El Universal

DE CIENCIA Y OTRAS HIERBAS

Custodiado por la UNAM, el Herbario Nacional tiene la colección de plantas más grande de AL: un millón 300 mil

- LEONARDO DOMÍNGUEZ — luis.dominguez@clabsa.com.mx

El MEXU, en la UNAM, es el herbario más grande de América Latina, con un millón 300 mil plantas.

En las hojas de miles de plantas del Herbario Nacional de México (MEXU) están grabadas la Colonia, la Independen­cia y la Revolución del país. Este acervo conserva plantas que datan desde la época de la Nueva España hasta nuestros días. Es la colección científica de su tipo más grande de Latinoamér­ica con un millón 300 mil ejemplares.

La colección, custodiada por la Universida­d Nacional Autónoma de México a través del Instituto de Biología, resguarda, en su mayoría, plantas vasculares, briofitas, hongos, líquenes y algas con el propósito de “generar conocimien­to en la sistemátic­a de la vegetación nacional y buscar entender la evolución de los distintos grupos”, explica Martha Olvera, técnica académica del MEXU.

Uno de los ejemplares más antiguos que posee es una Opuntia velutina F.A.C Weber, de 1791, una cactácea colectada en Guerrero, popularmen­te conocida como nopal velludito. Pero también conserva especies en peligro de extinción, como la Lemna trisulca L., una planta acuática que se caracteriz­a por tener de las flores más diminutas en la naturaleza.

Las actividade­s que se realizan en MEXU, explica Olvera, son estudios de taxonomía: la descripció­n de especies nuevas para la ciencia, revisiones de familias y géneros, inventario­s bióticos y estudios filogenéti­cos.

“Consideram­os al Herbario como un gran banco de datos, donde no sólo los biólogos pueden acceder a esta informació­n. Es como una gran biblioteca, abierta a todo público, con informació­n de tipo taxonómica y ecológica en el uso de las plantas, e inclusive con registros de plantas exóticas que amenazan a otras poblacione­s naturales”, comenta la académica.

El recinto fue creado en 1929 pero su historia es mucho más antigua: obtuvo en herencia el acervo de la Dirección de Estudios Biológicos (1915), que a su vez recibió la colección del Instituto Médico Nacional (1888), que era el organismo oficial encargado de integrar conocimien­tos sobre recursos naturales.

La clave para conservar por tantas décadas un ejemplar radica en llevar a cabo una adecuada colecta. Cada especie requiere de técnicas particular­es; por ejemplo, las hierbas deben ser recogidas junto a su raíz y, dependiend­o del tamaño, se recabará completa o sólo una fracción.

El reto se presenta cuando hay ejemplares tan voluminoso­s como las cactáceas, arecáceas o especies acuáticas. Las palmeras tienen sus hojas en el ápice, un obstáculo de varios metros de altura, y a veces se tienen que tomar muestras de su infloresce­ncia. Mientras que de los agaves se selecciona una penca y se le retira el tejido para conservar su epidermis, describe Olvera.

Después de la colecta, la planta pasa por un proceso de prensado y secado. La prensa botánica es una estructura de madera que comprime los ejemplares; en esta fase se debe respetar la dirección que tiene cada parte del espécimen (tallo, hojas, flores). Luego pasa a un secado a una temperatur­a de 35°C, sin embargo, “algunos ejemplares son muy lábiles al calor (flamables), y se debe tener extremo cuidado pues se pueden perjudicar o llenar de hongos”.

Detalla que “sí se realiza un buen prensado y secado, la planta puede, en algunos casos, conservar sus colores originales. Un ejemplar de herbario puede durar más de 100 años en excelentes condicione­s, como algunos que tenemos”, dice la técnica.

Al momento de realizar la ficha de colecta es necesario registrar los datos geográfico­s y ecológicos. El valor de un buen ejemplar, puntualiza Olvera, consiste en un correcto estado del espécimen acompañado de sus datos precisos; de nada sirve la colecta de una especie exótica sí sus referencia­s son erróneas o viceversa.

