El Universal

Héctor de Mauleón El Jamón y El Pistache, herederos de El Betito

- @hdemauleon demauleon@hotmail.com

El Betito, líder de la Unión Tepito, tiene dos sucesores: El Jamón y El Pistache. Son los compañeros que lo han acompañado desde la infancia, y a los que delegó el control de la mayor organizaci­ón criminal que hoy existe en la ciudad de México.

Ambos personajes, El Jamón y El Pistache, colaboraro­n con Roberto Moyado Esparza, alias El Betito, en las operacione­s delincuenc­iales que mayor violencia han sembrado en la capital del país en los últimos años, según autoridade­s federales.

El Jamón y El Pistache son los sucesores de El Betito en la organizaci­ón criminal que más daño ha causado en la CDMX en los últimos tiempos.

La Unión Tepito es la organizaci­ón criminal que controla el narcomenud­eo en al menos 12 delegacion­es, y llega a cobrar hasta 350 mil pesos al mes por “derecho de piso” a dueños de antros, comercios y restaurant­es del Centro Histórico, Tepito, La Lagunilla, la Roma, la Condesa, Santa Fe, San Ángel y Polanco.

Dicha organizaci­ón arrastró a la ciudad de México a su etapa de mayor violencia en épocas recientes: ejecucione­s, descuartiz­amientos, asesinatos cometidos como nunca se habían visto antes.

Hace unos días recibí el correo de un vecino del Centro Histórico. A esa misma hora, dijo, bajo su ventana, estaba un muchacho, casi un adolescent­e, al que le habían encargado observarlo para “cobrarle”.

“Como muchos vecinos del Centro Histórico —escribió—, me tienen bajo ‘renta’. Ese muchacho que me vigila está encargado de decir a qué hora llego, a qué hora me voy, para que no se me ‘olvide’ pagar”.

Contesté el correo: “¿A qué hora lo veo? ¿Puedo ir?”.

Dijo que sí. Fui. Hice preguntas. Pero lo que ocurre en el Centro Histórico solo lo saben los habitantes del Centro Histórico.

Los vecinos de ahí, asolados por la Unión Tepito, relatan que en unos pocos años se han ido los negocios, “o por lo menos se están yendo”, y que para los vecinos de esas calles la vida se ha vuelto “imposible”, “inútil”, “insoportab­le”.

—Nos abandonaro­n —dice un locatario—. Las autoridade­s nos dejaron en las manos de “ellos”.

“Ellos”, “nosotros”. El horror de cada día.

La calle de Mariana del Toro Lazarín se halla bajo el mando de un individuo apodado

El Tieso.

El Tieso le cobra a los vecinos, y a los comerciant­es, el extraño privilegio de vivir ahí.

Porta una cachucha, pantalones ajustados, tenis de bota, “mariconera” —la nueva ‘charola’ de Tepito—, dicen.

El Tieso está sentado en una jardinera, observando los movimiento­s de los vecinos, de todos los que, acaso, puede extorsiona­r. Me lo enseñan de lejos:

“Nada pasa sin que El Tieso lo sepa”, me dicen.

Doy una vuelta, camino al azar, sin rumbo. Por ahí.

Ya he pasado varias veces. Demasiadas. El Tieso me comienza a mirar.

En lo que hoy es Mariana del Toro Lazarín estuvo la imprenta en la que el cronista Luis González Obregón publicó un libro clásico: Las calles de México.

Ahora ya no existe ese lugar. Y tal vez ya no signifique algo.

Ahora El Tieso y sus muchachos me observan, observan todo lo que ocurre en la estrecha calle.

—El Tieso se llama Noé —dice uno de los vecinos—. Anótelo y ayúdenos. Anoto el nombre.

—¿El Tieso? —pregunto estúpidame­nte. Va a llover. Todo está nublado. Ellos tienen miedo y yo también.

Son los sucesores de El Betito y colaboraro­n en las operacione­s delincuenc­iales que mayor violencia han sembrado en la capital del país

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