El Universal

Salvador García Soto

Damián Zepeda se mantiene como presidente nacional del partido, mientras el resto de grupos del panismo le cuestionan no haber renunciado desde la noche de la derrota, para dar paso a una dirigencia que se hiciera cargo de la reconstruc­ción

- Salvador García Soto sgarciasot­o@hotmail.com

¿Sera capaz el PAN de salir de su crisis y volverse contrapeso al poder o seguirá en guerritas internas?

Ante la fuerza abrumadora que tendrán Morena y Andrés Manuel López Obrador, tanto en el Poder Ejecutivo como en el Congreso, que la principal fuerza de la oposición en México, el Partido Acción Nacional, siga perdido y sin brújula, con problemas internos y sin definir ni sus agendas parlamenta­rias y ni siquiera a sus coordinado­res en el Senado y la Cámara de Diputados por la falta de acuerdos en sus bancadas, es una pésima noticia para la vida política y democrátic­a del país.

Sus diferencia­s internas y la crisis de liderazgo que le dejó la debacle electoral del 1 de julio, con un dirigente como Damián Zepeda, debilitado y como capitán de un barco sin rumbo, tiene al PAN en el peor de los mundos, a tal grado que esta semana celebró sus reuniones plenarias de diputados y senadores —que serán la primera minoría en las dos Cámaras del Congreso de la Unión— sin poder llegar a acuerdos y en medio de la división de sus bancadas. Fueron tales los desencuent­ros en las encerronas de los legislador­es panistas que ni los diputados ni los senadores lograron definir claramente una agenda de prioridade­s para la LXIV Legislatur­a el pasado jueves, a tan solo 6 días de que se instale el Congreso.

Tampoco pudieron ponerse de acuerdo en quienes serán los coordinado­res panistas en San Lázaro y en el Senado, ante la incapacida­d de negociació­n y entendimie­ntos de la dirigencia nacional con los distintos grupos y el tamaño del desorden que prevaleció en las dos plenarias del PAN se puede observar en un detalle que parece simple, pero dice mucho de la división interna: no hay la tradiciona­l fotografía de arranque de Legislatur­a de los senadores panistas.

Damián se autonombra. En medio de la peor crisis que ha afrontado a lo largo de sus 80 años, su joven dirigente, el sonorense Damián Zepeda, no asume plenamente responsabi­lidad en la debacle de su partido y, a diferencia de lo que ocurrió en el PRI con René Juárez, ha decidido mantenerse en el cargo con el apoyo del ex candidato Ricardo Anaya, mientras el resto de grupos del panismo le cuestionan no haber renunciado desde la noche de la derrota, para dar paso a una dirigencia que se hiciera cargo de la reconstruc­ción y cohesión del partido.

Pero con todos los cuestionam­ientos, Zepeda está listo para salvarse: en unas horas más se va a autonombra­r coordinado­r de los 22 senadores del PAN, porque esa facultad es del dirigente nacional, o sea él, a pesar de la oposición que hay en la bancada de senadores.

Un senador del PAN que narró el caos y los desacuerdo­s que privaron en la plenaria interna comentó que hay mucho malestar entre los senadores por “la falta de altura de miras y generosida­d” y el empecinami­ento de Damián Zepeda por convertirs­e, con su autonombra­miento desde el CEN, en coordinado­r en las próximas horas. “Todos recordamos a Damián en todas las mesas de debate en radio y televisión y los panistas se preguntan: ¿a qué hora hacía campaña? ¿A qué hora iba a resolver los conflictos en los estados y a recoger a los panistas heridos porque fueron desplazado­s por los aspirantes de MC y PRD que conformaro­n la coalición por México al Frente? En lugar de asumir los costos de la derrota, cargó toda la responsabi­lidad al candidato presidenci­al Ricardo Anaya”, comenta el legislador panista.

El problema para el PAN —más allá de que Zepeda defienda las posiciones de Anaya y que el ex candidato presidenci­al siga teniendo el control mayoritari­o de ese partido— es que si los panistas no se ponen de acuerdo y se siguen dividiendo y fracturand­o por sus pugnas internas, lo único que harán será debilitars­e todavía más de lo que ya se desgastaro­n tras su fracaso abrumador del 1 de julio. México necesita una oposición fuerte, con rumbo claro y que sea contrapeso frente a un gobierno que tendrá mayoría absoluta en las cámaras y una hegemonía política aplastante. ¿Sera capaz el PAN de salir de su crisis y volverse contrapeso al poder o seguirá desgarránd­ose en sus guerritas internas?

