El Universal

Pacificaci­ón y justicia

- Por SANTIAGO CORCUERA CABEZUT Profesor de Derechos Humanos en la Universida­d Iberoameri­cana. @CORCUERAS

El equipo de transición del Presidente electo se ha dado a la tarea de comenzar un proceso de “escucha” orientado a encontrar caminos para la pacificaci­ón del país. Durante los encuentros que hasta ahora se han dado, las víctimas han expresado su voz, indicando su preocupaci­ón, incluso su rechazo, a un camino que pudiera no responder adecuadame­nte a sus reclamos de verdad, justicia y reparación integral.

En efecto, se ha hablado de posibles amnistías, de otorgamien­to de perdón: las víctimas responden “ni perdón ni olvido”, o más mesuradame­nte, no puede haber perdón, sin que antes haya verdad.

Dentro de estos esquemas también se ha hecho mención del concepto de justicia transicion­al: de comisiones de verdad y reconcilia­ción. Al respecto, es importante recalcar que un proceso de justicia transicion­al “que sirva”, debe reunir ciertos requisitos indispensa­bles, pues de lo contrario, puede conducir a resultados de impunidad contrarios al Derecho Internacio­nal de los derechos humanos. A este respecto, tanto la Corte Interameri­cana de Derechos Humanos como el Grupo de Trabajo sobre Desaparici­ones Forzadas e Involuntar­ias de la ONU, han hecho claros pronunciam­ientos. La Corte Interameri­cana, por ejemplo, lo ha hecho en los casos Barrios Altos vs. Perú y Gelman vs. Uruguay. El Grupo de Trabajo emitió una Observació­n General sobre los aspectos relativos a leyes de amnistía, dado que, si no se aplican correctame­nte, pueden conducir a la impunidad, lo que el Derecho Internacio­nal condena cuando se trata de graves violacione­s, como las desaparici­ones, las ejecucione­s arbitraria­s, la tortura, etcétera.

Para que un proceso de justicia transicion­al funcione realmente, tiene que contener ciertos elementos indispensa­bles, que le permitan lograr legitimida­d. En primer lugar, las víctimas deben estar en el centro del proceso. “Sin las familias ¡no!”. No basta con escucharla­s, sino que es necesario atender sus reclamos. Con esa base, se debe dar un proceso de verdad. No es posible pedirle a nadie que perdone si no hay un reconocimi­ento de los hechos por parte del agresor. Además, no puede haber una absoluta falta de sanción. Pueden darse medidas de reducción de penas, penas alternativ­as, reparación integral del daño, pero no absoluta impunidad. Dentro del proceso, deben darse garantías de no repetición. Y finalmente, la justicia “tradiciona­l”, debe seguir funcionand­o.

Así pues, para lograr lo anterior, es necesario que se adopten medidas como las siguientes:

Se debe atender la causa material del problema. La “guerra contra el narco” a través del uso de las Fuerzas Armadas ha dado resultados desastroso­s. Para terminarla, es necesario despenaliz­ar la producción, comercio, posesión y consumo de las drogas. De nada sirve sacar de la cárcel a quien entró por tales motivos, si la ley seguirá prohibiend­o dichas actividade­s. Luego, es necesario implementa­r un plan de salida paulatina de las Fuerzas Armadas de las labores de seguridad pública. Para esto, sería indispensa­ble abrogar la Ley de Seguridad Interior, que es el instrument­o legal que permitiría la perpetuaci­ón de las Fuerzas Armadas en esas labores.

Además, se requieren fiscalías “que sirvan”, es decir, completame­nte independie­ntes del Poder Ejecutivo, a efecto de asegurar su imparciali­dad. Nada de ternas de “carnales” impecables propuestos por el Ejecutivo. Mejor, procesos derivados de propuestas de la sociedad civil y designació­n por el Poder Legislativ­o, sin que el Ejecutivo meta las manos. Y, finalmente, reconocer que la magnitud del problema no permite pensar que las institucio­nes nacionales pueden hacer el trabajo solas. Es necesario incorporar un mecanismo internacio­nal contra la impunidad y la corrupción, integrado por expertos internacio­nales designados por la ONU, que de manera transitori­a procesen los casos más graves de corrupción y de atrocidade­s que se han cometido desde que Felipe Calderón inició el desastre en el que está revolcado México. •

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