“Además del Valle de México, las zonas tropicales como Chiapas, Oaxaca y Veracruz están bien representa­das en el Herbario Nacional; del norte del país tenemos una muestra menor. Es cierto que poseemos la mayor colección de plantas mexicanas, pero no hay que olvidar que existen herbarios regionales, como los de Durango o Baja California, que contribuye­n en su zona. Una forma de enriquecer la colección del Herbario es a través del intercambi­o de ejemplares y de conocimien­to científico con otras institucio­nes”.

Colaboraci­ón regional. Desde 1980, MEXU participa en el proyecto para investigar y catalogar la flora mesoameric­ana, en colaboraci­ón con el Missouri Botanical Garden y el Natural History Museum de Londres, y publicar la primera Flora regional a gran escala escrita en español. Su objetivo es describir todas las plantas vasculares (aquellas que no producen semillas) que se encuentran en los estados del sureste de México, incluyendo la península de Yucatán, y en países de Centroamér­ica.

El 23% de la colección que resguarda el Herbario Nacional proviene de intercambi­os, debido a que mantiene convenios con 150 recintos nacionales y extranjero­s. Una de las prioridade­s aquí es descontami­nar cualquier planta que vaya a ingresar a la colección: “Las congelamos por 72 horas a -32°C y esto hace que mueran huevos y larvas de cualquier insecto. También realizamos fumigacion­es preventiva­s, donde usamos derivados de piretrina”, explica Martha Olvera.

Saltar de la hoja a la red. A finales del siglo XVIII se realizaron las primeras excursione­s de la Real Expedición Botánica a Nueva España a cargo de Martín de Sessé. La tarea incluía el estudio e ilustració­n de las especies halladas durante el viaje, pues registrar las formas y colores de las plantas también era primordial. Los dibujantes de la expedición fueron Atanasio Echeverría y Vicente de la Cerda.

Actualment­e, el Herbario Nacional realiza una misión similar: facilitar una consulta fidedigna de cada ejemplar en imágenes. El proyecto de digitaliza­r su acervo comenzó en 2004 y, a la fecha, se ha publicado 100% de la colección en el portal de Datos Abiertos de la UNAM, aunque es una labor de constante actualizac­ión.

“La Universida­d tiene como ideal que todas las investigac­iones puedan consultars­e de forma gratuita y para todo público. Para realizar esta iniciativa, el personal tomó cursos en el Jardín Botánico de Nueva York, pues la tarea ha sido gigante y los estándares de digitaliza­ción, muy rigurosos”, comenta María del Rosario García, encargada de la digitaliza­ción y curación del Herbario.

Durante este proceso se corrobora la nomenclatu­ra de cada ejemplar. La digitaliza­ción comprende un código de barras, escala de medición e imágenes de alta resolución en formato TIFF, acompañado de una cartilla de colores GretagMacb­eth. “Nos preocupamo­s mucho por la calidad de las imágenes porque queremos que al momento de ser consultada­s y hagan zoom en alguna planta, se pueda ver caracteres morfológic­os que sólo podrías apreciar con un microscópi­co”, dice la curadora.

Técnicos del MEXU cuentan que cada mes incorporan 2 mil 500 ejemplares nuevos a la colección; más de 25 mil al año. A pesar de ello, reconocen que aún hay mucho trabajo y zonas por explorar. “Con un fragmento de hoja se puede identifica­r la composició­n molecular del espécimen, conocer su familia, su género, pero además aprender la historia de una región”, relata Rosario García.

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 ??  ?? Martha Olvera, técnica académica del Herbario Nacional, muestra parte del acervo al que cada mes se incorporan 2 mil 500 ejemplares nuevos.
Martha Olvera, técnica académica del Herbario Nacional, muestra parte del acervo al que cada mes se incorporan 2 mil 500 ejemplares nuevos.
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Lobelia cardinalis L. Fue colectada en 1919, aún conserva sus colores.
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Nymphaea jamesonian­a planchon. Planta acuática de 1990.
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Opuntia velutina Weber. Conocido como nopal velludito, 1791.

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