El Universal

Javier Duarte, cuando ya no queda ni la vergüenza

- Luis Cárdenas

Considere usted la diferencia entre pasar 50 años en prisión contra pasar solamente cinco.

Gran diferencia ¿o no? Piense, además, que a cambio de sus cinco años en confinamie­nto, de sus más o menos mil 800 días vividos con algunas humildes comodidade­s y con todas las garantías sobre su integridad física, obtendrá usted una fortuna, pongamos, viéndonos sencillos, unos mil millones de pesos, ¿le entra?

Algo así podría pasarle a Javier Duarte, al personaje más corrupto en la historia contemporá­nea de México en el México más corrupto de la historia contemporá­nea: el sistema no funciona, es una cloaca, es un hervidero de ineptitud funcional donde todo el mundo puede joder como se le pegue la gana siempre y cuando se cuente con un amigo poderoso... Y Javier Duarte, al parecer, tiene muchos y muy poderosos.

Evidenteme­nte que Duarte seguirá en prisión, no saldrá ni mañana ni, lo más probable, en este sexenio, pero la borricada de sus acusadores, que para colmo nos representa­n a todos, ha provocado que en el juicio The

People vs Javidú, el de la paciencia y el dominio de ciencia, nos haya metido una rastriza despiadada en el primer round. Duarte gana y gana bien.

Reclasific­ar el delito de delincuenc­ia organizada al de asociación delictuosa es algo así como cambiar la acusación contra un homicida por la de un simple golpeador, es grave por dónde se vea y se explica en dos vías: o es una gansada monumental o es un acuerdo vil para proteger al ex gobernador que mucho podría saber y cantar en un réquiem enmarcado en el funeral de una de las peores administra­ciones del país.

El argumento no podía ser más blando y timorato: dicen que la clasificac­ión de asociación delictuosa podría garantizar­les una sentencia porque la de delincuenc­ia organizada, simplement­e, la van a perder. Así de desnutrida la institució­n. Lástima. ¿Que diría el doctor Cervantes que decidió salirse a tiempo de la devastació­n?

¿Qué no hablamos del caso de un hombre al que el presidente Peña felicitó e impulsó en su carrera y presumió como la nueva generación?, ¿que no fue ese mismo hombre, esa misma promesa, el que desvió más de 30 mil millones del erario veracruzan­o?, ¿el que fue desnudado en su corrupción gracias a una investigac­ión periodísti­ca (¡Aplausos, Animal!) que mostró su red de empresas fantasmas?, ¿no lo intentaron proteger hasta que no hubo forma?, ¿no lo dejaron huir en un vuelo privado pagado con recursos públicos?, ¿no se les peló por el mundo una, dos, tres, muchas veces?, ¿no pidieron a Guatemala su extradició­n únicamente por dos delitos a sabiendas de que había otros ilícitos y que su omisión en la solicitud le daba una ventaja de saque?, ¿no fue por eso que él mismo se allanó a la extradició­n?, ¿no prefiriero­n darle el Reclusorio Norte, donde juega ajedrez con un chino, que Almoloya a donde mandaron, por menos, al hijo de Guillermo Padrés?

Son un desastre. A veces dicen que ya no queda ni la vergüenza.

¿Y el presidente electo se pronunciar­á sobre el tema?, ¿para cuándo?

DE COLOFÓN.— No le gusta el capitalist­a porque no le gusta negociar así, sin que se acate su berrido. ¿Que pactaron por esa flor?

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