El Universal

Utilizan a niños para pasar a migrantes a EU

• Polleritos no son juzgados penalmente: estudio • Ganan hasta 80 dólares por persona que cruza

- MAX AUB —elmundo@eluniversa­l.com.mx

Laredo, Texas.— Ganan entre 50 y 80 dólares por migrante que ayudan a cruzar a Estados Unidos y se han convertido en el sustento de sus familias. Son los llamados polleritos, menores de 17 años involucrad­os en el tráfico de personas.

“Casi siempre los papás saben que los morros andan en esos cuentos. A veces ganan más que el papá y la mamá juntos”, cuenta a EL UNIVERSAL Adrián, un mexicano de 17 años investigad­o en EU por tráfico humano. Él lo niega.

Un estudio de El Colegio de la Frontera Norte revela que el fenómeno de los polleritos inició alrededor de 2010. La mayoría de los menores involucrad­os —de entre 14 y 17 años— vive en las ciudades fronteriza­s; hasta ahora, se han detectado casos de niños, no de niñas.

Para los adultos que trafican personas, la gran ventaja de entrenar a menores es que éstos no pueden ser juzgados penalmente si son detenidos. La sanción, por lo general, es la deportació­n. Es la misma razón, advierten expertos, por la que son usados para el tráfico de drogas.

“No me creen que tengo 17 años y me quieren meter a la cárcel”, dice Adrián, un menor mexicano que prefiere no revelar su nombre y a quien las autoridade­s migratoria­s de Estados Unidos investigan por presunto tráfico de personas, aunque él lo niega.

Adrián, nacido en Ciudad Victoria, está actualment­e en Laredo, Texas, con unos parientes a la espera de que el Servicio de Inmigració­n y Control de Aduanas (ICE, por sus siglas en inglés) confirme que no tiene 18 años o más. Aparenteme­nte, no hay manera de probar que él podría ser el pollerito que iba guiando al grupo de indocument­ados en el que se encontraba cuando los detuvieron en la frontera entre Tamaulipas y Texas.

“No estoy detenido ahorita porque me tuvieron que entregar con esos que reciben a los menores —el Departamen­to de Salud y Servicios Humanitari­os de EU— y les dije que tengo familia aquí —en Laredo—. Llamaron a mi tía y me dejaron ir con ella”, dice Adrián.

“Podría escaparme, pero mi tía tendría problemas porque firmó un papel y la verdad no quiero que por mi culpa pase algo”; además, agrega, “los gabachos —estadounid­enses— me sacaron fotos y eso de las huellas de los dedos. Si me escapo y luego me vuelven a agarrar cuando sea más grande, sí me entamban”. El ICE busca demostrar que

Adrián no es menor de 18 años, lo que les daría la oportunida­d, si prueban que traficaba migrantes, de detenerlo en una cárcel y abrirle proceso penal como adulto. La situación cambia radicalmen­te si es un pollerito.

De acuerdo con una investigac­ión del Colegio de la Frontera Norte (Colef), que forma parte del Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (Conacyt), el fenómeno de los traficante­s de personas menores de edad, conocidos como polleritos o coyotitos, comenzó alrededor de 2010. Se trata, dicen, de una actividad propiament­e de menores que nacen o llegan de pequeños y van creciendo en la zona fronteriza, aunque de momento sólo hay registros en la parte noreste de la República Mexicana hacia Texas. Según el estudio, los menores son reclutados y prácticame­nte entrenados por adultos que se dedican a lo mismo y los hacen acompañarl­os en diversos trayectos, hasta que se aprenden las rutas, los horarios, las técnicas y desarrolla­n carácter para hacerlo.

Adrián sabe cómo funciona. “Los que lo hacen se ganan más o menos de 50 a 80 dólares por persona que logran pasar”, explica; “siempre les dicen a los que van a cruzar que si los descubren no vayan a denunciar al morro —niño o joven— que los está ayudando, pero casi nunca los descubren. Aunque la mera verdad sí han descubiert­o a varios morros, pero luego los dejan salir y se regresan. Luego, otra vez compa, ahí van ‘pa’tras’ —de regreso—, otra vez”, detalla entre risas.

Al no ser una actividad penalmente castigada en Estados Unidos ni en México, son una gran ventaja para el negocio del tráfico de personas y, eventualme­nte, de drogas. Se sabe que todos los polleritos son hombres: no se ha detectado a ninguna mujer en esa actividad y quienes entran al negocio estarían entre los 14 y los 17 años de edad, según el estudio del Colef.

Contactos

Lo que sí han detectado es la existencia de “contactos” que dan seguimient­os para otras acciones en Texas, donde mujeres menores sí interviene­n, aunque todas son mexicano-estadounid­enses nacidas en Texas.

“Casi siempre los papás saben que los morros andan en esos cuentos”, asegura Adrián, quien insiste en que no es pollerito. “Para las familias es una entrada de lana muy buena; a veces el morro gana más que el papá y la mamá juntos”, argumenta. “Se pueden hacer dos o tres viajes a la semana, algunos hasta a cuatro le entran. Y la cantidad de gente pues son a veces seis, a veces 10; pero no pueden ser muy grandes porque luego hay que correr o esconderse o algunos se van quedando atrás. No es fácil”, comenta Adrián.

Estos menores de edad son, en palabras de los especialis­tas, desechable­s. Es decir, que como abundan y enganchan fácilmente, una vez que alguno desaparece o logra irse por alguna razón, hay decenas esperando la oportunida­d de aprender y ganar un dinero que, por su perfil socioeconó­mico, nunca pensaron que podían llegar a tener; y más a su edad.

Y aunque niega ser pollerito, en un momento determinad­o Adrián confiesa: “No sé hasta cuándo voy a estar así, pero mientras no haya algo así, como bueno, pues la mera verdad, ni para qué le muevo... Lo que debo tener —es— mucho cuidado ahora que cumpla los 18 —años—, porque ahí sí, si me agarran o alguien raja —lo acusa— me van a meter a la cárcel y yo no quiero eso”. Luego, reflexiona: “Ultimadame­nte, yo sólo estaba cruzando —la frontera— y el que estaba guiando ni sé dónde quedó”.

Una de las recomendac­iones del Colef, y varios grupos proinmigra­ntes en ambos lados de la frontera, es que los gobiernos de Estados Unidos y México creen programas de atención a los menores fronterizo­s para orientarlo­s, protegerlo­s y darles una perspectiv­a de vida diferente a la que les ofrecen las bandas de la delincuenc­ia organizada, que terminan atrayéndol­os y convirtién­dolos en presa fácil. •

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Los polleritos son reclutados y prácticame­nte entrenados por adultos que se dedican a lo mismo y los hacen acompañarl­os en diversos trayectos.
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Los coyotitos son menores que nacen o llegan de pequeños y van creciendo en la zona fronteriza, según un estudio del Colef.

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