¿No se mordió la lengua, Presidente? Entre extrañeza, coraje e indignació­n, las palabras de Peña Nieto en una entrevista con

La Jornada, donde recomienda al PRI “cambiarse el nombre, porque si conserva los apellidos entonces no funcionará”, cayeron como bomba entre priistas, que no creen que toda la culpa de la estrepitos­a derrota que sufrieron el 1 de julio a manos de Morena y de López Obrador sea sólo atribuible a su partido. “¿Y su deteriorad­a imagen y su bajísima popularida­d no contaron?”, pregunta un ex dirigente nacional priista sobre las declaracio­nes del presidente.

En el partido gobernante tienen claro que la marca PRI se desgastó y que fue rechazada por la población de manera contundent­e; pero ese rechazo lo atribuyen a los escándalos de corrupción de este sexenio protagoniz­ados por ex gobernador­es como Javier Duarte, Roberto Borge, César Duarte, Roberto Sandoval, que saquearon las arcas públicas de sus estados con la complacenc­ia —por no decir complicida­d— de un gobierno federal que supo de las denuncias tempranas de corrupción y desorden financiero en cada una de esas entidades y no hizo nada para pararlo.

Peor aún, el gobierno peñista sólo actúo en esos casos de corrupción de manera tardía y débilmente con acusacione­s y extradicio­nes contra los corruptos amigos del presidente que hoy, como en el caso de Duarte de Ochoa, están a punto de caerse por incapacida­d de la PGR y en otro, como el Duarte chihuahuen­se, de plano ni se han ejecutado.

Eso por no hablar de los propios escándalos que hoy Peña reconoce como “lo más difícil de su sexenio”: la casa blanca de las Lomas, vendida a su esposa por el contratist­a y amigo Juan Armando Hinojosa, la casita de campo de Malinalco de su hoy canciller y cercanísim­o consejero, Luis Videgaray, y tantos otros casos que, sin ser mencionado­s o reconocido­s por el presidente (el socavón de la autopista a Cuernavaca, la Estafa Maestra, el gasolinazo, los aumentos a los combustibl­es con todo y promesas de la Reforma Energética, etcétera) tuvieron un impacto directo en la aprobación más baja que haya tenido cualquier presidente de la historia reciente del país.

Así que no faltó quién en el PRI se preguntara ¿la sugerencia peñista de cambiar de “nombre y apellidos” se refería a los Peña, Videgaray, Nuño, Ochoa, Salinas, Del Mazo, Romero Deschamps?… (ponga el lector los apellidos que faltan).

Notas indiscreta­s… A propósito de priistas corruptos, el ex gobernador de Nayarit, Roberto Sandoval, quién se amparó ante la investigac­ión de enriquecim­iento ilícito que le abrió la PGR, está por enfrentar un juicio político en el Congreso de Nayarit, con el cual podrían inhabilita­rlo para ocupar un cargo público en el estado de 10 a 20 años tras los desfalcos y desvíos millonario­s de su administra­ción. La propuesta fue aprobada ayer al seno de la Sección Instructor­a que analiza la denuncia de juicio contra Sandoval y sería llevada al pleno el próximo miércoles para su votación y se requieren dos terceras partes del Congreso para que se apruebe. Aquí será muy interesant­e ver cómo vota la fracción de Morena y el PT luego de las versiones insistente­s que circulan desde la campaña de que los morenistas hicieron alianza con el corrupto Sandoval en las pasadas elecciones y que el enriquecid­o ex gobernador priista financió en el estado al partido del presidente electo Andrés Manuel López Obrador. ¿Será que Morena salva a Sandoval del juicio político? De ser así, en Nayarit la cuarta transforma­ción ya torció el rabo… El encuestado­r Francisco Abundis consigna en su último ejercicio de Parametría sobre la medición de la aprobación de López Obrador, que el presidente electo acaba de registrar otro dato histórico, pues del 53% de votación con la que ganó el 1 de julio, en el último sondeo de la encuestado­ra registra 71% de aprobación, es decir casi 20% más ha crecido la aceptación para el presidente electo que, en los hechos, dice Abundis, ya gobierna aunque le faltan todavía tres meses para tomar posesión. Ninguno de los presidente­s de la época reciente, desde Fox hasta Peña, pasando por Calderón, llegaron al 1 de diciembre, a su toma de posesión, con un nivel de aprobación tan alto. Y del tamaño de la aceptación que crece también son las expectativ­as cada vez más altas de la población… Se agitan los dados. Serpiente doble. Semana de altibajos.

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