se intensificaron en 2015, pero fue el 18 de mayo de 2017 cuando escalaron, con la expulsión de seis familias por autoridades municipales. Por ese nuevo choque se iniciaron 22 carpetas de investigación por el delito de despojo y el 5 de junio peritos acudieron al paraje acompañados de los afectados.
Fue entonces que se desató la violencia. En medio de las pesquisas iniciaron las agresiones y habitantes de Tamazulápam detonaron armas de fuego contra la gente de Ayutla. En el ataque fue asesinado Luis Juan Guadalupe y otras seis personas resultaron heridas de bala.
Por esta crisis la Defensoría de los Derechos Humanos del Pueblo de Oaxaca (DDHPO) tiene abiertos dos expedientes y aunque reconoce que el derecho humano al agua suficiente, saludable y accesible está contenido en el artículo cuarto constitucional, el visitador general Juan Rodríguez Ramos asegura que aún no tienen elementos para determinar que en Ayutla se violenta ese derecho y emitir una recomendación.
Amado Chiñas Fuentes, juez Tercero de Distrito de Oaxaca, piensa diferente, pues el 31 de mayo otorgó el amparo 795/2017, en el cual determina que las autoridades de Tamazulápam, el gobierno de Oaxaca y la Secretaría General de Gobierno (Segego) han impedido que Ayutla acceda al agua, los primeros por negarles disfrutar del manantial y los últimos por ser omisos, por lo que les pide “garantizar que la comunidad tenga acceso al agua”.
Ahora, María, sus hijos y los demás habitantes de Ayutla deberán esperar otros tres meses a que se ratifique la sentencia y así termine esta sed.
“La realidad es que ellos [los de Tamazulápam] tienen suficiente agua, por eso siempre Ayutla se opuso, porque decía que era un pretexto para invadir tierras” JOSÉ GALVÁN Habitante de Ayutla