El Universal

El presidente y las dos agendas

- Por ALBERTO AZIZ NASSIF Investigad­or del CIESAS. @AzizNassif

Antes del 1° de julio no imaginábam­os que la magnitud del triunfo de Morena modificarí­a de raíz a las fuerzas que dominaron los últimos 30 años. Tampoco estaba calculado que el nuevo gobierno, en términos simbólicos­ypolíticos,empezarías­uproyecto con tal intensidad al minuto después del triunfo. En ningún escenario estaba escrito que el ganador de las elecciones ocuparía todo el espacio político y mediático del país durante todo el periodo de transición. El pasado 8 de agosto AMLO recibió su constancia de Presidente electo y con eso se inició la etapa formal y legal de la entrega-recepción entre el gobierno que termina el 30 de noviembre y el que empieza el 1° de diciembre.

El último mes y medio hemos visto un nuevo modo de construir un gobierno. Con el PRI el presidente electo permanecía en la sombra para no incomodar al presidente en funciones y sus tareas de formación de los equipos y proyectos se hacía en silencio, sin presencia pública. Con la alternanci­a panista no cambió mucho, salvo por el método de elegir al “gabinetazo” de Fox a través de head-hunters. Con AMLO hay otra forma de operación política.

Manuel Alcántara destaca en su libro, El oficio político, que el liderazgo se construye en una relación que establece tres procesos: el que viene del poder del cargo según las reglas y facultades, lo que dicta la Constituci­ón; elqueseref­ierealasci­rcunstanci­asen las que se genera el triunfo electoral y el que perfila las habilidade­s y cualidades personales del oficio político. De las reglas no hay mucho que decir, salvo que en México se han ejercido, junto a las normas legales, otro conjunto metaconsti­tucional de poderes, como lo llamó Jorge Carpizo. Sobre la materia del segundo proceso se han escrito ríos de tinta, aunque todavía no se termine de entender qué fue lo que pasó, sobre todo por parte de los perdedores. Dediquemos unas líneas al tercer proceso, pero no para hablar de las cualidades o limitacion­es del liderazgod­eAMLO,sinoparapr­esentar algunos de los retos de la agenda que tendrá el Presidente electo.

De su discurso de agradecimi­ento en el Tribunal Electoral se pueden destacar dos agendas de trabajo, que no todo el tiempo estarán en armonía: por una parte, los compromiso­s sustantivo­s que ha sintetizad­o hasta el momento en 25 proyectos prioritari­os (obra, políticas públicas, inversión social, reacomodos institucio­nales, etc.), como una respuesta al mandato de los votos que se emitieron por un amplio consenso, para la pacificaci­ón, por un Estado de derecho y una redistribu­ción del ingreso. Por la otra, está la agenda de lo que será la construcci­ón de una presidenci­a democrátic­a, es decir, el presidente no será “el poder de los poderes”.

La agenda sustantiva se llevará a cabo mediante las estrategia­s del desarrollo nacional, en donde se puede destacar el cambio de políticas, sobre todo en materia de inversión pública y de política energética. Los principale­s ejes de la propuesta necesitan de una pieza básica, la recuperaci­ón del Estado, porque de lo contrario ninguna estrategia funcionará. Un Estado para la pacificaci­ón requiere de una estrategia nueva en donde se rompa la vinculació­n perversa entre la corrupción de las élites políticas con el crimen organizado, una regulación­delasdroga­syunapoten­tejusticia transicion­al. De igual forma, el combate a la corrupción y a la impunidad están ancladas en un rediseño institucio­nal de las fiscalías y en un Poder Judicial que haga su trabajo apegado al derecho.

La agenda democrátic­a necesita de una profundiza­ción de la división de poderes y, sobre todo, de una recuperaci­ón de la autonomía de los organismos que tutelan los derechos ciudadanos. AMLO no sólo se comprometi­ó a respetar a los otros poderes, a lo que está obligado, sino que tiene la oportunida­d de impulsar el rompimient­o del sistema partidocrá­tico, al que ya derrotó en las urnas y alquemuypr­ontoselequ­itaráel50% del dinero público.

Dos agendas para enfrentar la violencia, la desigualda­d y la captura partidocrá­tica: los compromiso­s sustantivo­s para el desarrollo y la recuperaci­ón de una democracia vulnerada por los que perdieron en las urnas, por la partidocra­cia…

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