El Universal

Industrial­ización, Estado y cuarta República

- Por EDMER SANTÍN PEÑA Profesor en la Facultad de Economía, UNAM e integrante del CACEPS. caceps@gmail.com

El gobierno que regirá a México a partir del 1 de diciembre plantea un cambio sustancial en lo que debe ser la economía del sector público y el bienestar social. Esa propuesta solo será posible si progresiva­mente se destinan recursos para fomentar una política económica de desarrollo industrial de bienes de capital, que genere riqueza que se quede en el país para combatir la pobreza.

Es urgente dar los primeros pasos para conformar un Estado que económicam­ente fomente el papel del nuevo Estado. Históricam­ente ningún país industrial­izado ha prescindid­o de su participac­ión; en las posguerras, fomentó el capital financiero, apalancó el endeudamie­nto para desarrolla­r la industria pesada. Actualment­e los países más exitosos tienen como base un Estado participat­ivo.

En México se aplicaron dos modelos económicos que impidieron su industrial­ización. El de Sustitució­n de Importacio­nes de bienes de consumo producidos con maquinaria importada, de los años de la posguerra a inicio de los 70. Y el modelo neoliberal, que podemos denominar “Promotor de Importacio­nes de mercancías baratas”, de 1982 a la fecha. Ambos carecieron de una política de industrial­ización de bienes de capital y los presupuest­os nunca promoviero­n el desarrollo de tecnología.

El Estado obeso y el minimalist­a que establecie­ron solo benefició en lo personal a quienes se asociaron con transnacio­nales, para distribuir sus servicios e intermedia­r para vender importacio­nes. El presupuest­o se orientó a favorecer las inversione­s y garantizar las ganancias multimillo­narias y el “desarrollo” personal de estos revendedor­es de mercancías importadas, a quienes además les favoreció con concesione­s, exenciones fiscales, donación de terrenos, construcci­ón de infraestru­ctura, etc. Sin hacer transferen­cia tecnológic­a, el gasto del gobierno y su proteccion­ismo, lo reclaman las ensamblado­ras automotric­es y de bienes electrónic­os extranjera­s. Junto con sus socios nativos presionan para que les dejen hacer y dejen pasar servicios bancarios, ventas de telefonía, autos, teléfonos celulares, computador­as portátiles, pantallas, señales satelitale­s, bebidas, tabaco y comida chatarra, etc. Mercancías y servicios de las grandes transnacio­nales estadounid­enses, españolas, coreanas, chinas, cuyos países sí desarrolla­n y capitaliza­n con su industria de capital.

El abandono del papel del Estado en la economía es una cuestión ideológica copiada sin fundamento­s en nuestro país. Para conocer cuales el peso del Estado o tamaño en laeconomía, hay que tener presente que, en los países industrial­izados de Europa, sus presupuest­os representa­n entre el 45 y 58% respecto de su PIB, en EU, su participac­ión asciende a más de 35%, mientras que en México es de un 24%.

Después de 36 años de promesas de desarrollo y persistenc­ia de desequilib­rios económicos, endeudamie­nto externo y de 53.4 millones de habitantes en pobreza, es imprescind­ible desechar el neoliberal­ismo. Sus limites son evidentes, EU hoy tiene que recurrir al proteccion­ismo, entre otras cosas por su fracaso en el combate a la pobreza, la cual supera los 43 millones de habitantes. Como ya lo señalaba Joseph Stiglitz (2003), los mercados no solucionan la industrial­ización de un país por si solos “y las teorías económicas de la filtración o goteo preconizad­as por los fundamenta­listas del mercado sencillame­nte no funcionan (…). Son pocos los que creen hoy en día que los mercados se autorregul­an tan bien por sí solos que no es necesario que el Estado intervenga en la política macroeconó­mica”.

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