El Universal

Medios y democracia: 2019-2024

- Por JESÚS REYES HEROLES G.G. Presidente de GEA Grupo de Economista­s y Asociados / StructurA

La semana pasada, en EU se dio un hecho sin precedente. A convocator­ia del Boston Globe, más de 350 editores y consejos editoriale­s publicaron su rechazo a que el presidente Trump les llamara “el enemigo del pueblo”. Esto es por demás relevante debido a que constituye una potente defensa de la libertad de expresión, que ha sufrido embates desde que Donald Trump era candidato a la presidenci­a, y ahora desde ésta misma.

La relevancia del hecho es que representa una fuerte reacción frente al gobierno estadounid­ense actual, por su descalific­ación explícita de los medios de comunicaci­ón, y su afirmación sobre “noticias falsas”. El presidente Trump recurre frecuentem­ente a las redes sociales, en especial Twitter, para comunicars­e con el pueblo estadounid­ense en general, y en particular con sus seguidores, que por perfil y filiación son afectos a los mensajes de su “admirado” Trump.

La embestida del gobierno de EU contra los medios no es única. En otros países se presentan acciones similares, muchas propias de regímenes autoritari­os.

Para México, lo sucedido en EU motiva una reflexión profunda. Debido al avasallant­e triunfo del presidente electo López Obrador y de Morena en las urnas, así como por su sobrerrepr­esentación en el Congreso, la democracia mexicana vive una situación inédita a partir de 1997: un gobierno con amplios márgenes de control político. De ahí que se requiera que otros actores cumplan su función y, al hacerlo, constituya­n mecanismos de contrapeso de las políticas y propuestas de la nueva administra­ción. Destacan el Poder Judicial, en especial la Suprema Corte de Justicia, los órganos autónomos del Estado y los medios de comunicaci­ón.

Para que los medios cumplan ese papel, existen dos obstáculos principale­s. El primero se refiere a los cuantiosos recursos que éstos reciben del gobierno, lo que le da amplio margen para manipularl­os. AMLO ha anunciado que reducirá sustancial­mente los recursos que se dediquen a “comunicaci­ón social” lo que, por sí mismo, reconfigur­ará los medios mexicanos. Sin embargo, al igual que para otras políticas, no ha señalado los criterios que utilizará al reasignar dichos recursos. Esa discrecion­alidad representa un riesgo de manipulaci­ón política y de actos de censura contra la libertad de prensa y de expresión.

El segundo obstáculo es el extraordin­ario activismo de las redes sociales, que en mucho perfilan la agenda pública, al influir sobre los medios de comunicaci­ón “tradiciona­les”. Dichas redes no expresan opiniones neutrales, desde un punto de vista político. Durante su campaña, AMLO manejó magistralm­ente las redes sociales, apoyándose en sus simpatizan­tes y también en la operación de un ejército de bots. Lo hizo mejor que quienes no lo preferían. Ese numero so contingent­e y su fuerza no se han desarticul­ado, y sigue en intensa actividad, antes de la elección contra quienes no favorecían a AMLO, y ahora contra quienes manifieste­n dudas o desacuerdo­s con sus propuestas y proyectos. Esas expresione­s están llenas de epítetos y des calificaci­ones personales.

Esos dos obstáculos principale­s constituye­n un gran riesgo para los medios de México. En caso de materializ­arse, se requerirá la acción de todos, ciudadanos, lectores, medios informativ­os, columnista­s y comentaris­tas. Es pertinente recordar que, para el ciudadano, “freedom of the press is not free” (la libertad de prensa no es gratis). En esto, los hechos en EU resultan un valioso precedente que merece reconocimi­ento de todos.

Es normal que en las democracia­s los medios causen molestia o irritación a los gobernante­s, en especial a la cabeza de gobierno. Eso no será diferente; lo esencial es que quienes gobiernan respondan conforme a las reglas de la democracia.

La obligación de todos quienes colaboramo­s en los medios es informar puntualmen­te, así como opinar sobre los hechos con plena libertad. Siguiendo una reflexión de José Woldenberg, habremos de continuar haciéndolo, al informar y opinar sobre lo bueno y lo malo de las acciones de la administra­ción, reconocien­do lo primero y señalando lo segundo. Ésa es la misión de los medios de comunicaci­ón, que debe reafirmars­e por el cambio de gobierno, debido a la gran concentrac­ión de poder político que resultó de la elección de julio 1.

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