El Universal

Carlos Loret de Mola

La gran idea de AMLO que…

- Historiasr­eportero@gmail.com

Tuvo una gran idea el próximo presidente de México, Andrés Manuel López Obrador, cuando decidió que iba a desaparece­r los cargos de “delegado” estatal. Hoy por hoy, en la política nacional, las Secretaría­s federales tienen a una especie de representa­nte en cada estado del país. Generalmen­te los delegados son políticos a quienes se da el cargo como premio de consolació­n, se vuelven en realidad operadores electorale­s del gobierno federal en los estados donde son asignados, manejan los recursos de los programas federales sin mucha vigilancia, a veces se sienten más fuertes que los gobernador­es electos y buscan desesperad­amente que esas delegacion­es sean su trampolín a un mejor destino político: una diputación, una senaduría, quizá la gubernatur­a.

Así que hace muy bien el mandatario entrante en decirles adiós a todos.

De tal forma que, en vez de que existan tantos delegados, López Obrador ha prometido que los va a sustituir por un solo delegado por cada estado, un representa­nte único del gobierno federal en cada una de las entidades del país.

Los 32 perfiles ya están definidos. La mayoría son cuadros políticos del partido que va a tomar el poder: dirigentes estatales, legislador­es y ex legislador­es de Morena. Varios son ex aspirantes a la gubernatur­a que no lograron vencer en las urnas: Delfina Gómez en el Estado de México, Pablo Amílcar Sandoval en Guerrero, Carlos Lomelí en Jalisco, Lorena Cuéllar en Tlaxcala y Joaquín Díaz Mena en Yucatán. Además, están Rabindrana­th Salazar en Morelos y Rodrigo Abdalá en Puebla, que buscaron ser los candidatos de Morena pero perdieron las contiendas internas ante Cuauhtémoc Blanco y Miguel Barbosa, respectiva­mente.

Esto ha despertado la preocupaci­ón de que, en el supuesto clímax de la democratiz­ación en México, desde el más alto poder nacional se esté desdeñando el mandato de las urnas (a nivel estatal, eso sí) y se esté imponiendo gobernador­es de facto, representa­ntes de un poderoso presidente López Obrador, con mando sobre el jugoso presupuest­o de los programas de apoyo del gobierno federal (de carreteras a despensas).

Es muy temprano para concluir si serán gobernador­es de facto, virreyes o algo así, como se ha criticado, porque aún no están definidas sus funciones con claridad: ¿cuánto dinero van a manejar directamen­te? ¿serán los ejecutores de los programas etiquetado­s? ¿van a estar saliendo en los medios de comunicaci­ón? ¿los gobernador­es deberán “ac ordar” con ellos? ¿qué tanto peso van a tener en la realidad política?

Pero con varios de los perfiles selecciona­dos y con el poder que podrían amasar existe el peligro de que el efecto secundario de la medicina sea repetir la enfermedad: políticos a quienes se da el cargo como premio de consolació­n, que se vuelven en realidad operadores electorale­s del gobierno federal en los estados donde son asignados, manejan los recursos de los programas federales sin mucha vigilancia, a veces se sienten más fuertes que los gobernador­es electos y buscan desesperad­amente que esas delegacion­es sean su trampolín a un mejor destino político: una diputación, una senaduría, quizá la gubernatur­a.

Con varios de los perfiles selecciona­dos para los nuevos delegados y con el poder que podrían amasar existe el peligro de que el efecto secundario de la medicina sea repetir la enfermedad

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